martes, 10 de enero de 2012


Lo que anuncia con sus palabras lo realiza con sus obras, nuestra liberación

1Samuel, 1, 9-20; Sal. 152; Mc. 1, 21-28
‘El sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza porque enseñaba con autoridad’. Jesús aprovecha toda ocasión para enseñar.
Lo veremos junto al lago, por los caminos, en las casas, en los encuentros personales con las gentes, y también en la sinagoga. Allí se reunían los judíos los sábados para la escucha de la Palabra y la oración en común de los salmos. O el jefe de la sinagoga, algun maestros de la ley o cualquier otro que fuera invitado podía hablar al pueblo comentando la Escritura santa que se había proclamado. Lo veremos en distintas ocasiones en las sinagogas. Todos recordamos se predicación en la sinagoga de su pueblo Nazaret. Allí dirá que aquella Palabra de salvación se estaba cumpliendo entre ellos. Eso tenemos que reconocer siempre ante la palabra del Señor, porque nos llega siempre la gracia y nos llega siempre la salvación.
En esta ocasión el evangelista no  nos dice exactamente cual fue el tema de su predicación pero podemos intuir que era el anuncio del Reino de Dios que llegaba, como fue su predicación habitual sobre todo al principio. Quizá el evangelista quiere fijarse en la reaccion de la gente a su predicación. ‘No enseñaba como los letrados, sino con autoridad’. Ahora y en otras ocasiones dirán que este modo de predicar era nuevo.
La autoridad la manifestaba Jesús en la claridad de su enseñanza, pero también en las obras que acompañaban. Anunciaba la cercanía del Reino de Dios que se manifestaba también con señales de que el Reino de Dios llegaba. En esta ocasión será un hombre poseído por el espíritu del mal del que se verá liberado. Ya escuchamos el diálogo en que aquel hombre poseído por el espíritu inmundo reconoce a Jesús. ‘¿Qué quieres de nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios’. Y Jesús con su palabra salvadora liberará a aquel hombre del poder del maligno. ‘Cállate y sal de él. Y el espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió’.
Vivir el Reino de Dios es sentirse liberado de la esclavitud del maligno, porque la libertad verdadera sólo la encontramos en Dios. Es lo que Jesús anuncia y lo que Jesús viene a realizar. Jesús viene a vencer al maligno y liberarnos del mal. Para eso llegará a entregar su vida, para obtenernos el perdón de los pecados, para arrancarnos de las garras del maligno. Y Jesús lo realiza, ahora como un signo en el milagro que realiza, finalmente con su muerte en la cruz y su resurreción como algo que será definitivo y para siempre.
Nosotros vamos hasta Jesús también porque queremos vernos liberados del mal; vamos hasta El y queremos escucharle y porque queremos seguirle; porque queremos vivir su vida y porque queremos vivir con la libertad de los hijos de Dios. Muchas son las ataduras de nuestros pecados, pero en Jesús queremos obtener su gracia y su perdón. Queremos sentir la fuerza de su palabra salvadora sobre nosotros. No es una palabra cualquiera la que escuchamos, es la Palabra de Dios que es Palabra de vida y de salvación.
Vayamos a Jesús, dejemos que su salvación llegue a nuestra vida, empapémonos de su palabra salvadora.

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