sábado, 13 de julio de 2024

¿Seremos capaces?, nos preguntamos como consecuencia de nuestra debilidad, pero tenemos la sabiduría y la fortaleza del Espíritu para alcanzar la meta de nuestro testimonio

 


¿Seremos capaces?, nos preguntamos como consecuencia de nuestra debilidad, pero tenemos la sabiduría y la fortaleza del Espíritu para alcanzar la meta de nuestro testimonio

Isaías 6,1-8; Salmo 92; Mateo 10,24-33

¿Seré capaz de de hacerlo? Una pregunta que nos hacemos, una duda que nos surge, un miedo muchas veces que nos paraliza ante una tarea que nos han encomendado, ante una obra que pretendemos emprender, ante una oferta de responsabilidad que se nos hace. ¿Seré yo capaz? Y eso en cualquier aspecto de la vida, nos sentimos inseguros muchas veces; es en las mismas responsabilidades familiares que tenemos que asumir; ¿hasta donde seré capaz de llegar? O nos miramos a nosotros mismos en esa tarea de superación que tiene que ser nuestra vida, ¿seré capaz de dejar esa mala costumbre? Así andamos muchas veces inseguros y sin creer ni en nosotros mismos.

Es a lo que nos enfrentamos en lo que es el camino de nuestra vida cristiana, nuestra fe, la rectitud con que hemos de vivir la vida, el compromiso de vida al que nos tiene que llevar nuestra fe, al anuncio y testimonio que también hemos de dar. Y miramos alrededor nuestro y vemos quizás muchas cosas en contra, o alucinaciones que sufrimos que nos quieren llevar por otros derroteros, y nos encontramos entre la espada y la pared, lo que quisiéramos hacer, pero lo que nos cuesta tanto superarnos.

Pero Jesus no nos dice que sea fácil aunque no deja de recordarnos dónde está nuestra fuerza. Pero nos dice que el discípulo no es mejor que su maestro. Al menos tendríamos que parecernos a El. ‘Le basta con ser como su maestro’, nos dice. Pero nos dice también, y nos lo repite varias veces, que no tengamos miedo.

Cuántos miedos se nos meten en el alma en el desarrollo de nuestra vida cristiana. Y no es solo si seremos capaces de llegar hasta el final en nuestro testimonio, sino que ya estamos imaginando lo que pueden hacer con nosotros, la forma cómo tendrán de rebatirnos y hacernos la guerra en contra. Nos pide valentía para que demos nuestro testimonio, para que alcemos la voz con claridad. ‘Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea’. No podemos callar, no podemos dejar escondido el tesoro que llevamos con nosotros, no podemos ahogar esa sabiduría del Espíritu que va a brillar en nosotros.

Cuántos miedos se nos meten en alma, como decíamos hace un momento. ¿Tenemos miedo a perder la vida? Ya nos dirá Jesús en otro momento que perder la vida es ganarla. Pero podremos perder la vida si llegara el caso, pero nuestro espíritu permanecerá, la palabra que hemos pronunciado se volverá más clara, el testimonio que demos incluso derramando nuestra sangre será más poderoso, porque la sangre de los mártires es semilla de cristianos. No importa que el grano de trigo se entierre para que aparentemente se pudra, porque va a germinar una vida nueva. Ya nos lo recordará Jesús en otros momentos. Y para eso su testimonio va por delante. Es el que murió en una cruz, pero es el que resucitado vive para siempre.

Nos habla por una parte de la confianza de los hijos en la Providencia infinita el amor del Padre, porque Dios no abandona a sus hijos. ‘¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones’. Cuánto valemos a los ojos de Dios, en El tenemos que poner toda nuestra confianza.

Y nos habla de dar la cara por Dios. ‘A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos, Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos’. Una razón más para dar nuestro valiente testimonio. Nuestra vida en muchos momentos estará llena de debilidades, pero si por encima de todo eso queremos seguir dando la cara por ese testimonio de nuestra fe, cuando nos presentemos ante Dios, incluso cargando el peso de todas esas debilidades en que tantas veces nos hemos visto envueltos en la vida, sabemos que tenemos un abogado defensor que hará por nosotros. ‘También me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos’. Jesus ha derramado su sangre para que así sean borrados nuestros pecados. Imagen hermosa la que nos ofrecido el profeta que ve purificados sus labios con la braza en la mano del ángel.

