miércoles, 1 de junio de 2011

Un anuncio de la fe en el areópago de nuestro mundo


Hechos, 17, 15.22-18, 1;

Sal. 148;

Jn. 16, 12-15

Siempre y en todo lugar hemos de hacer el anuncio de la Buena Noticia de Jesuss; siempre y en todo lugar hemos de manifestar nuestra condición de creyentes, aunque nos cueste, no nos entiendan o incluso lleguemos a sufrir incomprensiones. Siempre, con valentía, sin miedo, en todo lugar tenemos que hablar de Dios.

Es hermoso el testimonio que nos ofrece el libro de los Hechos de los Apóstoles con la llegada de Pablo a Atenas. Una gran ciudad, cuna del saber antiguo, suscitadora de filósofos con sus variadas filosofías y gran mecenas de todo tipo de arte. Una gran ciudad, llena de monumentos y altares a los más diversos dioses; tantos que hasta tenían un altar dedicado al Dios desconocido.

Pablo se pasea por el Areópago contemplando la multitud de divinidades de un pueblo gentin y pagano y tan variadas filosofías. Allí también quiere él anunciar el evangelio de Jesús. Trata de hacerlo con elocuencia y utilizando el arte de la oratoria de la mejor manera posible para mejor captar la atención de sus oyentes acostumbrados a escuchar variadas filosofías y las discusiones de los filósofos.

Recuerda al Dios creador de todas las cosas como un punto de referencia y de arranque para su argumentación, valiéndose incluso de los versos de los propios poetas del lugar. Eran creyentes porque era en muchos diosos en los que creían pero grande era la confusión de sus mentes y corazones. Pablo quiere llevarles luz y quiere anunciarles a Jesús, verdadera luz del mundo. Pero cuando comienza a hablar de la resurrección de Jesús encontrará el desdén y el rechazo de sus oyentes. Solo unos pocos quisieron seguir escuchándolo y serían los primeros creyentes en Jesús que surgieran en aquel ambiente. Más tarde dejará Atenas y marchará a Corinto.

En el areópago de nuestro mundo también nos encontramos rodeados de un mundo muy diverso y variado en opiniones, en gustos, en planteamientos del sentido de la vida que cada uno se lo hace a su manera y conveniencia. Muchos podríamos decir que son también los dioses que adora esta sociedad nuestra aunque muchas veces se proclame atea, laica o con una confusión muy grande en la manera de entender la religión y las cosas de Dios. Muchas veces nos encontraremos esa confusión muy al lado nuestro porque no siempre quizá se tiene el sentido cristiano de la vida aunque la mayoría de los que nos rodeen quieran llamarse cristianos.

No es fácil muchas veces hacer un anuncio de Jesús y que los que nos escuchan quieran entendernos. Muchas veces sobra materialismo y sensualidad y falta espiritualidad. Vivimos demasiado apegados a este mundo material que nos rodea y nos falta trascendencia que dé altura a la vida que vivimos. Nos llamamos cristianos y participamos en ritos religiosos pero quizá no se crea en la vida eterna ni en la resurrección. Ante la muerte y lo que nos sucede hay demasiado fatalismo y poco sentido de la providencia de Dios.

Pensemos incluso si nosotros mismos creemos de verdad en la vida eterna y desde esa trascendencia de la vida le damos un sentido a lo que hacemos pensando en esa eternidad que podemos llegar a vivir con Dios si realmente ahora aquí en el cada día cumplimos sus mandamientos y hacemos su voluntad.

Lo que hoy hemos escuchado de la predicación de Pablo en el Aerópago de Atenas con todas sus dificultades, pero que fue valiente para hacer el anuncio de Jesús resucitado de entre los muertos, tiene que ser para nosotros también un estímulo para esa vivencia firme y convencida de nuestra fe en este mundo nuestros; para ese testimonio que hemos de dar de nuestra condición de verdaderos creyentes en Jesús.

La Iglesia hoy, en este siglo XXI en que vivimos está empeñada seriamente y está poniendo todos los medios que tiene a su alcance para entrar en diálogo que este mundo moderno en que vivimos y para realizar esa hermosa tarea también de la nueva evangelización de nuestro mundo, que ha perdido el sentido del evangelio, el sentido cristiano de la vida. muchas iniciativas en este sentido se tienen en nuestra Iglesia y creo que todos los cristianos que nos sentimos comprometidos con nuestra fe hemos de estar al tanto de todo cuanto se realiza y cada uno en el lugar que ocupa poner su granito de arena a esa tarea del anuncio del evangelio de la propia rectitud de nuestra vida y desde ese valiente testimonio que con obras y palabras tenemos que dar. Sintamos como propia la tarea de la nueva evangelización en la que está empeñada hoy la Iglesia.

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