viernes, 4 de febrero de 2011

El martirio de Juan nos habla de testimonio valiente y de congruencia en la vida


Hebreos, 13, 1-8;

Sal. 26;

Mc. 6, 14-29


‘Como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él’. ¿Quién es este Jesús? ¿quién es este hombre? Se preguntaba Herodes. Las preguntas y posibles respuestas se parecen a lo que un día Jesús preguntara a sus discípulos, como nos cuenta Mateo, y las respuestas que estos le daban. ¿Será un profeta, como los antiguos, que habrá aparecido? ¿será el Mesías anunciado y prometido? ¿será Juan Bautista que ha vuelto a la vida? ‘Herodes, al oírlo, decía: es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado’.

Esto motiva al evangelista a narrarnos el martirio de Juan y a establecer de nuevo una estrecha relación entre Juan y Jesús, entre el que había sido el precursor y el Mesías Salvador; de alguna manera a corroborar con el testimonio del Bautista hasta derramar su sangre y dar su vida en fidelidad a la verdad y al bien, y la entrega de Jesús para conducirnos a la verdad de la vida eterna y verdadera. Cuánto nos puede enseñar.

Ya hemos escuchado el evangelio y conocemos los detalles. Muchas veces habremos reflexionado sobre el. Juan en la cárcel encandenado por denunciar la vida corrupta del rey Herodes. Al mismo tiempo una incongruencia: ‘Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía’, pero lo tenía en la cárcel, terminaría decapitándolo dejándose arrastrar por las insidias de Herodías. Ya vemos cómo los respetos humanos y las alegres promesas de momentos de euforia, le llevan a claudicar y mandarlo a decapitar. El mal que aparentemente parece que vence sobre el bien, porque el odio de una persona lleva a la muerte al Bautista. El odio, la incongruencia, la cobardía…

Pero la sangre derramada no será inútil e infructuosa, porque es un testimonio, es un testigoPublicar entrada que nos despierta para el bien. Es la sangre de la fidelidad como lo será a lo largo de la historia la sangre de tantos mártires que por la fe y por la verdad han entregado su vida. Es un anuncio también del camino de Jesús que le llevaría hasta la cruz.

Creo que tiene que hacernos pensar. Nos daría para muchas reflexiones. Nos tiene que animar mucho en nuestra fe y en el testimonio que de ella tenemos que dar en todo momento aunque sea costoso. Porque además en el fondo nos está hablando de un triunfo final. Nos podrá ser doloroso ese testimonio de nuestra fe que tenemos que dar, pero con Cristo tenemos asegurada la victoria, porque para eso El nos da su Espíritu, como tantas veces hemos reflexionado.

Pero esas incongruencias de Herodes también nos hacen pensar en esas incongruencias que muchas veces tenemos en nuestra vida. Cuando sabemos el bien que tenemos que hacer, pero no lo hacemos; el testimonio que tendríamos que dar de nuestra fe, y nos echamos atrás; ese mal que tendríamos que evitar, pero que sin embargo nos dejamos arrastrar.

¿Debilidad? ¿cobardía? ¿respeto humano? ¿miedo al qué dirán? ¿falta de decisión? ¿tentaciones que no dominamos? Muchas cosas se nos atraviesan en el alma tantas veces y no hacemos lo que tendríamos que hacer. Y eso nos pasa en muchas situaciones de la vida. Nos decimos cristianos, seguidores de Jesús pero luego no comportamos en consecuencia con esa fe que decimos que tenemos. Y las consecuencias de esa fe pasan por el camino del amor, y ya sabemos cuánto nos cuesta a veces.

Pidámosle al Señor que nos dé valentía y fortaleza para dar en todo momento ese testimonio cristiano de nuestra fe. Que no nos dejemos enturbiar por esos miedos o cobardías, sino que siempre brillemos con esa luz de nuestra fe y de nuestro amor. Tenemos que ser unos testigos que demos testimonio valiente de Jesús por todas las obras buenas que realicemos. Congruencia de una fe manifestada en la vida y con las obras.

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