martes, 9 de noviembre de 2010

El templo signo visible del Dios invisible en medio de los hombres


1Cor. 3, 9-13.16-17;
Sal. 45;
Jn. 2, 13-22

‘¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?... el templo de Dios es Santo: y ese templo sois vosotros’. En este día en que celebramos la Dedicación de la Basílica Lateranense, san Juan de Letrán, la catedral de Roma y en consecuencia la sede del Papa la liturgia nos ofrece en la Palabra de Dios este texto que hemos resaltado de la carta de san Pablo a los Corintios.
Es importante celebrar la Dedicación de una Iglesia y más aún en esta ocasión. Ya lo hemos comentado que la sede del Obispo, la catedral, nos aglutina a todos en torno al Obispo nuestro pastor. Con cuánta más razón cuando celebramos la sede del Papa. Es una invitación a vivir esa comunión de la Iglesia universal y es una ocasión para comprender mejor el significado del templo, lugar sagrado donde damos culto al Señor, donde la comunidad cristiana se reúne, donde celebramos los sacramentos de la vida cristiana. Pero todo nos tiene que llevar más allá hasta considerar cómo nosotros somos esos verdaderos templos del Señor, consagrados desde nuestro bautismo. Una consideración a nuestra dignidad, pero también a la santidad de nuestra vida.
Reciente tenemos la Dedicación de una Iglesia, como fue el pasado domingo el templo de la Sagrada Familia en Barcelona con la presencia del Papa. Si la presencia del Papa entre nosotros nos sirvió para ahondar mucho más en la comunión eclesial , en la comunión con toda la Iglesia, al sentirnos en especial comunión con el Papa, también fue ocasión para que el Papa con su presencia ejerciera su ministerio entre nosotros, el ministerio y misión que Jesús le confió de confirmar en la fe a los hermanos.
Podría ser motivo también para recordar ahora las palabras del Papa entresacando algunos párrafos de su homilía en la Dedicación de la Sagrada familia. ‘¿Qué hacemos al dedicar este templo? En el corazón del mundo, ante la mirada de Dios y de los hombres, en un humilde y gozoso acto de fe, levantamos una inmensa mole de materia, fruto de la naturaleza y de un inconmensurable esfuerzo de la inteligencia humana, constructora de esta obra de arte. Ella es un signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la Altura y la Belleza misma’.
Un templo colocado en medio del mundo, en medio de las calles de nuestras ciudades es ‘un signo visible del Dios invisible a cuya gloria el levantado el templo’. Y necesitamos signos visibles de lo sagrado en medio de nuestra sociedad. Porque tenemos que hacer presente a Dios en medio del mundo y aunque tiene que ser principalmente con nuestra vida, esos signos visibles que son los templos también nos ayudan.
Por eso nos decía: ‘En este sentido, pienso que la dedicación de este templo de la Sagrada Familia, en una época en la que el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios, como si ya no tuviera nada que decirle, resulta un hecho de gran significado. Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida del hombre. Que el secreto de la auténtica originalidad está, como decía él, en volver al origen que es Dios’.
Ya recordábamos ayer cómo ‘Esa afirmación de Dios lleva consigo la suprema afirmación y tutela de la dignidad de cada hombre y de todos los hombres: “¿No sabéis que sois templo de Dios?... El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros” (1 Co 3,16-17). He aquí unidas la verdad y dignidad de Dios con la verdad y la dignidad del hombre. Al consagrar el altar de este templo, considerando a Cristo como su fundamento, estamos presentando ante el mundo a Dios que es amigo de los hombres e invitando a los hombres a ser amigos de Dios…’
Muchas más consideraciones podríamos hacernos y muchas más cosas podríamos subrayar en las palabras del Papa en su visita a España y en concreto en la Dedicación del templo de la Sagrada Familia. Que nos valga esto para ayudarnos a considera el significa de los templos, pero que también nos ayude a recordar lo que escuchábamos con la Palabra de Dios. ‘Nosotros somos ese templo de Dios’.
Que nunca manchemos ese templo de Dios con el pecado. Que nos dejemos purificar por el Señor porque aunque no lo queramos sin embargo a causa de nuestra debilidad no siempre resplandecemos conforme a esa dignidad de hijos de Dios y templos del Espíritu. Que la santidad de nuestra vida sea también ese signo visible de la presencia del Dios invisible en medio nuestro. El cristiano por su vida de amor tiene que atraer a los hermanos a Dios.

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