viernes, 4 de mayo de 2012


La esperanza puesta en las promesas tiene su cumplimiento fiel

Hechos, 13, 26-33; Sal. 2; Jn. 14, 1-6
La esperanza puesta en las promesas tiene su cumplimiento fiel. La esperanza no defrauda, como nos dirá en otro lugar la Escritura santa. Hay un anuncio y promesa de salvación que Dios nos ha hecho desde el principio de la historia de la salvación y que tiene su fiel cumplimiento en Cristo Jesús. El amor de Dios es un amor fiel. La Alianza de amor que Dios nos ofrece es Alianza de fidelidad por parte de Dios.
Es el anuncio fundamental que hace Pablo en la sinagoga de Antioquía, como hoy hemos escuchado. ‘Nosotros os anunciamos que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a los hijos resucitando a Jesús’. Hace el apóstol un recorrido por toda la historia de la salvación del Antiguo Testamento  - parte del mismo fue el texto del jueves de esta cuarta semana de pascua que ayer no pudimos escuchar por ser el día de los Apóstoles Felipe y Santiago - para llegar al momento culminante de la resurrección de Jesús que es su principal anuncio.
Estamos siguiendo el recorrido del primer viaje apostólico de Pablo y Bernabé. Después de haber predicado en Chipre saltan al continente por Perge, desde donde Juan Marcos se regresa a Jerusalén, y hacen un largo recorrido para llegar a Antioquía de Pisidia, donde se sitúa el texto de hoy.
En varios momentos de esta parte del discurso de Pablo – después de su paso por Chipre ya se le llamará Pablo siempre en lugar de Saulo – se hace mención a ese cumplimiento de las Escrituras, como ya hacíamos referencia. ‘Cumplieron todo lo que estaba escrito de El’, nos dice en referencia a toda la pasión y muerte de Jesús.
Es el designio de Dios, un designio de salvación para nosotros que pasa por la pasión y muerte de Jesús y su resurrección. No era solo la voluntad de los hombres, sino era sobre todo el amor de Dios que quería ofrecernos una nueva vida, quería ofrecernos la salvación. ‘No se haga mi voluntad sino la tuya’, había orado Jesús en Getsemaní. Y así Jesús se entregó en la suprema entrega de amor que fue su muerte en la cruz para nuestra salvación. Las promesas de salvación de Dios tienen su cumplimiento. La esperanza está realizada y cumplida.
Todo esto tiene que alentar nuestra fe y avivar nuestra esperanza en el día a día de nuestra vida. El amor de Dios nunca nos fallará. Fallaremos nosotros porque no siempre somos fieles y ahí está nuestro pecado para demostrarlo. Pero Dios es fiel y siempre nos ofrece su salvación, su amor, su perdón, su gracia, su vida.
Habrá momentos en nuestra vida que se  nos pueden hacer difíciles y costosos y pareciera que estamos llenos de tinieblas. Sepamos abrir los ojos de la fe y sabremos descubrir que la luz del amor de Dios no se apaga nunca. Y eso es lo que tiene que hacernos perseverar a pesar de nuestra inconstancia y nuestra debilidad, a pesar de nuestros tropiezos y nuestras marchas atrás en tantas ocasiones. Pero el amor del Señor estará siempre a nuestro lado. Su presencia no nos faltará y nos dará continuamente su gracia.
En ese camino de alentar nuestra fe esperanza y nuestra confianza en Dios nos viene bien escuchar lo que se nos ha proclamado hoy en el evangelio. ‘No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí’, nos dice Jesús. Y nos habla del cielo a donde nos quiere llevar. ‘Me voy a prepararos sitio’, nos dice, ‘volveré y os llevaré conmigo’. Es nuestra meta definitiva. Sigamos su camino, ya que El nos está diciendo hoy que es el Camino, y la Verdad, y la Vida. Vayamos de la mano de Jesús y llegaremos a Dios, llegaremos a la visión de Dios, al cielo. La esperanza puesta en las promesas tiene su cumplimiento fiel. Jesús es garante de ello.

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