Seremos capaces, nos preguntábamos al principio; tenemos con nosotros la sabiduría y la fortaleza del Espíritu del Señor que nos hará alcanzar la meta de nuestro testimonio. ‘¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Contesté: Aquí estoy, mándame’, decimos también como el profeta.

viernes, 12 de julio de 2024

No es la imposición de unas ideas o conceptos sino el contagio de una vida cuando estamos empapados de evangelio para transformar nuestro mundo

 


No es la imposición de unas ideas o conceptos sino el contagio de una vida cuando estamos empapados de evangelio para transformar nuestro mundo

Oseas 14, 2-10; Salmo 50; Mateo 10, 16-23

Bueno, lo voy a decir así como me sale casi de forma espontánea, pero me gustaría me entendieran bien lo que quiero expresar. Una cosa es recibir una instrucción en la que se nos trasmiten unos conocimientos que bien o pueden ser hechos de la historia que nos vendría bien conocer – ¿a quien no le gusta conocer la historia de su pueblo, o de sus antepasados, por ejemplo? – ya sea el conocimiento de unas ciencias o unas materias  que necesitamos para manejarnos en la vida, y otra cosa es educarnos para la vida, trasmitirnos algo más hondo que nos ayude a encontrar el sentido de la vida misma y afrontar humanamente las diferentes circunstancias con las que nos vamos a ir topando. Es trasmitir algo más hondo porque diríamos nos va a enseñar a vivir, algo que tendrá que convertir en levadura que haga fermentar la masa de nuestro mundo.

Y eso, podríamos decir, es lo que nos quiere trasmitir el evangelio que hoy se nos ofrece. Esa es la misión que Jesús confía a quienes creen en El, a sus discípulos como lo que tienen trasmitir al mundo que les rodea; es el testimonio de lo que se vive, de lo que viven a partir de lo que significado su encuentro con Jesus.

No se contentarán los evangelistas con darnos unos datos biográficos de la vida de Jesús, sino de trasmitir el mensaje que ha sido la vida de Jesús para la humanidad. Son pocos los datos que podríamos llamar históricos que se nos ofrecen en los evangelios de Jesús, pero cuando nos están trasmitiendo lo que hizo y lo que dijo Jesús se nos está trasmitiendo un mensaje de vida desde lo que los propios evangelistas han vivido también en su encuentro con Jesús.

Y es lo que se nos está pidiendo a nosotros hoy, a los que creemos en Jesús, que hemos de convertirnos en testigos en medio del mundo. Un testimonio que no será fácil, porque de alguna manera implica una novedad, algo distinto frente a lo que se vive en el mundo. Por eso decimos es un mensaje de salvación, un mensaje de liberación, un mensaje que presente lograr una transformación para hacer un mundo nuevo, para hacer unos hombres nuevos.

Y eso será costoso porque se convierte en una contradicción frente al mundo. No siempre se querrá escuchar ese mensaje sobre todo cuando implica una renovación interior, una renovación desde lo más hondo de nosotros mismos; y nos cuesta cambiar, nos habituamos a lo que siempre hemos vivido y aunque no sintamos una satisfacción plena, sin embargo no queremos arrancarnos de ello para emprender algo nuevo. Es principalmente desde nuestro propio interior donde vamos a encontrar esa oposición al propio mensaje del evangelio.

Por eso hoy Jesús les dirá a los discípulos que los envía como corderos en medio de lobos, pero al mismo tiempo nos pedirá sagacidad y sencillez. Esa sabiduría de Dios que queremos vivir y transmitir al mismo tiempo nos dará como una visión nueva, nos hace descubrir un sentido nuevo, y nos motivará interior para descubrir los medios y caminos, la manera  de cómo hemos de llevar mejor ese mensaje a los demás. 

