viernes, 4 de septiembre de 2009

Un Himno de Amor a Cristo nuestro principio y nuestra plenitud

Col. 1, 15-20
Sal.99
Lc. 5, 33-39


Cuando amamos a alguien de verdad y cada día lo vamos conociendo más y más profundizando en intimidad y amor, cuando tenemos que hablar de esa persona buscamos las mejores palabras que expresen lo que esa persona es para nosotros y toda la hondura que en él hayamos descubierto. Es lo que los enamorados hacen en sus poemas y canciones de amor.
Nosotros amamos a Jesús y cada día vamos profundizando en el conocimiento del misterio de su vida y de su persona, vamos ahondando en el amor que le tenemos y llegamos a tener una intimidad profunda con El a través de nuestra oración. Cuando queremos hablar de Jesús ya no lo hacemos reduciéndonos a contar simplemente aquellas cosas que hizo en el evangelio, sino que partiendo de ese conocimiento también buscamos las mejores y más hondas palabras para expresar todo lo que significa en nuestra vida y todo lo que es el misterio de Dios que en El se manifiesta. Lo llamamos reflexión teológica – hacemos teología – o son también esos himnos cristológicos que incluso utilizamos como cánticos en las celebraciones de la liturgia.
Hoy en la carta a los Colosenses nos encontramos con uno de esos himnos cristológicos que nos recoge san Pablo en sus cartas, como en la de los Filipenses o la de los Efesios. Quiere expresar todo el misterio de Cristo que es el misterio de su amor por nosotros. Casi no se tendría que hacer comentario alguno sino simplemente dejarnos llevar por nuestro corazón y nuestro amor a la hora que lo vamos recitando en la liturgia o lo escuchamos, como hoy, en la proclamación de la Palabra de Dios.
Subrayemos algunas de las cosas que se expresan en este bello texto. ‘Cristo Jesús es imagen de Dios invisible’, comienza diciéndonos. Y recordamos lo que El nos ha dicho en el evangelio. ‘Quien me ve a mí ve al Padre’, le respondía a la pregunta de uno de los discípulos en la última cena. ‘Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiere revelárselo’, nos dirá en otro lugar, Cristo Jesús es esa revelación de Dios, el Emmanuel, el Dios con nosotros. Viéndolo a El estamos viendo a Dios, poseyéndole a El estamos dejándonos inundar por el misterio de Dios.
Lo llama luego ‘primogénito de toda criatura y primogénito de entre los muertos’. El Hijo Unigénito de Dios, ‘engendrado no creado’ como decimos en el Credo. Pero que en cuanto que se ha hecho hombre, se ha encarnado, murió por nosotros, pero es el vencedor de la muerte por su resurrección. Es ‘el primero’, porque es la primicia, el que va delante de nosotros par que nosotros sigamos su camino, pero también porque El es el Señor, el único Señor. ‘Dios lo resucitó de entre los muertos constituyéndolo Señor y Mesías’, que diría San Pedro en el discurso de Pentecostés.
‘Todo fue creado por El y para El’, nos dice ahora san Pablo. Y san Juan en el principio del Evangelio nos hablará de ‘la Palabra que estaba junto a Dios y que es Dios, por medio de la cual se hizo todo y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho’
‘El es Cabeza del Cuerpo: de la Iglesia’, y nos recuerda todo lo que Pablo nos hablará del misterio del Cuerpo Místico de Cristo en la carta a los Corintios. Todos formamos un solo cuerpo y Cristo es la Cabeza. Y a El tenemos que estar unidos, porque en El es como conformamos ese único Cuerpo, que es Cristo mismo, y ‘sin El nada podemos hacer’, que nos dirá por otra parte en el Evangelio. ‘En El quiso Dios que residiera toda plenitud’.
Finalmente nos dice que es nuestra reconciliación y en El por la sangre derramada podemos alcanzar la paz para siempre. ‘En El quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su Cruz’. Lo que nos recordaría otros pasajes de las cartas de san Pablo.
Es quizá un poco denso lo que estamos reflexionando pero simplemente recogemos, comentando con otros textos de la misma Biblia, lo que san Pablo nos expresa en este hermoso Himno, este cántico a la larga de alabanza y de bendición a quien lo es todo para nosotros, quien es el centro y la razón de nuestra vida, porque es nuestra vida y nuestra salvación.

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