martes, 30 de junio de 2009

Jesús está ahí y no nos falla a pesar de los huracanes de la vida

Gen. 19, 15-29
Sal. 25
Mt. 8, 23-27


‘Jesús subió a la barca y los discípulos le siguieron…’ Subimos a la barca con Jesús, queremos seguirle, El va delante de nosotros. Pero no significa que el camino o la travesía sea fácil.
‘De pronto se levantó un temporal tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; Jesús dormía…’ nos vamos a encontrar fuertes vientos o tempestades. Tenemos el peligro de tambalearnos, caer y hasta perecer. Se nos hunda la barca. Tentaciones de todo tipo que nos acechan. Cansancios, desganas, desilusiones, acosos, agobios, problemas de todo tipo que nos hacen perder la paz. Parece que vamos solos, o nos sentimos solos, débiles e indefensos.
Es el mundo que nos rodea que va por otros caminos e intentan atraernos con sus cantos de sirena. Es el desánimo o la desilusión que podamos sentir cuando las cosas no nos salen como nosotros querríamos. Es la realidad tan cambiante que vamos descubriendo donde se nos hace la ilusión que damos palos de ciego. Es la misma realidad de la iglesia, de los creyentes a nuestro alrededor que nos pudiera hacer pensar que no hay futuro claro para nosotros. ¿Cuántos somos? ¿cuántos quedamos?
O puede ser el mal que nos rodea y el vislumbrar, o al menos eso nos parece, que a los otros no les va tan mal a pesar de que ellos viven a su aire sin preocupaciones morales y religiosas y mientras nosotros queremos obrar bien, rectamente y podríamos parecer unos fracasados.
Nos gustaría ver acciones espectaculares de Dios que haga que la gente despierte y vuelva por los caminos buenos. ¿Estará dormido Dios? ¿Se ha olvidado de nosotros y nos ha dejado de la mano?
Pero, ¿no seremos nosotros los que estamos dormidos o no hemos sabido vivir la responsabilidad del momento? ¿no será que en otros tiempos nos dormimos en los laureles pensando que todos eran buenos, que todos eran cristianos, pero quizá abandonamos cosas importantes como un profundizar en nuestra fe y madurarla para saber dar respuesta, razón y sentido a lo que nos sucede? ¿seguimos los cristianos, la Iglesia con los ojos vendados para no ver la cruda realidad? Claro que lo que queremos es una acción espectacular de Dios que resuelva todas esas cosas. Es más cómodo que un compromiso serio por nuestra parte.
‘¡Cobardes! ¡Qué poca fe!’, nos grita también a nosotros, y ¿por qué no?, a la misma Iglesia. Seguimos dudando. Se nos cae el mundo encima con la sociedad tan cambiante en que vivimos y a la que no sabemos dar respuestas. Damos demasiadas cosas por presupuestas y eso nos hace estar ciegos e indefensos para responder a la realidad del mundo de hoy.
El Espíritu de Jesús puede devolvernos a la realidad. El Espíritu de Jesús quiere impulsar en nosotros esa nueva vida, una vida renovada, una vida joven y fuerte, con energía, con valentía para hacer ese anuncio que hemos de hacer. El Espíritu de Jesús nos guía y nos fortalece; nos da luz e ilumina nuestros pasos.
Tenemos que dejarnos conducir por el Espíritu para encontrar esos nuevos caminos; para despertar una fe dormida, si no muerta; para despertarnos y ver la cruda realidad y tengamos en consecuencia un verdadero espíritu misionero, para no quedarnos en recetas del pasado, sino sentir esa savia joven y renovadora del Espíritu en nosotros y en su Iglesia; para hacer que el Evangelio sea en verdad Buena Noticia hoy para gente post-cristiana que parece que vienen ya de vuelta de todo.
Jesús está ahí con la fuerza de su Espíritu. El no nos falla. El ha puesto el testigo en nuestras manos para que nosotros seamos testigos y luz en medio de las oscuridades de nuestro mundo. No podemos llenarnos de pesimismo por muchas que sean las tempestades y huracanes que nos aparezcan.

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