miércoles, 31 de agosto de 2011

Comprendisteis de verdad lo generoso que es Dios


Col. 1, 1-8;

Sal. 51;

Lc. 4, 38-44

Vamos a fijarnos de manera especial en este inicio de la Carta de San Pablo a los cristianos de Colosas, ‘el pueblo santo que vive en Colosas’, como señala Pablo que dice de sí mismo ‘apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios’.

Pablo no fue el que evangelizó Colosas y es probable que nunca estuviera allí. Ciudad de Frigia, cercana a Hiérápolis y Licaonia, fue evangelizada por Epafras, un colaborador de Pablo, problablemente cuando él estaba en Efeso. Pero se manifiesta también el respeto y el cariño que aquella comunidad siente por Pablo, como se lo comunicará el mismo Epafras en la visita que le hace a Roma y que motivará esta carta. De Colosas era también Filemón a quien, como sabemos dirige una breve carta cuando le reenvía a Onésimo que habia sido esclavo de Filemón del que se había escapado, pero que ahora volverá ya como cristiano, evangelizado y bautizado por Pablo.

Se llama a sí mismo apóstol, pero fijémonos que dice ‘por designio de Dios’. Nadie se ha arrogado este honor, sino que todo ha de partir siempre de la llamada del Señor. No soy apóstol simplemente porque yo quiera, sino porque el Señor me ha elegido y me ha llamado. Una vocación a la que he de responder desde mi libertad, pero también desde la generosidad del corazón fortalecido siempre con la gracia del Señor. Por eso, por ejemplo, oramos por las vocaciones, para que sean muchos los que el Señor elija y llame, y los llamados se sientan fortalecidos con la gracia para dar respuesta a esa invitación que nos hace el Señor.

Lo llama pueblo santo que es una fórmula que emplea Pablo para dirigirse a los cristianos. Y en verdad tenemos que ser pueblo santo, como santos hemos de ser nosotros, que hemos sido consagrados en el bautismo y llamados estamos a glorificar al Señor con nuestra vida santa. Una consecuencia de nuestro bautismo y una exigencia para nuestra vida. Tenemos que ser santos. Con nuestra vida santa hemos de glorificar al Señor. Muchas consecuencias podríamos sacar.

Pero fijémonos en lo que viene a ser como el centro del mensaje de este texto hoy proclamado. Pablo da gracias a Dios por la vivencia y por la respuesta que están dando al mensaje de salvación. ‘En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todo el pueblo santo’. Da gracias por la fe y por el amor que se manifiestan en aquella comunidad. ‘Vuestra fe en Cristo Jesús y vuestro amor a todo el pueblo santo’.

Pero da gracias por la fe y por el amor pero también por su esperanza. ‘Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos’, les dice. Viven intensamente su fe desde que recibieron el mensaje de la salvación, ‘desde que conocísteis la Buena Noticia, el mensaje de la verdad’. Acogieron ese mensaje de la verdad y su vida se llenó de fe y de esperanza.

‘Comprendisteis de verdad lo generoso que es Dios’. El amor generoso de Dios que derrama su gracia sobre nosotros. Cuando nos sentimos inundados del amor de Dios, ese amor generoso, gratuito, porque es así como nos ama el Señor, damos la respuesta de la fe, la respuesta de la esperanza, nos sentimos impulsados a amar de verdad a los demás.

No me canso yo de repetir una y otra vez, de considerar una y otra vez lo bueno que es Dios con nosotros; cuánto nos ama el Señor; con qué generosidad nos ofrece su amor y su perdón confiando siempre en nosotros. ¡Cómo no vamos nosotros a poner en El toda nuestra esperanza! Tenemos que responder con nuestra fe y nuestro amor. Y sabemos lo que nos espera en el cielo si somos fieles, la gloria del Señor.

Mucho tendría que hacernos mirar nuestra vida y nuestra fe todo esto que estamos considerando. Mucho tendríamos que desgastarnos en el amor. Mucha fe y mucha confianza hemos de poner en el Señor. Mucha esperanza tiene que llenar nuestra vida.

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