sábado, 19 de enero de 2013


¿A quiénes llama Jesús? ¿con quién quiere contar?

Hebreos, 4, 12-16; Sal. 18; Mc. 2, 13-17
‘Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: Sígueme. Se levantó y lo siguió’.  ¿A quiénes llama Jesús? ¿con quién quiere contar?
En nuestras miras humanas nos podría parecer que, dado que Jesús venía con una misión importante que de alguna forma tendría que revolucionar el mundo, habría de escoger a personas influyentes, que fueran bien considerados y bien mirados por todos, con una sabiduría o unos conocimientos especiales y con cualidades que los tendrían que hacer distintos para ser capaces de liderar la obra que se les iba a confiar.
Pero ya vemos que las miras de Jesús son bien distintas. Hasta ahora hemos visto que llama a unos sencillos pescadores de Galilea cuya única sabiduría era la de saber echar las redes por donde hubiera peces para pescar y no siempre acertarían. Ahora, ¿a quien vemos que llama a seguirle para formar parte del grupo de los doce? A alguien que no era bien mirado por los judíos porque era un recaudador de impuestos, que ya de por sí tenían mala fama y a los que incluso se les llama publicanos y pecadores. Pero es la forma de mirar Jesús, es su forma de actuar. ‘Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo; Sígueme’.
Pero ¿quién ha tenido la prontitud de respuesta y la generosidad y disponibilidad para seguir su llamada como la de los pescadores de Galilea un día y hoy la disponibilidad y generosidad de Leví? Los pescadores dejaron su barca, sus redes para seguir a Jesús como pescadores de hombres. Ahora Leví se levantará con prontitud del mostrador de los impuestos para seguir a Jesús. Incluso invitará a su casa a Jesús y lo sentará a su mesa. Tampoco va a ser bien mirado por los escribas y fariseos porque en la misma mesa se han sentado un grupo de recaudadores y otra gente de mala fama con Jesús y sus discípulos.
Allá está la reacción de los fariseos que les dicen a los discípulos: ‘¡De modo que come con publicanos y pecadores!’ Pero Jesús está al tanto. ‘No necesitan médico los sanos sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores’, les dice.
Jesús no hace discriminación con nadie porque con El llega la salvación para todos los hombres. Quiere que todos los hombres se salven y para todos es su luz salvadora. No quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y salve. Y serán los pequeños y los pecadores los que estarán más prontos a escuchar su voz y seguirle, porque serán los que se sientan iluminados de verdad por su luz. El que se cree justo y santo ya se cree seguro con su luz y no será capaz de descubrir al que es la verdadera luz.
Cuántas veces nos encontramos a tantos en nuestro paso por los caminos de la vida que se sienten muy seguros en sí mismos, que se cierran a toda trascendencia y espiritualidad, que viven su vida a su manera pensando que ya se lo saben todo y nadie tiene que enseñarles nada. Qué difícil les es abrirse al misterio de Dios, abrirse al don de la fe. Creen no necesitar ya nada que pueda darle un sentido a sus vidas.
Por eso nos dirá en otro lugar que no son los sabios y los entendidos, los que se creen sabios y entendidos, a los que se revelará el Padre del cielo, sino a los pequeños y a los humildes, porque serán los que tendrán el corazón más abierto a su luz y a su verdad. Es el espíritu humilde y confiado con que nosotros tenemos que acercarnos a Dios. Seremos pequeños o quizá poca cosa, pero de una cosa estamos seguros y es que Dios nos ama tal como somos, incluso aunque seamos pecadores.
Abramos nuestro corazón a Dios y disfrutemos de su amor. Abramos el corazón a Dios y seamos capaces de escuchar la llamada de amor que nos está haciendo, porque el Señor también quiere contar con nosotros.

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