martes, 23 de marzo de 2010

Cuando levantéis al Hijo del Hombre…

Núm. 21, 4-9;
Sal. 101;
Jn. 8, 21-30


‘¿Quién eres tú?’ le preguntan los judíos a Jesús. No terminan de entenderle. Jesús les está dando a entender realmente quien es, pero no comprenden.
‘Yo me voy y me buscaréis… donde yo voy no podéis venir vosotros… vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo…’ Se quedan sólo en una mirada humana y terrena y Jesús es algo más.
‘Cuando levantéis al Hijo del Hombre sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado…’ Jesús está hablando de su pasión. Ha de ser levantado en lo alto. Desde allí nos atraerá a todos. Allí es donde lo vamos a conocer de verdad.
Recuerda la serpiente que Moisés levantó en el desierto como un signo, como uña señal para verse libres de la mordedura de las serpientes. Como lo hemos escuchado hoy en la primera lectura. En varias ocasiones aparecerá este signo en el evangelio. Lo dijo tras el encuentro con Nicodemo. Ahora nos lo vuelve a repetir. Es un anuncio de su pasión.
‘¿Quién eres tú?’ se preguntaban los judíos. Ahí levantado en lo alto de la Cruz, en su pasión y muerte lo vamos a conocer. Podría ser un escándalo que nos dispersase, pero el va a ser levantado en lo alto como la gran señal de salvación, porque es la señal del amor de Dios hasta lo infinito para salvarnos y perdonarnos.
A los judíos les costará entender ese sacrificio de Dios hecho hombre, igual que los gentiles lo considerarán una necedad. Pero ya nos dice san Pablo que esa es nuestra gloria y nuestra sabiduría. Es la sabiduría de Dios, que es la sabiduría del amor. Es lo que tiene que ser también nuestra sabiduría porque en ese amor hasta lo último vamos a encontrar trascendencia, vamos a encontrar salvación.
Ahí, pues, en esa entrega en lo alto de la Cruz podremos llegar a conocer de verdad a Jesús, podremos conocer hondamente lo que es el amor de Dios, podemos conocer a Dios.
La cruz no será, entonces, maldición, sino bendición y salvación. Porque en la cruz estamos contemplando al Hijo de Dios. En la cruz estaremos encontrando respuesta a esa pregunta que se hacían los judíos, ‘¿tú quién eres?’
Pero entenderemos también que ese tiene que ser nuestro camino si seguimos a Jesús. Cuando llegamos a conocer a Jesús nos sentiremos cautivados por su amor. Por eso ya lo que haremos será querer parecernos a El, hacernos como El. Ya nos lo repite El en el evangelio, ‘el que quiera seguirme…’ No ha de hacer otra cosa que lo que hizo Jesús, seguir los pasos de Jesús.
Tomar la cruz, aprender a amar como Jesús, saber darnos y entregarnos sin ningún límite como El lo hizo.

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