lunes, 9 de mayo de 2011

Lleno de gracia realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo


Hechos, 6, 8-15;

Sal. 118;

Jn. 6, 22-29

En función de la brevedad que necesariamente han de tener estos comentarios de cada día, pero también mirando la hermosa riqueza que nos va ofreciendo la Palabra de Dios que vamos proclamando, iremos uniendo en nuestro comentario textos que tienen una prolongación en varios días e intercalando unas veces comentarios del texto de los Hechos de los Apóstoles o del Evangelio.

En el evangelio comenzaremos a escuchar el discurso del Pan de vida, que ha venido precedido por el relato de la multiplicación de los panes y los peces que ya hemos escuchado. Ya iremos haciendo comentarios en los días sucesivos.

La primera lectura nos ha hablado hoy de Esteban. Uno de los siete diáconos elegidos para el servicio de la comunidad en especial el servicio de la caridad y la atención a los huérfanos y a las viudas, como escuchábamos en los versiculos anteriores (el pasado sábado). Una institución del ministerio del servicio dentro de la comunidad eclesial. La Iglesia se va conformando con los distintos servicios. Los apóstoles presidirán la oración y la proclamación de la Palabra, pero surgirán esos carismas de servicio y también de anuncio de la Palabra del Señor entre los miembros de la comunidad. Suele considerarse al texto que escuchábamos el pasado sábado como la institución del diaconado en la Iglesia.

Cuando se nos daba la lista de los siete ‘varones de buena fama, llenos de espíritu de sabiduría’ de Esteban se decía que era ‘hombre lleno de fe y de Espíritu Santo’. Ahora nos dice que ‘lleno de gracia y de poder realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo’ y al enfrentarse a discutir con él en la sinagoga ‘no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba’. Realizaba los signos del amor, del servicio, tal como había sido elegido, pero además lleno de la sabiduría del Espíritu divino le vemos anunciar con valentía el nombre de Jesús. Un anuncio desde el amor y el servicio, y también desde la Palabra proclamada, del testimonio que con sus palabras daba de la salvación de Jesús.

Podíamos decir que el texto nos prepara describiéndonos a Esteban para el honor que iba a recibir. Y digo bien, honor, porque pronto es apresado y será condenado a ser lapidado hasta la muerte, como veremos en el texto de mañana. Será el ‘protomartir’, el primer mártir que de forma consciente diera su vida, derramara su sangre por el nombre de Jesús, cumpliéndose en él lo que había anunciado Jesús en el evangelio. ‘No os podrán hacer frente a vuestra sabiduría’ porque el Espíritu Santo será el que hable por nuestros labios, como sucedió con Esteban y con todos los mártires a través de los tiempos.

En el relato que los Hechos de los Apóstoles nos hacen del martirio de Esteban, encontramos un claro paralelismo con el relato de la muerte de Jesús. También se presentarán testigos falsos que testimonien contra Esteban y en cosas semejantes a lo que dijeron contra Jesús sobre la santidad del templo o de su destrucción. Esteban, como escucharemos, repetirá gestos y actitudes semejantes a las de Jesús perdonando a los que le martirizaban y poniendo su espíritu en las manos de Dios.

¿Un mensaje para nuestra vida? La valentía y el arrojo de Esteban brilla ante nuestros ojos como un estímulo para ese testimonio que hemos de dar en nombre de nuestra fe. Llamados estamos también a realizar con la fuerza del Espíritu del Señor que no nos falta prodigios y signos de amor en medio del pueblo.

Ungidos hemos sido con la fuerza del Espíritu en nuestro Bautismo y en la Confirmación para ser esos testigos. No podemos ocultar esa marca, esa señal de la unción del Espíritu del Señor que así a todos nos impulsa a dar ese testimonio. Como hemos comentado tantas veces, al ser ungidos con el crisma, aceite perfumado, hemos de hacer notar por nuestro amor, por el testimonio de nuestra fe ese buen olor de Cristo, que como ungidos estamos llamados a dar.

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