martes, 30 de noviembre de 2010

Si supieras con quién me he encontrado…


Rom. 10, 9-18;
Sal. 18;
Mt. 4, 18-22

‘¿Sabes lo que me pasó? Si supieras con quien me he encontrado…’ Frases así utilizamos en nuestras conversaciones o escuchamos que nuestros amigos nos cuentan. Cuando nos sucede algo que nos parece importante, o que nos ha llamado la atención o nos ha impactado, no nos lo guardamos para nosotros mismos sino que a la primera ocasión que tengamos se la comunicamos al amigo, a la famlia o a aquel con quien compartamos conversación. Lo mismo si nos hemos encontrado con alguien que nos llama la atención o nosotros consideramos importante o de relevancia.
Bueno, eso fue lo que le pasó a Andrés. Era de Betsaida, allá en las cercanías del lago de Tiberíades o de Galilea, donde ejercia su profesión de pescador junto con otros miembros de la familia. Había inquietud seguramente en su corazón porque se había venido hasta la orilla del Jordán, quizá en las cercanías de Jericó para escuchar a aquel austero predicador o profeta que por allí había aparecido anunciando la pronta llegada del Mesías. Se había convertido en discípulo de Juan, el Bautista, el que bautizaba allá en el Jordán invitando a la gente a convertirse y prepararse porque el Reino de Dios estaba cerca.
Habían sucedido cosas extraordinarias y un día Juan había señalado a Jesús que pasaba como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y él, Andrés, y otro pescador, el hermano menor de los Zebedeos, que por allí estaba con sus mismas inquietudes, se habían ido detrás de Jesús. ‘Maestro, ¿dónde vives?’, fue lo que se atrevieron a preguntar cuando Jesús se volvió hacia ellos para preguntarles ‘¿Qué buscáis?’ Y se habían ido con él, cuando les respondió ‘Venid y lo veréis’.
Pero ahora algo importante había sucedido en su corazón – hasta recordarían la hora, pues Juan en su evangelio diría que serían las cuatro de la tarde cuando lo encontraron – porque al pasar un día con El, ya estaba corriendo al día siguiente a comunicar la noticia. ¿Sabes con quien me he encontrado? Andrés fue corriendo a comunicarle a su hermano Simón. ‘Hemos encontrado al Mesías’. Y lo llevó hasta Jesús.
Más tarde sería, como hemos escuchado hoy en el evangelio, el que estaba con su hermano repasando las redes y vendría Jesús y les invitaría: ‘Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres’. Y lo habían dejado todo para seguir a Jesús. Formaría parte del grupo de los Doce, aquellos a los que Jesús había elegido con llamada especial para hacerlos sus apóstoles.
Andrés había llevado a su hermano Simón hasta Jesús. Pero hay otro episodio en que unos griegos quieren conocer a Jesús y vienen hasta Felipe y Andrés para comunicarles sus deseos. Y ahí lo vemos realizando la misma labor. Los llevaron hasta Jesús. Parece como si esa fuera su misión especial. El Apóstol que tiene la misión de anunciar la Buena Nueva de Jesús es eso lo que busca: llevar a los demás hasta Jesús. Y creo que este puede ser el hermoso mensaje que hoy nosotros recibamos al celebrar la fiesta de san Andrés, apóstol del Señor.
San Pablo en el texto hoy proclamado en la liturgia nos dice: ‘Todo el que invoca el nombre del Señor Jesús se salvará. Ahora bien: ¿Cómo van a invocarlo si no creen en El? ¿y cómo van a creer en El si no oyen hablar de El? ¿y cómo van a oír si alguien que proclame? ¿y cómo van a proclamar si no los envían?’
¿No tendríamos nosotros que hacer como Andrés que anunció a su hermano Simón el gran acontecimiento que había vivido en su encuentro con Jesús? ¿No tendríamos que hacer como Andrés para llevar a Cristo a tantos que hay a nuestro alrededor buscándole algunas veces sin saber bien? ¿Es que para nosotros no es suficiente noticia importante, o suficiente acontecimiento en nuestra vida, el conocer a Jesús, el habernos encontrado con El por la fe y con su Buena Nueva de Salvación?
Creo que tiene que ser algo muy importante la fe que tenemos. Creo que tiene que ser un acontecimiento trascendental en nuestra vida el poder vivir esa salvación de Dios. Pues no lo callemos. Lo que es vida para nosotros tenemos que trasmitirlo para que sea vida también para los demás. Cuántas consecuencias se podrían sacar para nuestra vida y para el compromiso de apostolado que habríamos de vivir.
Es el hermoso mensaje que tenemos que recibir en la fiesta de este Apóstol y parecernos a él.

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