Pero no podemos olvidar la humildad y la sencillez, porque solo somos unos servidores de esa Palabra de salvación que hemos de trasmitir, no nos podemos presentar como poseedores absolutos que tratan de imponer dicho mensaje, dicho sentido de vida. Es la oferta que hacemos desde el amor, es la oferta que hacemos con sencillez y humildad. Pero es la oferta que hacemos con valentía sin temor a la oposición que podamos encontrar.

Nos habla Jesus de tribunales y de juicios, nos habla de cárceles y de persecución y es que el discípulo no es mejor que su maestro y ¿qué es lo que hicieron con Jesus? El nos promete la fuerza y sabiduría de su Espíritu que estará con nosotros, pondrá palabras en nuestros labios y fortaleza en el corazón. Porque es una vida lo que queremos transmitir, que primero hemos de vivir en nosotros mismos para luego poder contagiar a los demás. Es como una osmosis lo que tenemos que realizar, porque de aquello que nosotros estamos empapados, empaparemos al mundo que nos rodea.  

jueves, 11 de julio de 2024

¿Qué es lo que ganamos? vamos a saborear una nueva sabiduría y a sentir el calor de una nueva familia aún más enriquecedora para nosotros

 


¿Qué es lo que ganamos? vamos a saborear una nueva sabiduría y a sentir el calor de una nueva familia aún más enriquecedora para nosotros

Proverbios 2, 1-9; Salmo 33; Mateo 19, 27-29

¿Yo qué gano con eso? Una pregunta que algunas veces nos hacemos. Y es que en muchas ocasiones somos interesados. ¿Qué podemos sacar? ¿Qué beneficios vamos a obtener? Es como si la gratuidad no existiera. Y nos sale esa actitud y postura casi como de manera natural. No siempre ni todos, hemos de reconocer también. Pero nos rodea esa sombra interesada.

Aunque decimos que somos generosos y que nos gusta hacer el bien, hay momentos en que nos ponemos a hacer nuestras cuentas, el tiempo que hemos dedicado, lo que hemos gastado de nuestro bolsillo quizá, el esfuerzo que hemos realizado y comenzamos a sumar a ver lo generosos que hemos sido, pero ¿sin ninguna ganancia? Es la pregunta que queda ahí por el fondo tratando de pasar disimulada, pero está.

Es lo que Pedro está planteando a Jesús en aquella ocasión, como nos narra hoy el evangelio. Había sido el episodio en que alguien que quería seguir a Jesús, o al menos se preguntaba qué es lo que había que hacer para alcanzar la vida eterna, tenía el corazón tan apegado a sus riquezas que no fue capaz de dar el paso de generosidad que le pedía Jesús. Y hablaba Jesús de lo difícil que era entrar en el Reino de los cielos a aquellos que estaban así apegados a sus riquezas. Los que ahora están con Jesús han sido generosos porque un día dejaron casa, trabajo, barcas y redes, familias para irse itinerantes con Jesús. Y es la pregunta que le sale espontánea a Pedro, lo hemos dejado todo, y ahora ¿qué?, ‘¿qué nos va a tocar?’

Y Jesús les habla de doce tronos donde han de sentarse para juzgar a las doce tribus de Israel, y les habla de ganar cien veces más en todo aquello que han dejado, y les habla de heredar la vida eterna. ¿Qué significado tienen estas palabras de Jesús?

No sé si a lo largo de la historia en la iglesia nos habremos acogido a la literalidad de las palabras de Jesús y habremos buscado tronos, honores y gloria, abundancia de beneficios cuando lo hemos dejado todo para intentar luego vivir como reyes. Es un primer mal pensamiento que me viene a la cabeza, pero que puede constatar sin embargo cosas muy reales de las que nos hemos envuelto muchas veces.

Si Jesús nos está pidiendo un desprendimiento, no será para que ganemos en ese aspecto de las cosas materiales. Ese aprender a juzgar, como dicen las palabras de Jesús, tiene que comenzar por ese nuevo juicio, por esa nueva y distinta valoración que hagamos de la vida, de nuestra vida, o de las cosas que tenemos que utilizar en la vida.

Creo que cuando arrancamos de nosotros esos apegos del corazón la mirada de la vida es distinta, hay una nueva sabiduría en nosotros para buscar lo que verdaderamente es importante, lo que nos puede conducir por caminos de mayor plenitud. Sí, una nueva sabiduría de la vida, una nueva forma de saborear las cosas, de saborear la vida tenemos que decir haciendo juego entre la palabra sabiduría y la palabra saborear.

