domingo, 28 de noviembre de 2010

Un adviento en el mundo de hoy que desembocará en el hoy de la salvación de Dios que es Navidad


Is. 2, 1-5;
Sal. 121;
Rom. 13, 11-14;
Mt. 24, 37-44


Podríamos comenzar nuestra reflexión con lo que es propio de este domingo. Se acerca la Navidad, litúrgicamente comenzamos un nuevo ciclo o año litúrgico y en consecuencia iniciamos el adviento. Tiempo en el que dejándonos conducir por los profetas, por Juan Bautista, el precursor, y también contemplando la figura de María nos preparamos para la venida del Señor en la celebración de la Navidad.
Con ser totalmente cierto esto que estoy manifestando, sin embargo, confieso que no me quedo satisfecho en mi reflexión. Primero porque aquí en la celebración hablamos de adviento, cambiamos los colores litúrgicos o incluso empleemos algunos signos especiales, sin embargo para la mayor parte de la gente que nos rodea – quizá nos pueda pasar a nosotros también – decir adviento no les dice nada. En el fondo está quizá eso de que se acerca la navidad y tenemos que hacer muchos preparativos, pero no llegamos a captar algo más.
Por otra parte quizás nos encontramos con reacciones, posturas, actitudes, sentimientos diversos en mucha gente en relación a la navidad que vamos a celebrar. Con la crisis que vivimos tendremos que ajustarnos un poco, dicen algunos, porque claro no podemos gastarnos lo mismo que otros años en la navidad, las fiestas ya no serán las mismas y no sé cuántas consecuencias más.
Otros quizá el pensar en la navidad les llena de tristezas, añoranzas y soledades, porque se recuerda a los que faltan, bien porque hayan fallecido, porque estén ausentes en otro lugar o porque quizá ya están solos en la vida y todo son recuerdos.
A otros quizá les ha aparecido en la vida la enfermedad, el sufrimiento por distintos motivos, sienten muchas discapacidades en su vida y cómo van a celebrar la navidad así, se preguntan, donde pueden encontrar alegría de fiesta en una situación así. Podríamos seguir haciendo en ese sentido toda una lista de problemas, preocupaciones, ilusiones tronchadas y rotas, desesperanzas, y hasta amarguras.
¿No tendríamos que comenzar por preguntarnos que concepto tenemos de la Navidad y de lo que realmente ha de significar en nuestra vida? Responder con acuerto a esa pregunta nos llevaría a tener una mejor perspectiva del adviento. Decimos que el Adviento es un tiempo de esperanza. ¿En qué medida el adviento puede suscitar una esperanza nueva en este mundo en el que vivimos tan desolado, tan falto de ilusión o con tantos problemas como ahora tenemos? ¿Habrá una respuesta para la inquietud más profunda que pueda sentir el corazón humano en estos momentos?
Es aquí donde tenemos que hacer que nuestra fe ilumine de verdad la vida del hombre. Tenemos que sacar a flote lo más hermoso y lo más hondo de nuestra fe. Y es que además no nos disponemos a hacer unas fiestas sin más, sólo unos encuentros familiares por muy hermosos que sean o unos días simplemente de regalos porque ahora toca.
Nosotros vamos a celebrar a Jesús que es en verdad la única luz y sentido del hombre y de la vida. Nosotros vamos a celebrar a Jesús que viene, que vino y que sigue viniendo para ser la única y más profunda salvación del hombre. Nosotros vamos a celebrar al nacimiento de Jesús que es la verdadera y más pronfuda esperanza para el hombre.
Si yo creo que Jesús es todo eso para mi, habrá esperanza honda en mi corazón y en mi vida. Porque Jesús es eso para mí, porque es en verdad mi salvador claro que sentiré una alegría que desborda y que trata de contagiar a cuantos me rodean. El sentido profundo de estas alegrías y estas fiestas tiene que partir de ahí, de todo lo que significa Jesús para mí y lo que entonces representa para mí y para el mundo su nacimiento. Esa es la razón profunda. Y entonces podré celebrar desde lo más hondo, porque tengo esperanza, aunque haya problemas, haya ausencias, o vea mi vida limitada por enfermedades o sufrimientos o hasta vivamos en la más grande pobreza.
Es aquí donde encuentra sentido el adviento, este tiempo litúrgico que la iglesia nos ofrece en estas cuatro semanas para prepararnos para vivir con todo sentido la navidad. Es prepararnos para avivar fuertemente nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor que viene con su salvación. Así descubrimos su hondo significado. A eso tenemos que tender. A eso realmente quiere irnos llevando la Palabra de Dios que se nos va proclamando en estos días.
‘Daos cuenta del momento en que vivís, nos decía san Pablo; ya es hora de despertarse del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca…’ Es verdad; vamos a vivir el hoy de la salvación de Dios que llega nuestra vida. No es sólo un recuerdo; es algo vivo que se hace presente en nuestra vida. Es el Señor que llega a nosotros. Pero hemos de estar preparados.
Y vivimos un adviento en tiempos de crisis, de problemas, de ausencias quizá, de sufrimiento, de carencias. Pero es que vamos a celebrar a quien nace para traernos la salvación; a traernos la salvación hoy a esos problemas que tenemos. Y porque creemos en Jesús que es Dios que llega a nosotros hecho hombre para nuestra salvación nos llenamos de esperanza y de ilusión. Y buscaremos entonces la manera de celebrar una navidad viva, pero tenemos que hacer también un adviento vivo.
El evangelio nos invita a estar preparados y vigilantes porque no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el Señor; el profeta nos anunciaba unos días de paz, donde todos los instrumentos de la guerra se transformarían en herramientas de vida y de paz, porque serían herramientas de trabajo; san Pablo nos dice que nos apartemos de las tinieblas, caminemos en la luz y nos vistamos de la vestidura nueva de Jesucristo.
Por eso nuestro camino de adviento al tiempo que será un camino de austeridad, será también un camino de solidaridad y de amor. Porque ante los problemas que se viven hoy en nuestra sociedad no podemos hacerlo de otra manera. ¿Cómo no vamos a hacernos solidarios con los que a nuestro lado están llenos de carencias y sufrimientos?
Tienen que florecer en nuestro corazón esos valores tan hermosos que nos hacen solidarios y generosos, que nos llevan a compartir y a ser capaces de amar de corazón, que nos comprometen por hacer un mundo más justo y más lleno de paz, que llenan nuestro corazón de misericordia para saber consolar y sanar los corazones desgarrados que nos vamos encontrando en el camino, que hacen brillar en nuestros ojos una mirada nueva y limpia para ver en el otro siempre un hermano con el que caminar juntos.
Si hacemos ese camino de Adviento llegaremos a la navidad con un corazón renovado de verdad. Y aunque nuestros problemas no se hayan acabado, aunque sigan muchas soledades cercando nuestro corazón o puedan haber aún algunas lágrimas en nuestros ojos o en nuestro corazón, sin embargo viviremos una navidad distinta, porque ese camino que hayamos recorrido nos llevará a encontrarnos de verdad con el Señor que viene a nuestra vida. Y sentiremos su presencia y su salvación, como nos sentiremos inundados de su amor y de alegría más honda.
‘Caminemos a la luz del Señor… vistámonos del Señor Jesucristo’.

No hay comentarios:

Publicar un comentario