domingo, 27 de junio de 2010

Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén, se puso en camino y nos invita a seguirle


1Reyes, 19, 16. 19-21;
Sal 15;
Gál. 5, 1. 13-18;
Lc. 9, 51-62

‘Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén’. Y se puso en camino. Un camino, una subida, una ascensión. Así nos lo va presentando el evangelio de Lucas. Así nos va invitando Jesús a ir con El, a ponernos en camino, a seguirle. Eso es ser su discípulo.
Pero ponernos en camino y seguirle es algo serio. Nos va explicando cómo es ese camino, sus exigencias, sus gozos y sus esperanzas, cuál es la plenitud a la que nos llama. No de cualquier manera nos ponemos en camino. Piensa en quien va a hacer un viaje; piensa en quien va a hacer una peregrinación; piensa en quien, por ejemplo ahora que estamos en el año jacobeo, se dispone a hacer el camino de Santiago. Necesitamos llevar lo esencial, liberarnos de pesos muertos que nos aten o retarden en ese caminar, conocer bien la ruta y la meta a donde vamos.
Jesús nos va explicando en la ocasión de los que se ofrecen generosos a seguirle o a aquellos a los que El llama e invita, cuales son esas exigencias o esas disposiciones necesarias. Es seguir a Jesús porque queremos ser sus discípulos o porque El nos llama a una entrega distinta, más intensa, porque nos quiere tener junto a El en su misma misión. Pero todo aquel que se llame cristiano es un discípulo que está dispuesto a seguir a su maestro.
De entrada vemos que va a haber dificultades, porque envía a algunos por delante y no fueron recibidos, no fueron aceptados. ‘No los recibieron porque iban a Jerusalén’, dice el evangelista de las razones por las que aquellos samaritanos no los recibieron. Una reacción, hacer bajar fuego del cielo para castigarlos, pero Jesús se los lleva a otro lugar. No todos van a comprender el camino, o que nosotros hayamos tomado la decisión de hacer ese camino. Pero no nos debe importar. Hay mucha gente en la sociedad que nos rodea que no termina de entender el evangelio y lo que significa el seguimiento de Jesús y nos llevan la contra o nos hacen la guerra. Aunque sintamos la tentación no nos llenemos nunca de violencia para responder a quienes no terminan de entendernos.
Algunos se ofrecen voluntarios – ‘te seguiré adonde vayas’ - con una bonita disponibilidad pero esa disponibilidad exigirá un vaciamiento de sí, un desprendimiento interior pero también de otros apegos o deseos, aunque cueste. ‘Las zorras tienen madriguera, les dice Jesús, y los pájaros nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza’. No seguimos a Jesús para que las cosas nos sean más fáciles o para obtener unos privilegios o unas seguridades. Ponernos en camino para seguir a Jesús es dejarnos conducir por El, por la fuerza de su Espíritu; es dejarnos hacer por la novedad del Espíritu y eso exige una generosidad y una disponibilidad total.
Jesús invita, pero invita a la vida, a que tengamos vida y a que busquemos la vida, no la muerte. Es el anuncio del Reino que El nos hace y al que nos invita. Es a construir a lo que el Señor nos llama y cuánto de bueno, de vida podemos y tenemos que hacer. Por eso nos dirá que dejemos que los muertos entierren a sus muertos.
Y seguir a Jesús es entrar en un camino de libertad y de amor, como nos dice hoy la carta a los Gálatas. ‘Para vivir en libertad Cristo nos ha liberado…’ Y cuando sentimos que Cristo nos ha liberado qué felices somos, qué dicha sentimos en el alma. Por eso termina diciéndonos el apóstol que nos ha liberado para vivir en el amor. ‘Sed esclavos unos de otros por amor’. Amándonos así seremos felices y haremos felices a los demás.
Y finalmente nos quiere decir que caminemos siguiendo sus huellas siempre. Y para seguir sus huellas no podemos andar en la vida distraídos con muchas cosas, o con añoranzas de cosas que dejamos atrás, o cosas de otros tiempos. ‘El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás no vale para el Reino de Dios’.
Tenemos que arriesgarnos, tenemos que quemar nuestras naves antiguas. Recordamos aquel hecho de la historia en que el valiente capitán y conquistador para que sus leales soldados no tuvieran la tentación cuando viniera lo difícil de volverse atrás quemó las naves. Así había que seguir siempre adelante, hacia la meta. Bueno, en la primera lectura hemos visto que Eliseo cuando el profeta le invita a seguirle, con la yunta de bueyes de su trabajo ofrece un sacrificio y da de comer a toda su gente. Así se desprendía de todo. Así nada le ataba ya para seguir al profeta y cumplir con la misión que ahora se le encomendaba de ser profeta también.
Hay ocasiones en que andamos con miedos a la hora de decidirnos por vivir con radicalidad el seguimiento de Jesús. Nos cuesta ponernos en camino con decisión. Queremos como hacernos algunas reservas por si acaso. Pero en el camino del seguimiento de Jesús no nos valen las mediocridades, las medias tintas, las añoranzas de cosas pasadas. Con El tenemos que darlo todo, darnos totalmente y con generosidad.
Pero cuando nos decidimos de verdad por seguir a Jesús y nos entregamos con valentía a vivir los valores que nos enseña en el evangelio, y vivimos nuestro amor con generosidad, y nos arrancamos de nuestros apegos y egoísmos, al final sentimos la satisfacción más honda, la alegría más completa. Porque en Jesús sentimos que nuestra vida se llena de plenitud, de felicidad de la buena, de la verdadera. Qué felices somos cuando nos damos y hacemos el bien. Decíamos que seguir el camino de Jesús no es para la muerte sino para la vida. Y El nos hace felices de verdad.
Jesús se puso en camino, va delante de nosotros. Pongámonos en camino nosotros también con decisión, con valentía, con generosidad, con mucho amor. ‘Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha… por eso se me alegra el corazón y se gozan mis entrañas…’ Sintamos ese gozo en el Señor.

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