lunes, 6 de julio de 2009

El sueño de Jacob: Una escalinata, apoyada en la tierra, con la cima tocaba el cielo

Gén. 28, 10-22
Sal. 90
Mt. 9, 18-26


Un hecho muy significativo en la historia de Jacob. ‘Salió de Berseba en dirección a Jarán… llegó a un lugar donde se quedó a pernoctar porque ya se había puesto el sol, cogió allí mismo una piedra y se la puso como almohada y se echó a dormir en aquel lugar… y tuvo un sueño…’
Es normal en la historia de los grandes patriarcas de la historia de la salvación que Dios se les manifieste en la figura de ángeles, de caminantes que les salen al encuentro o de sueños, como es en este caso. Allí contempla la gloria de Dios en el sueño. ‘Una escalinata, apoyada en la tierra, con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella. El Señor estaba en pié sobre ella y dijo: Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac… yo estoy contigo; yo te guardaré donde quiera que vayas…’
Ese signo de los ángeles que bajaban y subía nos habla de esa cercanía de Dios que también se manifiesta en su presencia y en sus palabras. ‘Yo estoy contigo…’ No es el Dios lejano allá arriba en el cielo sino que ya se está manifestando el Dios que viene al encuentro del hombre, el que va a ser el Emmanuel, el Dios con nosotros cuya manifestación culminante será en Jesús.
Un día el hombre había querido levantar una torre tan alta que estuviera por encima de Dios. Recordamos la torre de Babel, de la confusión. En su orgullo y soberbia quisieron ser tan grandes que Dios no pudiera estar sobre ellos; por eso quisieron levantar esa torre tan alta. Pero la soberbia y el orgullo confunden al hombre y lo enfrenta consigo mismo y con los demás. La imagen de la confusión de lenguas y la dispersión es eso lo que quiere expresar. Pero hoy por el contrario vemos que es Dios el que tiene una escala para acercarse al hombre, para estar con El y para caminar a su lado.
Al despertar Jacob es conciente de la presencia de Dios y de que aquel lugar es un lugar santo. ‘Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía…’ Quiere dejar una señal y realizará un signo que será primera vez que aparezca en la Biblia, pero que será signo repetido. ‘Tomó la piedra que le había servido como almohada, la levantó como estela y derramó aceite encima’.
Aquel lugar sería para siempre un lugar santo. El signo de derramar aceite encima quedará como signo de consagración que veremos repetido en el Antiguo Testamento y que también lo realizaremos en el Nuevo Testamento. Ungido con aceite para significar una consagración. Lo que es ungido es considerado como cosa santa y sagrada. Es como una pertenencia de Dios y al mismo tiempo como una señal de la presencia de Dios. Ungido es el altar y el templo de Dios, ungidos son los sacerdotes y los reyes; y ungido por el Espíritu es Jesús, como se manifestará en el Bautismo en el Jordán o en el texto leído en la Sinagoga de Nazaret.
‘Sobrecogido añadió: Qué terrible es este lugar; no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo… y llamó a aquel lugar Betel, Casa de Dios; antes la ciudad se llamaba Luz’. Betel, la Casa de Dios. Sería un santuario muy importante en la historia de Israel y signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Muchas veces más aparecerá este lugar en la Biblia.
Todos estos signos y señales también nos pueden decir muchas cosas a nosotros hoy. Se nos habla de esa presencia de Dios, de esa unción del lugar santo. Recordamos que nosotros hemos sigo ungidos en nuestro Bautismo y Confirmación con el Espíritu Santo. Ungidos para ser también morada de Dios y templos del Espíritu. Ungidos para significar nuestra pertenencia al Señor y la santidad que ha de brillar en nuestra vida. Ungidos para ser santos. Es nuestra tarea y nuestra meta.
En todo momento y lugar podemos sentir, pues, la presencia de Dios, no como un Dios lejano, sino como un Dios que camina a nuestro lado. Pero es el Dios que nos quiere santos, que quiere morar en nuestro corazón y que seamos templos del Espíritu Santo. Vivamos esa santidad dejando que Dios venga a nosotros y nos inunde con su Espíritu, que es Espíritu de paz y de amor, que es Espíritu de comunión y de santidad.

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