domingo, 31 de enero de 2010

Las reacciones ante Jesús y nuestra fe en El a pesar de las oscuridades


Jer. 1, 4-5.17-19;
Sal. 70:
1Cor. 12, 31-13, 13;
Lc. 4, 21-30


‘Todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios…’ y luego al oír lo que Jesús les decía ‘todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba el pueblo con intención de despeñarlo’.
Nos puede parecer incomprensible que tan pronto pasaran de la aprobación y admiración a los recelos y desconfianzas hasta terminar en el rechazo más grande de querer despeñarlo por un barranco. Primero era el orgullo de que era un hijo del pueblo, ‘¿no es éste el hijo de José?’, pero como quizá pronto comprendieron que Jesús ni estaba en la búsqueda de alabanzas y de orgullos patrióticos ni tampoco por ser el taumaturgo que les contentara sus deseos, fue el cambio tan radical que tuvieron. Como dirá el evangelio en otro lugar ‘allí no hizo Jesús ningún milagro por su falta de fe’.
Podíamos decir que Jesús no se deja manipular por los fervores de sus convecinos; les da a entender que la salvación que El les ofrece – y bien explicado está en el texto de Isaías que acaba de proclamar – va más allá de unos privilegios para las gentes de su pueblo, porque tiene un alcance universal. ‘Sin duda me recitaréis aquel refrán: médico, cúrate a ti mismo y haz aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún’. Y para que lo comprendan les recuerda a Elías y a Eliseo; en tiempos de hambre en Israel, uno dio de comer a una viuda de Sarepta, del territorio de Sidón, luego no judía, y el otro curó a Naamán, el sirio, mientras ‘muchos leprosos había en Israel’.
Nos está manifestando este texto la libertad con que Jesús hablaba. Lleno del Espíritu de Dios proclamaba la Buena Nueva y la salvación para todos. Sin embargo, lo veremos repetido en el evangelio, no todos comprenden esa Buena Nueva y esa Salvación que Jesús proclama.
¿Comprenderemos nosotros? ¿Buscaremos también en Jesús palabras que nos halaguen y contenten o aceptaremos en toda su profundidad y radicalidad la Buena Nueva que Jesús nos ofrece? Muchas veces quizá nos vemos turbados porque nos decimos que somos buenos y hacemos tantas cosas, pero luego no nos faltan los problemas, las cosas no nos salen bien o estamos llenos de dolores y sufrimientos. ¿Buscaremos quizá en nuestra fe en Jesús un refugio que nos inmunice o nos libere de los problemas con que nos vamos encontrando en la vida? Cuantas veces hemos dicho quizá que el Señor no nos escucha porque no nos hace lo que pedimos y cómo nosotros se lo pedimos.
Ante las cosas que nos suceden, las cosas malas que vemos a nuestro alrededor o tantas calamidades que llevan el sufrimiento a mucha gente, tenemos también la tentación de rebelarnos y preguntarnos dónde está Dios. Seguramente es una pregunta que estos mismos días nos hemos podido hacer cuando contemplamos catástrofes como las acaecidas en el terremoto de Haití. Y esto les puede llevar a muchos a un rechazo o a una pérdida de la fe.
Ha aparecido en una de tantas fotografías de Haití que estos días hemos podido contemplar la imagen de un Crucificado en una de esas Iglesias también destruidas por el terremoto caído en medio de los escombros y todo roto y destrozado. Es una hermosa imagen que puede decirnos mucho. Ahí en medio de tanto dolor, tanta muerte y sufrimiento, de tanta desesperación e impotencia, también está Cristo.
Es el Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, roto y destrozado en una cruz por nosotros. En ese dolor, en ese sufrimiento está Cristo que ha asumido también nuestro dolor y nuestro sufrimiento. Así tenemos que verlo al lado de nuestro camino, con nuestras debilidades y nuestros sufrimientos, con nuestros problemas y también con nuestras carencias. Cristo está con nosotros. El es en verdad nuestra vida y salvación. Nos costará verlo en ocasiones, pero por nuestra fe sepamos descubrirlo y sentirlo.
Quería hacer una referencia también a lo que hemos escuchado al profeta Jeremías. Nos habla de su vocación y de su misión. ‘Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombre profeta de los gentiles’. No fue fácil al profeta cumplir su misión porque continuamente se encontraba con el rechazo del pueblo a la Palabra del Señor que él pronunciaba; rechazo que incluso puso en peligro su vida en más de una ocasión.
‘Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando… no les tengas miedo… yo te convierto hoy en plaza fuerte, columna de hierro, muralla de bronce frente a todo el país… lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte’. Ahí encontraba el profeta su fortaleza para anunciar la Palabra de Dios.
Es un texto que al escucharlo hoy en la liturgia como primera lectura en el que está clara la referencia a Jesús. Pero tendríamos que decir también a la fortaleza de nuestra fe. Nada tendría que apartarnos de nuestra fe en Jesús. Nada tendría que debilitar nuestra fe.
Creemos en Jesús no porque busquemos en El palabras halagadoras o complacientes, ni porque ansiemos el milagro fácil que nos libere de nuestros problemas. Creemos en Jesús y, aún en medio de las oscuridades e interrogantes que nos puedan surgir desde nuestro sufrimiento o el sufrimiento de los demás, lo contemplamos a El en la cruz y caminando a nuestro lado para ser luz y fortaleza para nuestra vida. Creemos en Jesús y con la fuerza de su Espíritu luchamos por los demás, nos comprometemos con ellos, y queremos que la salvación total de Jesús llegue a todos. Creemos en Jesús y queremos seguirle en el camino de amor, que nos haga incluso olvidarnos de nosotros mismos porque así es el amor verdadero.
Y ya que hablamos del amor, y hemos escuchado en la segunda lectura el hermoso himno de la caridad de la carta de san Pablo a los Corintios, quizá tuviéramos que hacernos una breve consideración. Nos admiramos de la belleza de este himno y en muchas ocasiones nos agrada leerlo o escucharlo, pero ¿tratamos seriamente de vivir en nuestro amor y en nuestra relación con los demás todas esas características que nos descubre? ¿es así de delicado, de paciente y de humilde, de comprensivo y de infinito nuestro amor por los que están a nuestro lado?

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