domingo, 15 de mayo de 2011

Puerta, pastor y guardián de nuestras vidas


Hechos, 2, 14.36-41;

Sal. 22;

1Pd. 2, 20-25;

Jn. 10, 1-10

Nos habla hoy la liturgia de puerta, de pastor y de guardián, de rebaño y de redil, de cordero y de ovejas. Ricas imágenes que nos ofrece la liturgia en la Palabra que se nos ha proclamado y en los textos eucológicos. Imágenes que nos están hablando de Cristo y de nosotros su pueblo. Imágenes que ponen una vez más ante nosotros todo lo que hemos venido celebrando en el triduo pascual y que prolongamos en todo este tiempo de pascua.

Llamamos a este domingo el domingo del Buen Pastor precisamente por esas imágenes que se nos ofrecen. En el salmo así lo hemos proclamado: ‘El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar…’ Y nos sentimos llenos de gozo porque El sea el Buen Pastor que nos cuida, nos protege, nos alimenta y hasta es capaz de dar la vida por sus ovejas. ‘En verdes praderas me hace recostar y me conduce a fuentes tranquilas, me guía por el sendero justo y aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo’.

Por eso al mismo tiempo que así lo reconocemos no podemos menos que recordar que también es el Cordero inmolado, verdadero y auténtico Cordero Pascual que, como nos ha recordado san Pedro, ‘cargado incluso con nuestros pecados, subió al leño para que muertos al pecado vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado’.

Como el cordero inocente que ‘maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca, como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador enmudecía y no abría la boca…’ como recordábamos el viernes santo con el Cántico del Siervo de Yavé cuando lo contemplábamos en la cruz. ‘Cuando lo insultaban no profería amenazas’, nos ha recordado hoy san Pedro.

En su carta que terminaba diciéndonos, ‘andábais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas’. Cómo nos recuerda cuando Jesús veía aquellas multitudes que lo seguían en el evangelio y sentía lástima por porque los veía como ovejas sin pastor y los enseñaba y prodigaba sus signos salvadores con ellos con los milgros que hacía como cuando multiplicó los panes en el desierto para alimentarlos a todos.

Hoy Jesús nos propone en el evangelio una imagen más, ‘la puerta’ por la que hay que entrar porque por ahí está el camino de nuestra vida y salvación. ‘Yo soy la puerta de las ovejas….’ Y nos volverá a repetir: ‘Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos’. Y es que Jesús ha venido padra darnos vida. ‘Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante’, nos dice. Y mira si es abundante la vida y la gracia que nos ofrece cuando nosotros no merecemos nada y por nosotros entrega su vida.

Seguimos a Jesús; queremos seguir a Jesús, y escucharle, y alimentarnos de El, y estar con El porque con El nos sentimos seguros. ‘Las ovejas atienden a su voz, y el va llamando por su nombre a las ovejas y las saca fuera… camina delante de ellas, y las ovejas le siguen porque conocen su voz…’

¡Qué hermoso! Nos llama y nos conoce; y nos llama a cada uno por nuestro nombre. Así somos queridos y amados por Dios que nos llama por nuestro nombre. ¡Cómo nosotros tenemos que aprender a conocer su voz para no irnos tras otros pastores y en búsqueda de otros pastos que nunca nos podrán saciar! Que no nos confundamos nunca porque con Cristo a nuestro lado tenemos la seguridad de la vida y de la salvación.

El nunca nos abandonará ni nos dejará solos. Como decíamos con el salmo ‘aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo… tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida y habitaré en la casa del Señor por años sin término’.

Abundancia de vida y de gracia que nos ofrece en la Iglesia y en los sacramentos. ‘Preparas una mesa ante mí… me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa’, que seguimos diciendo con el salmo. Banquete de gracia y salvación que nos ofrece en los sacramentos. Nos ha ungido para llenarnos de su vida; continuamente está ofreciéndonos su perdón; ante nosotros tenemos el Banquete de la Eucaristía en que El mismo se nos da como comida. ‘Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida, y el que me come vivirá por mí y yo lo resucitaré en el último día’, como hemos escuchado más de una vez.

Pero aún más, pone a nuestro lado pastores que en su nombre nos conduzcan y nos alimenten con la Palabra de Dios y los sacramentos. Quiere Cristo Jesús seguir haciéndose presente junto a nosotros y elige a quienes en su nombre conduzcan al pueblo de Dios hacia los pastos de la vida y de la gracia. Como eligió a los Apóstoles a quienes envió por el mundo para hacer el anuncio de la Buena Nueva del Evangelio y bautizar a quienes creyesen en él, sigue eligiendo dentro del pueblo de Dios quienes sigan ejerciendo esa función.

Hoy, domingo del Buen Pastor, es un día propicio para que la comunidad cristiana reconozca y valore a sus pastores, a los sacerdotes y a todos los ministros del Señor, y a cuántos ejercen una función pastoral en medio del pueblo de Dios en tantas funciones y servicios para bien de la comunidad y de la Iglesia. Sacerdotes – y englobo en esta palabra también al Papa y a los obispos en la plenitud de su sacerdocio -, religiosos y religiosas, personas consagradas en diversos carismas, laicos - hombres y mujeres - comprometidos apostólica y pastoralmente en medio de la Iglesia y a favor del mundo que ejercen esa función pastoral en nombre de Cristo a quienes tenemos que reconocer y con quienes tenemos que sentirnos en verdadera comunión de Iglesia, y por quienes hemos de orar.

Pero este domingo del Buen Pastor es también una Jornada Mundial de oración por las vocaciones. Tenemos que pedirle al dueño de la mies, como ya nos encarga Jesús, que envíe obreros a su mies, porque la mies es mucha y los obreros pocos. Tenemos que orar, sí, para que sean muchos los llamados en medio de nuestras comunidades, y muchos sean también los que generosamente con la gracia del Señor respondan a esa llamada.

Es que tenemos que considerar también que está en juego la vida, la vitalidad de nuestra Iglesia que necesita de esos pastores. Ya sabemos que el Señor no abandona a su Iglesia y no faltará esa llamada de parte del Señor y no faltarán nunca pastores a la Iglesia. Pero es que también desde la vitalidad de nuestra Iglesia, de nuestras comunidades, desde la valoración que hacemos de nuestros pastores, tenemos que crear ese clima y ambiente apropiado para que haya esa generosidad en los corazones y sean muchos los valientes que respondan a la llamada del Señor.

Es como un círculo, de unas comunidades vivas y entregadas podrán surgir almas generosas que escuchen al Señor y le sigan, y si tenemos abundantes vocaciones y en consencuencia pastores en medio de la Iglesia crecerá también nuestra vitalidad. Tenemos que ser caldo de cultivo, semillero de vocaciones. Y lo seremos con nuestro amor generoso. Y lo seremos con nuestra oración intensa por las vocaciones.

Pidámosle a María, ella que acogió con total apertura el plan divino de la salvación en su vida, que en el interior de nuestras comunidades nos abramos con disponibilidad a la llamada de Dios y sepamos decirle ‘sí’.

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