lunes, 2 de julio de 2012


Generosidad y disponibilidad para escuchar y seguir a Jesús
Amos, 2, 6-10.13-16; Sal. 49; Mt. 8, 18-22

‘Maestro, te seguiré adonde quiera que vayas’, le dice un letrado que se acerca a Jesús. No le falta buena voluntad. Quiere seguir a Jesús. Está dispuesto a todo. ¿Dispuesto a todo? ¿Habrá pensado bien lo que significa esa disponibilidad? Las palabras quieren expresar una generosidad grande. No le falta entusiasmo. Pero ¿será suficiente eso?

Luego será Jesús el que se dirija a un discípulo invitándole a que le siga. Era ya un discípulo, luego el seguimiento que hacia de Jesús era más cercano y podía conocer bien lo que significaba aquella invitación de Jesús. Sin embargo, aunque también tiene buena voluntad, quiere resolver algunas cosas antes de decidirse plenamente por Jesús. ‘Déjame ir primero a enterrar a mi padre’, le pide a Jesús.

Pero Jesús pide más radicalidad. No valen solo las buenas voluntades, los entusiasmos de un momento de fervor. Nos puede suceder en muchas ocasiones, tanto cuando descubrimos algo que tenemos que hacer en el camino de nuestra vida cristiana, o incluso cuando hay una llamada especial del Señor en una vocación determinada. Al primero le hará ver que seguirle no es ir por un camino de comodidades, sino que seguir a Jesús tiene sus exigencias. ‘El Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. 

Nos recuerda eso lo que nos dirá en otros momentos de negarse a sí mismo, de tomar la cruz para seguirle, de la senda estrecha del esfuerzo y si es necesario del sacrificio. Nos recuerda lo de aquel joven que preguntaba qué había que hacer para alcanzar la vida eterna,  y Jesús le habla del desprendimiento, del despojarse de todo, del vender sus bienes para repartirlo a los pobres; nos recuerda donde hemos de guardar nuestro tesoro.

Al segundo, aunque nos puedan parecer humanamente duras las palabras de Jesús, pero nos quiere hablar de que seguirle es seguir caminos de vida, nunca de muerte. No es solo la cuestión de enterrar o  no enterrar al padre muerto, sino que es algo bien significativo para hablarnos de la vida, de la vida por la que hemos de optar en todo momento cuando seguimos a Jesús. Y en ese optar por la vida, arrancarnos de todo lo que sea muerte en nosotros es bien costoso, pero algo que hemos de hacer con decisión, porque nunca podemos seguirle de ninguna manera el juego a la tentación y al pecado.

Cuantas veces nos sucede que vivimos momentos de fervor, algo  nos ha impactado de manera especial y en ello sentimos que está la voz del Señor que nos llama en cosas concretas de la vida; en ese primer momento de entusiasmo nos sentimos lanzados y pensamos y prometemos que vamos a hacer no sé cuantas cosas, pero luego vendrán otros momentos, en que ese fervor se debilite, o veamos más crudamente lo que significa seguir a Jesús, o simplemente nos aparezcan las dificultades y tentaciones. Tenemos el peligro de abandonar y la experiencia nos dice de cuantos a nuestro alrededor les sucede así o nos ha sucedido también a nosotros. 

Por eso es necesario escuchar con serenidad de espíritu la llamada del Señor; es necesario también pedir la luz y la fuerza del Espíritu que nos ilumine y nos ayude a tomar esas decisiones y a mantenernos en el camino trazado, para no volver la vista atrás, porque como nos dirá en otras ocasiones, el que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás no es digno de El. 

Que el Señor nos dé esa valentía y esa osadía para seguirle. Que no nos falta nunca su gracia. Que abramos los oídos de nuestro corazón para escuchar sus llamadas. Que tengamos en verdad generosidad de espíritu para seguirle.

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