jueves, 25 de junio de 2009

Cumpliendo la voluntad del Padre realizamos el Reino de Dios y engrandecemos al hombre

Gén. 16, 1-12.15-16
Sal. 105
Mt. 7, 21-29


¿Cuáles son las obras que Dios nos pide? Creo que es importante que nos hagamos una pregunta así para saber bien a qué atenernos cuando nos decimos que somos personas religiosas o que somos tan cristianos como el que más. Y es importante tenerlo claro para ir a lo fundamental y hacer realmente lo que el Señor nos pide.
Con mi comentario no quiero entrar a hacer juicio contra nadie porque es a mí mismo al que me tengo que analizar y ver si realmente con lo que hago y con lo que es mi vida estoy respondiendo a lo que el Señor me pide.
Jesús nos señala dos cosas muy concretas hoy en el evangelio que hemos de tener en cuenta y que nos pueden dar pie para que analicemos muchas cosas. ‘No todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos…’ Y a continuación nos señala situaciones de gran actividad, incluso de cosas buenas – habla Jesús de profetizar en su nombre, echar demonios y hacer milagros, que podríamos traducir hoy en tantas y tantas actividades que podemos realizar, incluso en beneficio de los demás -, pero a lo que Jesús nos responderá diciendo: ‘No os conozco, alejaos de mi...’
En dos palabras: el que reduce todo a invocar continuamente el nombre de Dios sin preocuparse de hacer otra cosa, y al que convierte su vida en un activismo que podríamos llamar desenfrenado.
¿Qué contrapone Jesús a todo esto? ¿Qué es lo que realmente tendríamos que realizar? Nos habla Jesús de ‘cumplir la voluntad del Padre del cielo’. Y luego nos dirá ‘el que escucha estas palabras mías y las pone en práctica…’ Y nos pone a continuación el ejemplo del hombre prudente que edifica su casa sobre roca contraponiéndolo al necio e insensato que edifica sobre arena. Y ya sabemos que acabarán una y otra cuando venga la tempestad.
¿Cómo hemos de entender todo esto? En otro lugar del Evangelio - precisamente este mismo de san Mateo que estamos proclamando – nos invita a que pasemos a heredar el Reino prometido porque le dimos de comer al hambriento, de beber al sediento, vestimos al desnudo, visitamos y curamos al enfermo, etc… Pero la motivación honda será el cumplir la voluntad del Padre, escuchar a Jesús y poner en práctica su palabra. Como decimos en el padrenuestro: santificar el nombre de Dios, buscar el Reino de Dios, vivir el amor de Dios Padre presente en nuestra vida, y todo esto haciendo siempre su voluntad.
Ni una piedad que nos aleja de los demás desentendiéndonos de los otros, ni un activismo que nos haga olvidar a Dios para no tenerlo como principal motor de nuestra vida. El Reino de Dios no es hacer simplemente obras de justicia a favor de los demás, sino hacer todo eso porque sentimos y queremos que Dios sea el único Rey y Señor de mi vida y de la vida de los hombres. Porque siendo Dios nuestro único Señor lo que hacemos siempre es engrandecer al hombre.

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