martes, 12 de julio de 2011

Cuánto ha hecho el Señor por nosotros y qué pobre es nuestra respuesta


Ex. 2, 1-15;

Sal. 68;

Mt. 11, 24-30

Mira tú esa persona qué desagradecida, con todo lo que han hecho por ella… pensamos y hasta decimos muchas veces; pero claro, siempre refiriéndonos a los demás. Pero sería bueno que fuéramos sinceros con nosotros mismos y nos miremos hasta donde llegan nuestras propias actitudes de gratitud o de desagradecimiento. Y no se trata ya solamente en nuestras mutuas relaciones, sino en la respuesta o no respuesta que nosotros damos a Dios con nuestra vida.

Es el primer pensamiento que me sugiere el texto del evangelio que hemos escuchado. Hay un reproche grande de Jesús hacia las gentes de aquellos lugares donde tanto se ha prodigado en su predicación del Reino y en los signos que ha ido realizando de la cercanía del Reino de Dios que va anunciando. ‘Se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido’, dice el evangelista.

Se contraponen en el texto aquellos lugares de Galilea donde Jesús realizaba principalmente su actividad, Cafarnaún y sus alrededores, aquellos lugares de Galilea por los que iba predicando, anunciando el Reino y realizando tantos milagros, con otras ciudades paganas como Tirón y Sidón en Fenicia y Sodoma castigada por su pecado.

Se hace referencia especial a Cafarnaún que sale con mayor frecuencia en el relato de los evangelistas y Corozaín y Betsaida, ciudades cercanas que no son tan nombradas en los evangelios, pero que por la mención de Jesús eran lugares frecuentemente visitados. Naturales de Betsaida eran Pedro, Andrés y Felipe. Se hace mención de algunos milagros allí realizados y probablemente en sus cercanías pudiera haber sido el sitio de la multiplicación de los panes y los peces.

‘¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido…’ Lo mismo recrimina a Cafarnaún ‘¿Piensas escalar el cielo? Bajarás al Abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy’. En referencia a la destrucción de Sodoma y Gomorra y aquellas otras ciudades llenas de perversión y pecado que nos relata el Génesis cuando la historia de Abrahán y su sobrino Lot.

Pero como decíamos al principio tenemos que mirarnos a nosotros mismos y ver nuestra respuesta. Cuánto nos ha dado el Señor y qué pobre es nuestra vida. Cuántas gracias ha derramado el Señor sobre nuestras vidas. Cuántas llamadas y cuántas oportunidades. Cuántas veces se nos ha proclamado la Palabra de Dios y se nos ha invitado a convertirnos al Señor. Cuántas veces hemos recibido la gracia de los sacramentos a lo largo de la vida. Cuántas señales podemos apreciar del amor de Dios que realiza maravillas cada día para nosotros.

El Señor tiene un amor preferencial por nosotros. Podríamos haber nacido en otros países. Podríamos haber tenido otras familias. Podríamos vernos ahora abandonados y despreciados por todos. Pero desde que nacimos hasta la última hora el Señor va poniendo en nosotros su mirada de amor, tendiéndonos su mano para levantarnos, llamándonos allá en lo hondo del corazón esperando una respuesta.

Pero, ¿seremos lo suficientemente santos? ¿Damos en verdad frutos de amor y de santidad en nuestra vida o seguimos con nuestro pecado, nuestras frialdades espirituales, nuestras rutinas que no nos dejan despertar a una vida de más amor y entrega, nuestras desganas y cansancios? Qué desagradecidos somos con la gracia del Señor.

Pero el Señor es paciente con nosotros y no se cansa de esperarnos. Llama a la puerta del corazón cada día con una nueva gracia esperando nuestra respuesta de amor. No nos hagamos sordos a las llamadas del Señor. No endurezcamos nuestro corazón sino dejémonos conducir por la gracia del Señor, por la fuerza y el fuego de su Espíritu. Démosle una respuesta agradecida al Señor con nuestra santidad y nuestra entrega de amor.

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