lunes, 1 de octubre de 2012


Un hombre justo y honrado que teme al Señor y en El pone toda su esperanza

Job, 1, 6-22; Sal. 16; Lc. 9, 46-50
Durante esta semana, salvo los días que tengamos celebraciones especiales, estaremos escuchando en la primera lectura el libro de Job del Antiguo Testamento. Un libro de hondas reflexiones que en el fondo nos plantea el sentido del dolor y sufrimiento del inocente y la respuesta del creyente ante esta situación.
Hoy hemos escuchado la presentación de Job, ‘un hombre justo y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal’, que ha sido bendecido con toda clase de bendiciones en la prosperidad con que vive su vida y su numerosa familia. En el sentido del antiguo testamento muchas veces aparece el pensamiento de una señal de las bendiciones de Dios en la prosperidad y en la larga vida.
Pero ahí comienza a surgir la cuestión. El relato nos presenta ese encuentro de Dios con Satanás que le dice que si Job es un hombre temeroso de Dios es porque ha sido bendecido de manera especial por el Señor, y que si se viera privado de todas esas cosas no sería la misma su fidelidad a Dios. Un pensamiento que algunas veces de alguna manera nos acompaña a nosotros también que cuando nos vemos rodeados de males y de sufrimientos, de carencias y necesidades llegamos a pensar que hemos sido abandonados de la mano de Dios y de alguna manera castigados por algo que hayamos hecho. Es de donde surge la prueba por la que va a pasar el paciente Job.
Dios permite a Satanás que le arrebate todas esas cosas, pero el Señor no le deja tocar su vida. En estos párrafos que hoy hemos escuchado vemos cómo perecen sus hijos, cómo se pierdan todas sus posesiones y riquezas con robos, incendios y otras catástrofes. Es la gran prueba que va a sufrir Job que al final verá su vida atormentada por el sufrimiento de una terrible enfermedad.
En los próximos días iremos escuchando a través de la visita que recibe de sus amigos o de los improperios incluso de su mujer cuáles son las respuestas que nosotros los humanos vamos dando a esas situaciones difíciles y de dolor. Escucharemos incluso a Job en su sufrimiento hacerse sus consideraciones hasta que escuchemos la voz del Señor que viene a iluminar toda la situación.
Hoy escuchamos ya una primera reacción de Job ante lo que le va pasando que pudiera parecernos de simple resignación, pero que en el fondo esconde una fuerte confianza y fe en el Señor, en cuyas manos se pone confiadamente. ‘Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza - son expresiones y señales de dolor muy usuales en aquellos pueblos -, se echó por tierra y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor’.
Aquí se queda el texto que hoy hemos escuchado. ¿Resignación? ¿Paciencia? ¿Esperanza? ¿Confianza total en el Señor para ponerse en sus manos y dejarse hacer por el Señor? Son las primeras reacciones y actitudes que contemplamos. ¿Cómo reaccionamos nosotros ante el sufrimiento, el dolor, la enfermedad? Y si nos viéramos privados de todas nuestras cosas, ¿cuál sería nuestra reacción? ¿No habrá en nosotros en alguna ocasión desesperanza, desesperación, rechazo, rebeldía?
Creo que la lectura que iremos haciendo estos días, breve e intermitente por las otras celebraciones intermedias, tendría que hacernos reflexionar. Sabemos que como creyentes en Jesús siempre al final tenemos que mirar a Jesús en su pasión y en su cruz. La esperanza no tendría que faltar en nuestra vida, porque sabemos que el misterio pascual de Cristo que es el que ilumina toda nuestra existencia siempre termina en vida y en resurrección. Pero, reflexiones un poquito en todo esto sin temores, con confianza, tratando de encontrar la luz.

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