lunes, 6 de diciembre de 2010

Mirad a vuestro Dios que viene en persona y os salvará


Is. 35, 1-10;

Sal. 84;

Lc. 5, 17-26

‘Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará’. Viene el Señor, viene en persona, y nos salvará. Lo escuchaban los israelitas en el anuncio de los profetas y mantenían la esperanza.

Las señales de las que hablaban los profetas eran bellas, no sólo en las imágenes que proponían de una naturaleza frondosa, fecunda y llena de señales de paz y armonía, sino también por los signos de fortaleza y seguridad de las que les hablaban para su vida. ‘Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis… viene el Señor’ con su salvación.

Son imágenes y señales que para nosotros son también bien significativas. Señales que nos valen en este camino de Adviento que vamos haciendo en nuestra búsqueda de Dios, en nuestro deseo también de salvación. Es lo que queremos vivir, lo que queremos que sea en verdad la navidad que vamos a celebrar. Por eso queremos ir profundizando de verdad en la Palabra del Señor que la liturgia nos va ofreciendo en este tiempo de Adviento.

Hoy el evangelio nos habla de un paralítico que es llevado hasta Jesús para ser curado. Manifiesta una fe muy confiada en aquellos hombres que lo conducen hasta Jesús. Una fe que les hará saltar por encima de todas las dificultades que se les puedan presentar. Aquel paralítico tiene que llegar hasta los pies de Jesús. pero la gente se agolpaba por todas partes y no había forma de poder entrar. Por eso, ‘no encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las lozetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús’. Es admirable la fe de aquellos hombres. El evangelista lo hace notar. ‘Jesús, viendo la fe que tenían…’ comenta.

Pero es entonces cuando sucede la maravilla. Es entonces cuando se manifiesta de verdad la salvación que Jesús quiere ofrecerrnos. Las rodillas vacilentes que son fortalecidas son sólo un signo; la curación de un enfermo o de un paralítico como en este caso es sólo una señal. Jesús ve la oportunidad de darnos la salvación. ‘Viendo la fe que tenían dijo al paralítico: Hombre, tus pecados están perdonados’.

Habrá gente que no lo entienda. Por allí están ‘los letrados y fariseos que se pusieron a pensar: ¿quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados mñas que Dios?’ Ya conocemos el resto, lo hemos escuchado al proclamar el evangelio. Jesús en verdad se nos manifiesta como el Salvador, como el que tiene poder para perdonar pecados.

Es la salvación que El quiere ofrecernos. Es realmente para lo que lo vemos nacer en Belén. Será lo que anuncian los ángeles a los pastores, como escucharemos cuando celebremos el nacimiento de Jesús. ‘Hoy en la ciudad de David os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor’.

Es para lo que realmente nos vamos preparando en este tiempo de Adviento, en lo que en verdad hemos de poner todo nuestro empeño. Qué lástima que los cristianos gastemos tanto esfuerzo en cosas que no son realmente las verdaderamente importantes para celebrar la navidad. Tenemos que saber aprovechar todo lo que nos va ofreciendo la Palabra de Dios para reflexionar hondamente dentro de nosotros, para revisar nuestra vida, pero ver realmente la salvación que buscamos y que necesitamos, la salvación que Jesús quiere ofrecernos. ¿Queremos celebrar la navidad buscando también nosotros el perdón de los pecados? Porque si seguimos en nuestro pecado, ¿qué sentido tendría celebrar la navidad?

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