viernes, 25 de julio de 2008

un faro de luz que nos impulsa a ser testigos


Santiago apóstol un faro de luz
que nos impulsa a ser testigos
Hechos, 4, 33. 5, 12. 27-33. 12, 2
Sal. 66
2Cor. 4, 7-15
Mt. 20, 20-28

‘Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo... Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo que Dios da a los que los obedecen... Ellos al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos, y el rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan...’
La luz hace daño al que quiere permanecer en la oscuridad de las tinieblas. Y ese rechazo de quienes no querían la luz condujo a Santiago hasta el martirio. Podíamos decir que este texto de los Hechos de los Apóstoles es el acta de un martirio. Es la muerte de un testigo. El martirio del Apóstol Santiago, a quien hoy celebramos.
Un testigo es eso, un faro de luz, una estrella que brilla y nos señala la verdad. Testigo es el que da testimonio de una verdad que ha visto y que ha vivido. Por eso decimos que es un faro de luz. Nos ilumina la verdad, nos lleva a la luz, nos descubre un sentido y un valor. El testigo nos señala una ruta y un camino que, en nuestro caso, siempre nos conducirá hasta Jesús.
‘Testigos de esto somos nosotros...’ decían los apóstoles cuando hablaban de Jesús muerto y resucitado y cómo en la muerte y resurrección de Jesús está nuestra salvación, está el perdón y la gracia, está la vida nueva de la salvación.
Santiago, el hijo del Zebedeo, a quien hoy celebramos, es un testigo. Fue testigo de todo lo que Jesús hizo y dijo, desde aquel día en que fuera llamado por Jesús a la orilla del lago para ser pescador de hombres, dejando las redes, la pesca, la barca para seguir a Jesús.
Testigo extraordinario de algunos momentos especiales de la vida de Jesús, porque El quiso llevarlo a lo alto del Tabor, a la casa de Jairo y a la profundidad de la agonía y la oración de Getsemaní, anuncio en los tres casos de resurrección y redención.
Testigo sería de la resurrección del Señor dando testimonio con mucho valor hasta llegar al sacrificio supremo del martirio.
Testigo había sido en el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra, que la tradición nos lo sitúa en nuestras tierras españolas.
Y testigo ha seguido siendo para nosotros en nuestra tierra, cual una estrella que brillara en medio del campo, para alentar la fe de los que aquí en tierras españolas peregrinamos. Precisamente el lugar en el que veneramos su tumba así se llama Compostela, el campo de la estrella. Todo relacionado con el ser testigo y faro de luz.
La celebración de la fiesta del Apóstol a eso nos está invitando. Hacer ese camino de fe guiados por su luz. Camino de fe que nos tiene que llevar siempre hasta Jesús. El camino de Santiago, el camino que conducía desde toda Europa hasta el sepulcro del Apóstol a través de los siglos se convirtió para muchos en camino de conversión que los conducía hasta Jesús, como hoy todavía sigue siéndolo.
Camino de conversión también para nosotros, porque, cuando caminamos a su paso siguiendo las huellas de Jesús, aprenderemos, como lo aprendieron ellos según nos relata hoy el evangelio, que nuestra grandeza verdadera está en el servir y en el amar no temiendo ser los últimos o llegar a ser capaces de beber el mismo cáliz del Señor. ‘¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?’, preguntaba Jesús ante la petición de la madre de los primeros puestos para sus hijos, a la derecha y a la izquierda en el reino nuevo de Jesús. ‘El que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor...’
Camino de fe que a nosotros también nos convierte en testigos de luz para los demás. Es el testimonio y el testigo que de él recibimos para hacernos a nosotros también testigos de Jesús en medio de los que nos rodean. Es el compromiso de quienes hemos sido iluminados. Tenemos que llevar la luz a los demás, tenemos que convertirnos en testigos de nuestra fe en el mundo que nos rodea. Lo que hemos visto y oído, lo que nosotros hemos experimentado y vivido, no lo podemos callar.
Ese testigo que tantos antes que nosotros a través de los siglos han recogido para sentirse enviados por todos los rincones de la tierra para el anuncio del Evangelio. Cuántos misioneros han partido de nuestras tierras españolas para llevar el mensaje del evangelio y expandirlo por todo el mundo. Es el impulso que, desde el testimonio del apóstol Santiago, que en su tiempo llegó hasta lo que era entonces el fin de la tierra, nos sigue enviando con la misma misión, nos hace a nosotros también misioneros y testigos de esa luz de Jesús.
Nos gozamos nosotros en la fiesta del Apóstol que es el Patrón de España. Bendecimos a Dios porque por su medio llegó la fe hasta nuestras tierras y con su patrocinio se sigue conservando la fe en los pueblos de España y se sigue dilatando por toda la tierra, como cantaremos en el prefacio. Que por su patrocinio España, nosotros, nos mantengamos fieles a Cristo hasta el final de los tiempos, como pedíamos en la oración litúrgica. Necesitamos de su protección e intercesión para que siga brillando esa luz en nuestra tierra por encima de tantas tinieblas que amenazan con difuminarla y apagarla.

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