domingo, 25 de enero de 2009

Ardor misionero como san Pablo para un nuevo anuncio de la Buena Noticia


Hechos, 22, 3-16;

Sal. 116;

1Cor. 7, 29-31;

Mc. 16, 15-18


Tres palabras en las que condenso el mensaje de la celebración de este domingo: Llamada, elección y misión.

Con motivo del año paulino que estamos celebrando en el dos mil aniversario del nacimiento de san Pablo, la liturgia nos permite en este domingo celebrar la fiesta de la conversión del Apóstol. Se ha querido celebrar este año paulino y recordar su nacimiento por cuánto de ejemplo y estímulo nos puede servir el camino del apóstol para nuestro camino cristiano, sigue siendo su vida y su apostolado un aliciente la el desarrollo de la misión de la Iglesia siendo además que su mensaje tanta importancia tiene para la Iglesia, recogido como está en las numerosas cartas suyas contenidas en el canon de los libros sagrados del Nuevo Testamento.

Decíamos tres palabras: Llamada. ‘En el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’ Una llamada que entable un diálogo ‘¿Quién eres, Señor?....Yo soy Jesús Nazareno, a quien tu persigues…¿Qué debo hacer, Señor?... Levántate, sigue a Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer’. Una llamada, pues, para emprender un camino nuevo. Y ya conocemos bien su recorrido. Una llamada que se corresponde con una respuesta. ‘¿Qué he de hacer?’ y que se trasformará en un compromiso.

Elección. ‘El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad…’ Aquel que hasta entonces había sido perseguidor de los cristianos, Dios le tenía reservada una misión. Era un elegido del Señor, un vaso de elección. Así son los caminos del Señor.

Una misión. Te ha elegido para que vieras al justo y oyeras su voz, porque vasa ser testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído…’ Pablo iba a ser el Apóstol de las gentes, el gran misionero del mundo. Muchas veces hemos reflexionado sobre lo que fueron sus viajes, sus cartas, toda su obra misionera.

Es admirable la tarea misionera de San Pablo. Los inmensos caminos que tuvo que recorrer para ir de ciudad en ciudad anunciando el evangelio de Jesús. No era tarea fácil, no sólo por los extensos recorridos con sus peligros, sino porque hemos de tener en cuenta por una parte el mundo judío tantas veces hostil por una parte, y por otra el mundo pagano al que se enfrentaba con un mensaje nuevo y distinto. Llevaba una Buena Noticia, una Buena Nueva de salvación que muchas veces no era entendida y también muchas veces rechazada. Pero ahí estaba el coraje del Apóstol impulsado por el Espíritu para realizar su misión. Para todos era esa Salvación que Jesús nos había ganado y que el Apóstol anunciaba.

Yo me atrevo a comentar que, aunque veamos toda la amplitud de la tarea que realizó san Pablo en medio de aquel mundo pagano, no significa que todos en un principio se convirtieran a su paso. El iba dejando pequeñas comunidades en aquellas ciudades donde iba anunciado el evangelio – comunidades que realmente eran bien pequeñas en la mayoría de las ocasiones y sujeta a persecuciones como las que él mismo sufrió – pero sí tenemos que considerar cómo él contagiaba de su espíritu misionero a aquellos nuevos cristianos que continuaban su labor para que la comunidad fuera creciendo más y más y así se fuera difundiendo el evangelio.

Podríamos hacer una cierta comparación entre la misión del Apóstol en su tiempo y lo que es la misión que hoy la Iglesia, que hoy nosotros tenemos que realizar también en nuestro mundo de anuncio de la Buena Noticia de salvación. Quizá alguien podría preguntarse serán más fáciles o más difíciles nuestros tiempos o los tiempos del Apóstol. Mundo pagano era el que tuvo que evangelizar el apóstol con toda su dificultad, pero yo diría que hoy no es menos, porque vivimos en una sociedad que no sé si llamarla postcristiana o neopagana; tenemos que reconocer que aunque muchas veces hablemos de millones y millones de cristianos y católicos por todo el mundo, hemos de pensar, sin embargo, en esa tarea de nueva evangelización a realizar en estos lugares que llamamos cristianos, pero donde muchas veces se ven tan lejanos los valores del evangelio. Muchos bautizados tenemos que reconocer, pero poco evangelizados en su mayoría y a lo que hay que añadir cuantos estando bautizados han abandonado no sólo todo sentido cristiano sino incluso todo sentido religioso viviendo un nuevo paganismo o un ateismo práctico.

Grande es la tarea que tiene que realizar la Iglesia de nuestro tiempo, no sólo para llegar hasta los países o lugares más lejanos, sino para hacer ese anuncio nuevo del evangelio en los países llamados de tradición cristiana. Necesitamos del ardor del apóstol, de su entusiasmo y de su esperanza para empeñarnos de verdad en esa tarea evangelizadora. Decíamos antes que san Pablo supo contagiar de su espíritu misionero a aquellas pequeñas comunidades que iba constituyendo en los lugares por donde pasaba. Necesitamos nosotros también de contagiarnos de ese espíritu misionero para no contentarnos con lo que tenemos, para que no se adormezca nuestra fe, para que crezcan en vitalidad nuestras comunidades y toda la Iglesia.

El evangelio tiene que seguir siendo Buena Noticia de salvación para los hombres de hoy. Y en nuestro ardor misionero tenemos que saber buscar también todos los medios a nuestro alcanza para hacer ese anuncio y que llegue y sea entendido por todos los hombres. Tenemos que emplear los medios que la tecnología moderna nos ofrece para que como Pablo seamos ante el mundo testigos de lo que hemos visto y oído.

San Pablo vivió una experiencia intensa de encuentro con el Señor en el camino de Damasco y de ahí arrancó todo ese impulso para recorrer el mundo anunciando a Jesús. Es importante, pues, que también nosotros vivamos esa experiencia de encuentro con Cristo resucitado para así sentirnos igualmente llamados, elegidos y enviados con esa misión evangelizadora a ese mundo en el que vivimos. ‘Id al mundo entero y proclamad el Evangelio’, seguimos escuchando hoy igual que dijo Jesús a los Apóstoles.

Podría ser un fruto de la celebración de este día que sintiéramos de nuevo en nuestro corazón ese ardor misionero. Tendría que ser también un fruto para la Iglesia de este año paulino que estamos celebrando.

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