lunes, 19 de marzo de 2012


Confió la custodia de los primeros misterios de salvación a san José
2Samuel, 7, 4-5.12-14.16;
 Sal. 88;
 Rom. 4, 13.16-18.22;
 Mt. 1, 16.18-21.24
Celebramos a san José, el esposo de María, de la que nació Jesús. El hombre bueno y justo como nos lo describe Mateo, pero el hombre profundamente creyente que nada hará en su vida sin pedir y sentir la inspiración del Señor.
San José, como nos lo define la liturgia de este día en la oración aquel a quien Dios quiso confiar a su custodia los primeros misterios de la salvación. Siempre pensamos en María y en el lugar tan importante que tuvo en los misterios de nuestra salvación, porque su sí al ángel permitió que Dios se encarnase en su seno para hacerse hombre y nacer como Enmanuel, como Dios enrre nosotros para nuestra salvación.
Fue decisivo, no lo podemos dudar ni mermar su importancia, el papel de María, que iba a ser la madre de Dios. Pero hemos de reconocer que no fue menos importante el lugar de José. Allí en el seno de aquel hogar de Nazaret habría de nacer el Hijo de María, el Hijo de Dios hecho hombre, en aquel hogar habría de crecer y madurar humanamente aquel Niño, que, aunque a los ojos de los hombres era el hijo del carpintero, el hijo de José, era realmente el Hijo de Dios.
Sin dejar a un lado la infinita sabiduría de Dios que en Jesús, el Hijo de Dios, se manifestaba, sin embargo hemos de reconocer que en lo humano allí de aquel hogar habia de beber su educación como niño, como adolescente, como joven en todas esas etapas del crecimiento humano con el papel tan importante reservado al padre de familia. Por eso nos dirá el evangelio que Jesús bajó con ellos a Nazaret y alli vivió sujeto a ellos y allí crecía en edad, en sabiduria y en gracia ante Dios y los hombres.
¡Qué lugar tan importante para el padre de familia, para José, en la custodia de los misterios de nuestra salvación! ¡Qué papel más maravilloso había reservado Dios en el plan de salvación para José! De ahí en consecuencia el lugar que ocupa también la figura de José en la Iglesia acogida a su especial patrocinio y cuánto nos enseña además para acoger ese misterio de Dios, ese plan de Dios para nuestra salvación.
Cuando queremos contemplar la figura de san José no queremos quedarnos ni en acciones milagrosas ni en hecho extraordinarios. Precisamente la más hermosa lección de san José es su silencio, su humildad, su aceptación al plan de Dios, aunque hubiera momentos en que le costara comprender, su apertura a Dios. El evangelio es parco en hablarnos de san José y serán muy pocos momentos en los que aparece su figura, siempre en torno a María, siempre alrededor de Jesús.
No conocemos palabras de san José, pero sí nos habla y nos habla mucho con su presencia, con sus actos y actitudes, con su estar con la obediencia de la fe sintiéndose siempre en la presencia del Señor. Es quien en silencio reflexiona y ora, se abre al misterio de Dios que no siempre comprende, pero saber decir sí con la obediencia de la fe. Es quien vive con toda su intensidad el espíritu del servicio y del sacrificio porque siempre el plan de Dios estará por encima de todo.
Los planes del Señor se le irán manifestando en las distintas circunstancias de su vida pero él siempre está a la expectativa de lo que Dios pueda decirle o pedirle. Le hablará el Señor a través de acontecimientos y hechos históricos, o hablará allá en el silencio del corazón cuando en sueño se le manifiesta el ángel del Señor. Ante las cosas misteriosas que ante él sucedían – todo el misterio de María que le costará entender y aceptar, los edictos de empadronamiento, los anuncios de muerte y persecusión con caminos de destierro – como le sucede a toda persona reflexiva y responsable, seguro que le harían dar muchas vueltas en la noche perdiendo el sueño como a todos nos sucede cuando nos aconteces cosas extraordinarias en la vida. Allí, entre sueños y no sueños, irá vislumbrando – el ángel del Señor que se le manifiesta es una imagen muy bíblica – lo que es la voluntad del Señor, lo que son los caminos de Dios que quiere valerse de El para hacernos llegar su planes de salvación.
Necesitamos aprender a hacer esos silencios en el corazón para poder escuchar la voz del Señor. Muchas son las cosas que nos aturden, los ruidos y gritos de la vida que podrían hacernos perder la paz, pero hemos de saber hacer ese silencio para escuchar a Dios. algunas veces le tenemos miedo a los silencios, nos resultan incómodos, porque decimos que no sabemos que hacer o qué pensar. Pero hemos de saber hacer ese silencio, porque sin ese silencio de esos ruidos no podrá haber verdadera oración, verdadera apertura de nuestro corazón a Dios.
Es la lección de la fe que aprendemos de san José; es la lección del silencio y de la acogida de los planes de Dios, porque Dios quiere seguir contando con nosotros. San José tuvo su lugar en los primeros misterios de la salvación como nos enseña la propia liturgia de esta fiesta, pero nosotros también tenemos nuestro lugar, con nosotros tambien Dios quiere contar. Nos puede parecer dificil y por eso algunas veces rehuimos esa apertura del corazón a Dios, como no fue fácil para san José en su momento. Pero él no huyó ante los planes de Dios, sino que, aunque no se lo oigamos decir con los labios, toda su vida fue siempre un sí total a Dios.
La salvación de Jesús tiene que seguir haciéndose presente en nuestro mundo. No van a suceder cosas extraordinarias o milagrosas, sino que en la sencillez de lo que va sucediendo cada día nosotros hemos de saber ir poniendo ese anuncio de la palabra de salvación. Nuestra vida, nuestra fe tiene que ser una imagen llamativa, un signo bien visible para los hombres de nuestro tiempo que han perdido la capacidad de trascendencia en su vida, a quienes puede que no les diga muchon el signo religioso; pero ahí tenemos que estar, ahí tenemos que manifestarlo con toda autenticidad, ahí está el testimonio valiente que hemos de dar.
Que san José interceda por nosotros al Señor para que comprendamos y asumamos la tarea que el Señor a nosotros también nos encomienda. Que a ejemplo de san José descubramos esos planes de Dios para nuestra vida. Que aprendamos de la fe de san José, de su silencio y de su apertura a Dios. Que aprendamos a decir Sí, como José, como María.

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