jueves, 29 de septiembre de 2011

Miguel, Gabriel y Rafael nos alcancen la fortaleza de Dios y nos acompañen en el camino de los designios de Dios



Apoc. 12, 7-12;

Sal. 137;

Jn. 1, 47-51

‘Se hizo silencio en el cielo cuando el dragón trabó batalla con el arcángel Miguel. Se oyó una voz que decía: victoria, honor y poder al Dios todopoderoso…’

‘Y el ángel Gabriel se apareció a Zacarías y le dijo: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan…’

‘Yo soy el ángel Rafael, que estoy al servicio de Dios; vosotros bendecid al Señor y escribid todo lo que os ha ocurrido…’

‘Y un ángel se puso junto al altar del templo con un incensario de oro en sus manos, y le entregaron muchos perfumes. Y por manos del ángel subió a la presencia del Señor el humo de los perfumes, que son las oraciones de los santos…’

Estas son algunas de las antífonas que la Iglesia nos propone, sobre todo en la liturgia de los horas en esta fiesta de los Santos Arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael que hoy estamos celebrando en una misma fiesta. Pueden ser un buen resumen del sentido de esta celebración al igual que nos manifiestan el significado de los santos Arcángeles que están en la presencia de Dios cantando siempre la gloria del Señor.

Pero nos manifiestan también la misión y el ministerio que ejercieron y ejercen a favor de los hombres en la historia de la salvación. Mensajeros divinos que nos hacen sentir la presencia y la fortaleza del Señor en nuestra lucha contra el mal, al tiempo que inspiran en nuestro corazón el mensaje divino que nos manifiesta la voluntad de Dios escondida desde los siglos pero que nos quiere ofrecer siempre su amor y su salvación. Angeles que nos protegen y nos acompañan, que nos hacen llegar la medicina de Dios pero que también a través de sus manos como un incienso divino que sube hasta el cielo hacen llegar nuestras oraciones ante el trono de Dios.

Miguel en su lucha contra el maligno nos hace pregustar la victoria definitiva sobre el mal para hacernos partícipes del Reino eterno de Dios en que Dios mismo será siempre nuestra victoria y nuestro gozo; como su mismo nombre indica, ‘¿quién como Dios?’, nos hace sentir esa presencia de Dios en nuestra vida que con su gracia nos fortalece en nuestra lucha contra el mal.

Gabriel mensajero divino no solo para Zacarías anunciándole el nacimiento de Juan, sino para María a quien revela lo que son los designios divinos que quiere contar con ella, con su Sí, para que se realiza la obra de nuestra redención a través del misterio de la Encarnación que se iba a consumar en las entrañas de María. Así tendremos que escuchar allá en lo hondo de nuestro corazón ese designio de amor de Dios para con nosotros, y así tenemos que aprender a abrirnos a ese Misterio de Dios que se nos manifiesta y se nos revela.

Rafael, compañero de camino y medicina de Dios, como su mismo nombre indica; no sólo nos acompaña en el camino de la vida librándonos de todo peligro sino que nos conducirá siempre hasta Jesús es es la verdadera medicina de salvación para el hombre porque es nuestro salvador y redentor que nos cura, nos sana y nos salva de todos nuestros males y pecados. Cuánto necesitamos nosotros encontrar esa medicina de Dios que nos haga llegar la gracia y la salvación.

Que el árcangel Rafael, presente ante el trono de Dios también el memorial de nuestras oraciones como hizo con Tobías y Sara para que así alcancemos siempre la gracia del Señor frente a las adversidades peligros que nos encontramos tantas veces en los caminos de la vida. Mejor acompañante no podemos encontrar para ese nuestro peregrinar hacia la patria definitiva donde podamos cantar para siempre la gloria del Señor.

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