sábado, 16 de mayo de 2009

Miramos a lo alto y no nos importan las piedras del camino

Hechos, 16, 1-10
Sal. 99
Jn. 15, 18-21


Cuando miramos a lo alto, porque allí tenemos la meta, no nos importan las piedras que encontremos en el camino. La meta nos eleva y nos da alas para superar todas las dificultades.
En la antífona del Aleluya al evangelio hemos escuchado palabras de san Pablo que nos decían: ‘buscad los bienes de allá arriba…’ Es que ya nosotros somos distintos, porque ‘hemos resucitado con Cristo’. No nos podemos quedar a ras de tierra, aunque caminemos con los pies sobre la tierra. Nuestro corazón y nuestra mente están puestos en lo alto. Allí ‘donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios’.
Habrá piedras en el camino, como habrá dificultades, trabajos, o incluso odio en contra nuestra. Pero nos sentimos seguros. Con nosotros está Cristo. El nos ha dejado su Espíritu. Y el Espíritu de Jesús nos guía, nos da fuerza, está a nuestro lado como luz en nuestro camino.
En la Palabra proclamada en este sábado vemos en la primera lectura cómo Pablo se deja conducir por el Espíritu allí donde el Señor quiere llevarle. Estamos escuchando ya el relato de su segundo viaje apostólico. Vuelva Pablo por algunas de aquellas comunidades que había dejado constituidas en su primer viaje, Iconio, Derbe, Listra. Pero será el Espíritu el que le vaya guiando, unas veces incluso impidiéndole que vaya a algunos lugares donde pesaba ir y otra señalándole nuevos caminos. ‘Como el Espíritu Santo les impidió anunciar la palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y Galacia… intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu no se los consintió… bajaron a Troas’. Allí Pablo tendrá una visión invitándole a ir a Macedonia, salta de Asia a Europa. Lo seguiremos escuchando en los próximos días.
En el evangelio está el anuncio que Jesús les hace a los discípulos de esas dificultades con las que se van a encontrar. Pero el ejemplo de Jesús nos estimula y nos da fuerza. ‘Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros…’ Jesús ha sido signo de contradicción, como anunciara el anciano Simeón en la presentación de Jesús en el Templo, y nosotros igualmente hemos de ser signos de contradicción en medio del mundo.
No nos van a entender. Querrán acallar nuestra voz. Nos rechazarán o querrán incluso ridiculizarnos. Ha sido lo que la Iglesia, los cristianos hemos vivido a través de todos los tiempos y también vivimos hoy. Y es que nosotros no nos podemos dejar arrastrar por la corriente del mundo. Tenemos una fe y esa fe hemos de proclamar. Creemos en Jesús y no nos podemos avergonzar. Hay unos principios para nuestra vida que dimanan del evangelio y a ello hemos de ser fieles. Nadaremos a contracorriente porque el mundo piensa de otra manera, pero nos hemos de sentir seguros en nuestro caminar.
Cuantos nos dicen que la iglesia tiene que adaptarse a los tiempos modernos, pero lo que nos están queriendo decir es que tendríamos que renunciar a cosas que son fundamentales en nuestra fe y en el espíritu del Evangelio. Y en eso no nos podemos adaptar. Seremos una voz discordante y por eso querrán quitarnos el derecho a que podamos hablar y expresar lo que es nuestro sentido de la vida. Hoy todos se creen con derecho a trazar las líneas de la moralidad de la vida y a la Iglesia no se le quiere permitir que proclame sus principios. Cosas así escuchamos cada día en los noticieros de televisión o de la radio.
‘Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándonos del mundo, por eso el mundo os odia’, nos dice hoy Jesús en el evangelio. Caminamos en este mundo, pero nuestras metas, nuestros ideales, nuestros principios, nuestro sentido de la vida y el estilo de caminar no es el del mundo, sino el de Jesús. Y a eso tenemos que ser fieles.
No importan las piedras que nos pongan para hacernos tropezar, porque nuestra meta esta alta y no nos arrastramos a ras del suelo. Y con nosotros está el Espíritu del Señor que es nuestra fuerza y nuestra vida.

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