miércoles, 3 de agosto de 2011

Admirable fe y hermosa oración


Núm. 13, 2-3.26 -14, 1.26-30.34-35;

Sal. 105;

Mt. 15, 21-28

¿Qué podemos destacar en este pasaje del Evangelio? Dos cosas podemos destacar que se convierten para nosotros en una hermosa lección: La admirable fe de esta mujer cananea y su oración. Se ha enterado de la presencia de Jesús por aquellos lugares, fuera ya del territorio judío en los límites de Palestina. Allí habrá llegado la fama de Jesús, los milagros que hace, la predicación que realiza, las esperanzas que han ido poniendo en El los judíos. Y aquella mujer que tiene en casa una hija que sufre mucho acude a Jesús. Quiere que Jesús la atienda y cure a su hija.

Admirable fe, no es una mujer judía, es cananea, fuera del ambito religioso judío, pero tiene la certeza de que Jesús la puede ayudar curando a su hija enferma. Se manifiesta a través de todo el relato la certeza, la seguridad de la fe de esta mujer.

Y admirable su oración también: una oración humilde, llena de confianza y perseverante. Se siente pobre ante el Señor; pobre porque se sabe también no perteneciente al pueblo judío, pero aún así acude a Jesús; pobre porque se siente desamparada, despreciada incluso – es duro el lenguaje de los judíos hacia los gentiles que es el que emplea Jesús -, sin ningun derecho a pedir; pobre porque no le importa recoger las migajas que le puedan ofrecer. ¡Qué importante sentirse pobre ante Dios! ¡Qué importante la pobreza de la humildad para presentarse ante Dios!

Pero aún así tiene confianza; sabe que va a ser escuchada, aunque aparentemente sea rechazada; por eso insiste.¿Habrá vislumbrado realmente quién es Jesús? ¿Tiene conocimiento de los milagros que Jesús realiza? ¿Habrá entendido realmente el mensaje de Jesús? Algo habrá comprendido por la confianza que pone en el Señor.

Una confianza que le hace insistir en su oración. De ahí ese otro aspecto que destacamos que es la perseverancia; pide una y otra vez; va detrás de Jesús por los caminos aunque pueda parecer inoportuna; llega hasta la casa donde se aloja Jesús, y allí fuera sigue insistiendo. Va a encontrar unos intercesores; los discípulos le dicen a Jesús que la atienda.

¿Será así nuestra oración humilde, confiada, perseverante? Aquí tenemos un hermoso ejemplo y testimonio. Nos está enseñando cómo ha de ser nuestra oración. Porque oramos, le pedimos cosas al Señor pero quizá no siempre con la humilde confianza que manifiesta esta mujer. Nos hace falta también esa perseverancia, esa insistencia, ese no cansarnos. Qué triste que nos cansemos en nuestra oración, nos cansemos de estar con el Señor. Que la misa sea cortita, pedimos a veces. Para qué tantos rezos, decimos en ocasiones. O también, por otro lado, el Señor no nos escucha, para qué rezar y no insistimos.

Vayamos a Dios, busquemos a Dios, dejémonos encontrar con Dios; con confianza, la confianza además de sabernos hijos amados de Dios, oremos al Señor y presentémosle todas nuestras peticiones, por nuestras necesidades o por las necesidades de nuestro mundo, de los hombres nuestros hermanos que están a nuestro lado. Oremos confianza y humildad al Señor.

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