lunes, 4 de enero de 2010

Maestro ¿dónde vives?

1Jn. 3, 7-10
Sal. 97
Jn. 1, 35-42


Maestro, ¿dónde vives?’ fue la pregunta de Andrés y Juan. Habían escuchado al Bautista señalar a Jesús: ‘Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo…’ Eran discípulos de Juan y en ellos estaba también la inquietud, la esperanza de la pronta venida del Mesías que Juan anunciaba como inminente. Por eso se van con Jesús y le hacen esa pregunta.
¿Preguntaban por un lugar, por una casa? Realmente había visto a Juan que vivía en el desierto y la austeridad de su vida. Pero aquel era el lugar del Bautista, allá en el desierto, junto al Jordán. ¿Cuál era el lugar de Jesús? ¿Cuál era el estilo de Jesús? ¿Cuál era su mensaje? La pregunta de Andrés y Juan implicaba muchas cosas.
Un día Jesús diría a alguien que se ofreció voluntario para seguir a Jesús. ‘Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas… las raposas tienen madriguera, las aves del cielo nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza’, fue la respuesta a aquel que tan voluntariamente quería seguirle. Seguir a Jesús tiene sus exigencias.
No tenía donde reclinar su cabeza… lo hemos contemplado en estos días de la celebración de su nacimiento. ‘No había para ellos sitio en la posada’ de Belén. No había lugar para el nacimiento de un niño en aquella posada y allá se fueron Maria y José al establo de los animales y recostado en un pesebre lo encontrarían los pastores avisados por el ángel.
Como peregrino, emigrante o casi como desterrado tendrían que irse María y José con el Niño a Egipto, huyendo de Herodes que buscaba al Niño para matarlo. Otra vez sin tener donde reclinar la cabeza, como esos inmigrantes que nos llegan a nuestras costas buscando una vida mejor. ¡Qué parecido entre aquel Jesús que nace en Belén, huye a Egipto buscando salvar la vida, y estos emigrantes de hoy día, como los de todos los tiempos! Bueno es recordarlo para que quizá surjan actitudes nuevas en nuestro corazón.
No le conoceremos a Jesús sitio fijo para habitar a lo largo de su vida pública una vez que saliera de Nazaret. ¿En casa de Simón en Cafarnaún? Y cuando iba de pueblo en pueblo por los caminos de Galilea y de Palestina toda, ¿dónde reclinaba su cabeza? Cuando venía a Jerusalén algunas veces le veremos acogido en Betania en casa de Lázaro, Marta y María tan hospitalarios, pero seguramente que muchas veces los campos cercanos a la ciudad, como las laderas de Getsemaní o el monte de los Olivos serían lugares donde guarecerse, porque allí sabía Judas que iba a encontrarlo. Le veremos a la mesa de Simón, el fariseo, o de Zaqueo, el publicano, o Mateo que le ofrece un banquete, pero de resto peregrino dejándose acoger por los demás como El nos acoge a todos.
Maestro, ¿dónde vives?... Venid y lo veréis… y se fueron con El’. Estar con Jesús, vivir con Jesús es ponerse en camino. Porque estar con Jesús es seguirle. Estar con Jesús significa desprendimiento. Estar con Jesús, vivir con Jesús es disponerse para una vida nueva. ‘Venid, y lo veréis…’
Preguntamos quizá nosotros también ‘Maestro, ¿dónde vives?’ porque quizá buscamos seguridades, apoyos humanos. Pero tenemos que hacerle esa pregunta a Jesús sin miedos, con generosidad en el corazón. ‘Venid y lo veréis’, nos responde también a nosotros Jesús. Cuando aprendamos a ponernos en camino le conoceremos, seremos auténticos discípulos.

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