domingo, 24 de agosto de 2025

Cantidades o calidades, autenticidad o vanidad, remiendos o vestidura nueva, exigencia de radicalidad o quedarnos adormilados, con El o contra El

 


Cantidades o calidades, autenticidad o vanidad, remiendos o vestidura nueva, exigencia de radicalidad o quedarnos adormilados, con El o contra El

Isaías 66, 18-21; Salmo 116; Hebreos 12, 5-7. 11-13; Lucas 13, 22-30

Seguramente que lo hemos escuchado, quizás también empleado, no sé si como una disculpa por no lograr lo que pretendíamos, el escaso eco que pueden tener nuestras palabras, pero fácilmente decimos aquello de que más vale la calidad que la cantidad. ¿Nos escudamos en eso para justificarnos de nuestro poco celo o nuestro deficiente esfuerzo para conseguir unos frutos? Pero es cierto que nos agrada mucho cuando vemos cantidades, nos entusiasmamos ante una multitud que responde a una convocatoria, sea de lo que sea, y nos sentimos frustrados cuando son pocos los que responden. ¿A qué tendríamos que darle verdadera importancia?

No podemos dejar de reconocer que nos gustaría ver las iglesias llenas como en otros tiempos, la multitudinaria asistencia de toda la gente a la convocatoria de nuestros actos religiosos o de piedad popular, nos lamentamos de tantos vacíos y tantas ausencias y nos hacemos preguntas de a donde vamos a llegar. ¿Es malo que tengamos esa preocupación y esa inquietud? ¿Debemos de dejar de hacernos preguntas de a donde vamos a parar por el camino que llevamos? Ahí están también la carencia de vocaciones, los seminarios vacíos, las casas de religiosos o religiosas que se cierran por falta de consagrados. A mi se me plantean tengo que reconocerlo continuamente estos interrogantes.

Pero no estoy tirando piedras sobre mi propio tejado al hacer comparación de todo esto que vengo diciendo con lo que hoy nos plantea el evangelio. Jesús, en su subida a Jerusalén, va pasando por distintos pueblos y como siempre va anunciando la buena nueva; hay gentes que se entusiasman por seguirle, como habrá otros que desde la orilla, por decirlo de alguna manera, lo ven o lo dejan pasar. Pero entre las inquietudes que van apareciendo en muchos corazones está la pregunta eje de este evangelio de hoy, Ante todo lo que va planteando Jesús, ante el anuncio que está haciendo, habrá gente a la que le inquieta la respuesta que han de dar. ¿Serán muchos los que creen y siguen a Jesús?

Pero la pregunta que realmente le plantean va más allá. Al final, ‘¿serán muchos o serán pocos los que se salven?’ En alguna ocasión, en la sinagoga de Cafarnaún algunos dirán que es dura la doctrina que plantea Jesús, y dice el evangelista, que ya no quisieron seguir con Jesús. De ahí la pregunta que Jesús le hacia a los mismos discípulos más cercanos, ‘¿tambien vosotros queréis marcharos?’

Pero Jesús no responde con números. Recordemos como los mismos evangelistas y los autores sagrados se regodean cuando pueden hablar de multitudes que siguen a Jesús, de los cinco mil hombres allá en el descampado cuando la multiplicación de los panes, de las multitudes que se convertían ante la predicación de Pedro y los apóstoles en aquellos primeros momentos del comienzo de la Iglesia. Siempre nos interesan los números, queremos multitudes. Pero Jesús a eso no responde.

Jesús lo que nos pide es autenticidad, que Jesús no quiere que andemos nadando entre dos aguas, que nos contentemos con los remiendos, lo que nos pide es un paño nuevo, unos odres nuevos y auténticos para que no haya rotos, para que no se desperdicie el vino nuevo que se nos ofrece.

Hoy nos hablará de puerta estrecha, pero que no significa que todo sea dificultades para entender o para vivir los valores del Reino de Dios. Lo que Jesús nos está señalando que el camino pasa por El, porque El es la Vida y la Verdad; ya en otro momento nos dirá que es la puerta, porque la única que se puede entrar al redil, por la única que podrán entrar los que son dueños del rebaño, que no es la que buscarán los salteadores, la única por la que las ovejas entrarán en el redil.

No hay otra. Estamos con El o estamos contra El, por lo que será también para nosotros un signo de contradicción, un interrogante para nuestra vida que no nos deja dormidos y apelmazados. Tenemos que estar despiertos, tenemos que mantener nuestra luz encendida y para eso tenemos que cuidar que no nos falte el necesario aceite que alimente esas lámparas. Es el planteamiento serio de autenticidad que nos está haciendo Jesús.

Y bien tendríamos que escucharlo frente a todas las fantochadas en que nos envolvemos en la vida, disfraces o caretas para nuestros disimulos, o vanidades de las que nos revestimos para aparentar lo que no somos. Es serio y radical el planteamiento que nos está haciendo Jesús.

Es lo que tenemos que buscar para nosotros mismos como para nuestra iglesia, es lo que en verdad tiene que resplandecer en la vida de los cristianos porque por ahí anda la verdadera calidad de nuestra vida.