miércoles, 18 de agosto de 2010

Salió a contratar jornaleros para la viña

Ez. 34, 1-11;
Sal. 22;
Mt. 20, 1-16


Tengo que reconocer que cuando uno se pone a meditar el evangelio con sinceridad y apertura de espíritu se encuentra con una fuente inagotable de vida y de gracia, que es lo que podemos encontrar siempre en el Señor. 'La Palabra de Dios es viva y eficaz...' que dice la Escritura. Así es Dios para nosotros. Así derrama abundantemente su gracia en nuestra vida. Ni se agota la gracia del Señor, ni nos cansamos nosotros de meditar y aprender lecciones para nuestra vida.
Esto nos sucede en cualquier página del evangelio que meditemos, pero nos sucede en esta parábola que nos propone Jesús hoy en el evangelio. Nos sugiere muchas cosas, que ahora en la brevedad de esta reflexión no podemos agotar.
‘Un propietario al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña…’ Así comienza la parábola que hemos escuchado. Una parábola muy rica en enseñanzas. Contrata jornaleros para su viña. Podemos pensar en la vida que Dios nos ha dado; podemos pensar en el mundo que ha puesto en nuestras manos; podemos pensar en el Reino de Dios que Jesús nos propone y que con El tenemos que construir; podemos pensar en muchas cosas.
En ese mundo que Dios ha creado y ha puesto en las manos del hombre tenemos una responsabilidad y no podemos desentendernos. En los distintos momentos de la vida o en los distintos momentos de la historia cada uno de nosotros ha de sentir esa responsabilidad. ¿Qué hacéis ahí ociosos todo el día? ‘¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?’ No podemos ser seres pasivos en medio de nuestro mundo que sólo nos contentamos con recibir. Siempre hay algo bueno que podemos hacer por los demás o por nuestro mundo. Porque también ese lugar que ocupamos en la familia, o en el lugar donde estemos conviviendo siempre hay algo que podemos compartir, seamos muy jóvenes o seamos muy mayores.
Como decíamos podemos pensar también ese Reino de Dios al que Cristo nos llama y podemos en consecuencia pensar en esa Iglesia a la que pertenecemos. Esa fe que tenemos y queremos vivir y que se tendrá que manifestar por las obras de nuestro amor podemos decir que es esa viña a la que el Señor nos llama como obreros. La Iglesia, la comunidad cristiana en la que nos sentimos como en una gran familia y como miembros de esa familia también nos sentimos obligados a contribuir. ¿Nos preguntará y recriminará también el Señor a nosotros como a aquellos hombres ociosos sentados en la plaza todo el día sin hacer nada? ‘¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?’
Seremos mayores o más jóvenes siempre podemos ofrecer mucho de nuestra fe y de nuestro amor al bien de la Iglesia, a la construcción del Reino de Dios en nuestro mundo. Si, porque somos mayores no podemos participar en obras especiales de apostolado, siempre podemos ofrecer el testimonio de nuestra vida íntegra y en consecuencia de nuestro buen comportamiento, pero podemos ofrecer también nuestra oración y el ofrecimiento de nuestra vida con sus achaques y debilidades. ¡Cuánto podemos hacer!
Por supuesto en ese llamada a aquellos trabajadores en las distintas horas del día para ir a trabajar a la viña podemos ver también un aspecto vocacional. El Señor nos llama a trabajar en su viña y llama con vocaciones específicas. Será al Sacerdocio, será a la vida consagrada, la vida misionera o también en los distintos campos de apostolado que se pueden realizar dentro de la Iglesia. Y aquí sí que todos podemos contribuir mucho al enriquecimiento de esa viña del Señor, orando por las vocaciones, para que sean muchos los llamados en las distintas horas de su vida para trabajar como apóstoles en la viña del Señor.
Pensemos en ese denario que nos ofrece el Señor, denario de vida eterna, denario de gracia y de amor de Dios. Por eso con amor nosotros queremos trabajar en su viña, no porque busquemos hacer meritos o conseguir recompensas. Lo importante es el amor de Dios que recibimos y el amor con que nosotros queremos corresponder. Con Dios no podemos andar con medidas de pagos humanos, porque siempre Dios será mucho más generoso que lo que nosotros podamos pedir o exigir. Mucho tendríamos que reflexionar por este camino.
Que no tenga que decirnos, pues, a nosotros el Señor, ‘¿cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?’ Mucho podemos y tenemos que hacer en la viña del Señor.

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