martes, 10 de agosto de 2010

Encendido en el amor alcanzó la gloria del martirio


San Lorenzo, mártir


2Cor. 9, 6-10;
Sal. 111;
Jn. 12, 24-26

Como nos dice san Agustín en uno de sus sermones, ‘la Iglesia de Roma nos invita hoy a celebrar el triunfo de san Lorenzo, que superó las amenazas y seducciones del mundo, venciendo así la persecución diabólica’. Efectivamente estamos celebrando hoy a san Lorenzo, como decíamos en la oración litúrgica, ‘encendido en tu amor se mantuvo fiel a tu servicio y alcanzó la gloria en el martirio’.
San Lorenzo era diácono del Papa San Sixto II a quien celebramos hace pocos días, y que le precedió en el martirio junto con otros diáconos. Era Diácono, es decir, servidor de la Iglesia y servido en especial de los pobres. En las actas de su martirio se habla de que cuando el juez le pedía que le entregara los bienes de la Iglesia, sabiendo que él era su administrador, lo que hizo Lorenzo fue presentarle a los pobres de Roma a quienes atendía gracias a la generosidad del compartir de los fieles. Esa es la verdadera riqueza de la Iglesia, los pobres y el servicio que a ellos podamos prestarles.
De ello nos ha hablado la primera lectura de la carta a los Corintios. ‘El que da de buena gana lo ama Dios’. Es el amor que sentimos de Dios y el amor con que nosotros le respondemos amando a Cristo de manera especial en nuestros hermanos los pobres y los que sufren.
Y celebramos a san Lorenzo por su martirio. Como decíamos, varios días antes fue decapitado en un cementerio romano el Papa Sixto y otros cuatro diáconos. Lorenzo sufrió fuertes tormentos hasta ser quemado su cuerpo. De ahí los signos de la parrilla que acompañan a su imagen. Como dicen las actas del martirio, Lorenzo exclamaba: ‘Yo adoro a Dios y sólo a El le sirvo. Por esto no temo los tormentos’.
San Cipriano que da cuenta de estos mártires podía apoyarse en el testimonio de ellos para invitar a los cristianos ‘a la lucha espiritual; de tal suerte que cada uno de nosotros no piense tanto en la muerte como en la inmortalidad, y que, consagrados a Dios con todas las energías de su fe y de su entusiasmo, sientan antes la alegría que el miedo a la hora de la confesión de la fe en el martirio, en la que saben que los soldados de Dios no reciben la muerte, sino antes bien, la corona’. Por eso decíamos antes al recordar la oración litúrgica de esta fiesta ‘encendido en tu amor alcanzó la gloria del martirio’.
A nosotros tiene que valernos también el testimonio glorioso de los mártires. Necesitamos sentirnos fortalecidos en nuestra fe en medio de nuestro mundo, donde algunas veces nos cuesta dar nuestro testimonio de cristianos. Qué hermoso cuando vemos a personas que dan testimonio valiente de su fe, que no se avergüenzan de manifestarse creyentes y cristianos convencidos. Estos días leía en la prensa un hermoso comentario de cómo cierto político en un acto público se manifestó abiertamente como creyente y como cristiano. Hacen falta esos testimonios que desgraciadamente no vemos prodigarse mucho en personajes de la vida pública porque parece que todos están siempre como queriendo nadar y guardar la ropa, y hacen sólo lo que ahora llaman lo políticamente correcto.
Pero el mundo nos necesita, el mundo necesita testigos de la fe, testigos de Cristo. Y ese testimonio tenemos que darlo nosotros, aunque nos cueste. Sabemos que con nosotros está el Señor; El nos ha dejado la fuerza de su Espíritu, que es Espíritu de fortaleza, de valor, de entusiasmo y de alegría por nuestra fe.
Que san Lorenzo interceda por nosotros; que tomemos su ejemplo y sintamos su protección. Que tengamos su valentía. Que sepamos encendernos en el amor de Dios hasta caldear totalmente nuestro espíritu para llevar el fuego de Dios a nuestro mundo.

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