viernes, 20 de enero de 2012


Llamó a los que quiso y se fueron con El…

1Samuel, 24, 3-21; Sal. 56; Mc. 3, 13-19
‘Llamó a los que quiso y se fueron con El… a doce los hizo sus compañeros…’ Las gentes escuchaban a Jesús y veían sus obras y se iban con El. Querían escucharle, estar con El, le traían a los enfermos para que los curara, pero a algunos los llamaba de manera especial.
Había llamado a los pescadores que estaban allá junto al lago en sus tareas y con sus redes y los habían invitado a seguirle para hacerlos pescadores de hombres – lo vamos a escuchar de nuevo el domingo -. Pero ahora nos dice el evangelista Marcos que subió a la montaña. En los lugares paralelos de los otros evangelistas se nos dice que había pasado la noche en oración. Y ahora hay una llamada especial. Quiere hacer el grupo de los doce. Los va a llamar apóstoles. El Colegio Apostólico. Quiere que estén con El y serán sus compañeros. Para ellos tiene una misión especial: ‘enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios’. Y el evangelista nos da el listado de los Doce.
Quiere que estén con El y serán sus compañeros. Así los veremos a lo largo del evangelio. Siempre al lado de Jesús, caminando con El, escuchándole a El que de manera especial a ellos le explica, a ellos les enseña todo lo referente al Reino de Dios. Veremos como se los lleva a lugares apartados para estar con ellos, cómo les instruye de manera especial cuando van de camino, les responde a sus preguntas cuando llegan a casa, tiene especiales exigencias para ellos para que entiendan bien todo el sentido del Reino de Dios. Muchas páginas del evangelio vemos en ese sentido.
Un número significativo como las doce tribus de Israel. Un grupo que quiere conjuntar muy bien porque a ellos de manera especial les va a explicar con mayor detalle. Van a ser los doce apóstoles enviados, que eso viene a significar la palabra apóstol, y que van a ser fundamento de la nueva comunidad que en Cristo se va a constituir.
Van a recibir la misma misión de Jesús, el anuncio del Reino. Los llamó para enviarlos a predicar. Y el envío se hará dándoles el mismo poder de Jesús, ‘expulsar demonios’, porque con el anuncio del evangelio se ha de vencer el mal, se ha de hacer un mundo nuevo, se ha de constituir de verdad el Reino de Dios. Es lo que Cristo realizó y consumó de manera plena con su muerte redentora en la Cruz y lo que confía a sus apóstoles que han de ir haciendo por el mundo. Es la misión de los Apóstoles que es la misión de la Iglesia, que  no es otra que la misma misión de Jesús.
Será a los que al final, antes de la Ascensión, enviará por todo el mundo con la misión de anunciar la Buena Nueva, el Evangelio a todos los hombres. Serán los que aguardarán en el Cenáculo el cumplimiento de la promesa de Jesús y recibirán el Espíritu Santo como comienzo de la Iglesia. Con Pedro como cabeza de aquel Colegio Apostólico van a ser el fundamento de la Iglesia y se van a repartir por el mundo anunciando el Evangelio, bautizando a los que crean y constituyendo la Iglesia. En torno a ellos y a sus sucesores se van a constituir las comunidades que van a nacer del anuncio del Evangelio. Los Obispos serán los sucesores de los Apóstoles en cada Iglesia local.
Démosle gracias al Señor por la elección de los apóstoles, los doce elegidos entonces y los que a lo largo de los siglos ha ido llamando el Señor con esa su misma misión. Una característica de la Iglesia es ser apostólica, porque en los apóstoles fundamentamos nuestra fe en Cristo porque ellos son los primeros testigos de la resurrección de Jesús que nos han trasmitido el mensaje del Evangelio.
Damos gracias y pedimos al Señor por los constituidos apóstoles hoy en su Iglesia; y pensamos en el Papa, y pensamos en los Obispos, verdaderos sucesores de los Apóstoles, pero pensamos también en todos los que participan de esa misión apostólica en la Iglesia. Que no falte nunca la asistencia del Espíritu Santo que es el que guía a la Iglesia y sostiene a sus pastores. Que con la luz, la fuerza y la gracia del Espíritu Santo se pueda conducir al pueblo de Dios, al Rebaño de Cristo por los caminos que conducen a la vida eterna.
Que la Iglesia no deje de anunciar el Evangelio de Jesús pero que su predicación vaya acompañada por las obras de la justicia y del amor. La Iglesia como los apóstoles está enviada a predicar la Buena Nueva de Jesús y con el poder de expulsar el mal; obra que la Iglesia realiza en tantas obras de amor, en tantas obras que son signos de ese amor salvador de Cristo que renueva al hombre.

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