Ya no será lo material lo que llene nuestro corazón ni van a ir por ahí nuestras ambiciones. Cien veces más dice Jesús, y es que vamos a encontrar una nueva acogida y valoración también entre quienes nos rodean porque nuestra humildad y desinterés se ganará los corazones de quienes nos rodean.

Nos sentiremos queridos de una manera distinta, aunque hayamos dejado atrás muchas cosas o puesto a un lado cariños humanos que también son buenos, sin embargo el cariño que sentiremos de los demás será mucho más rico y sabroso. En torno a nosotros vamos a sentir el calor de una nueva familia que será aun más enriquecedora para nosotros. Es el ciento por uno del que nos habla Jesús.

Y como termina diciéndonos Jesús, heredaremos la vida eterna. Y es que estamos llenándonos de la vida de Dios, estaremos llenándonos de Dios. Y será quien en verdad llenará de felicidad nuestro corazón, no de una forma efímera como son las felicidades de este mundo, sino en una felicidad que dura para siempre.

¿Nos daremos cuenta de qué es lo que en verdad estamos ganando?

miércoles, 10 de julio de 2024

Parece que predicamos muchos pero mucho olvidamos también el auténtico sentido del evangelio cuando nos habla de poder y autoridad que no puede ser otra cosa que servicio

 


Parece que predicamos muchos pero mucho olvidamos también el auténtico sentido del evangelio cuando nos habla de poder y autoridad que no puede ser otra cosa que servicio

Oseas 10, 1-3. 7-8. 12; Salmo 104; Mateo 10, 1-7

¿Qué significa tener poder? La pregunta podría tener diferentes y variadas respuestas según lo que sean las apetencias y los deseos de cada uno. Queremos ser poderosos, no lo ocultemos – bueno algunos no lo ocultan sino que de muchas maneras manifiestan sus deseos de poder – pero para algunos sentirse poderoso será poder disponer de todo lo que apetece, no carecer de nada, y mostrar así su grandeza delante de los demás; tener poder puede significar tener autoridad, lo que significa mandar, disponer no ya sólo de cosas sino incluso de la vida o de la manera de vida de los demás, porque desde mi poder haré y manipularé lo que sea necesario para que se haga lo que yo quiera y como yo lo quiero; poder entonces puede ser dominio que exige sumisión en los demás porque yo soy el que mando y el que digo como tienen que ser las cosas… así podríamos seguir desgranando esas muchas maneras con las que yo me manifestaría poderoso, por encima de los demás, en actitud y postura de dominio.

¿Será ese nuestro estilo y lo que tiene que ser el sentido de nuestra vida? Ya les dirá Jesús en algún momento en que los discípulos andan discutiendo por detrás de Jesús quién será más poderoso, quien va a ocupar los puestos de dominio, que entre ellos no puede ser a la manera de los poderosos de este mundo. Es un camino distinto por el que debemos transitar.

Hoy el evangelio nos habla sin embargo de que Jesús dio poder y autoridad a aquellos que había escogido como apóstoles. ¿Cuál es el sentido de ese poder y de esa autoridad? No les dice jesus que les da poder para que vayan mandando sobre los demás, sino para que puedan ir liberando de todo lo que signifique mal entre aquellos a los que Jesús envía a anunciar la buena noticia del Reino de Dios. No nos confundamos con las palabras.

Claramente nos trasmite el evangelio lo que fueron las palabras y la intención de Jesús.  ‘Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia…’ Expulsar los espíritus inmundos y curar todo lo que signifique sufrimiento. No es dominio, no es estar en primer lugar, no es mostrar grandezas a la manera de los poderosos de este mundo que se rodean de personas que les sirvan, es arremangarse para ponerse a curar y a sanar. No es vestirse ropas lujosas que manifiesten poder y grandeza, sino quitarse el manto y ceñirse bien ceñido para coger una jofaina y ponerse a lavar los pies a los demás, como lo hizo en la cena pascual, donde incluso dirá que lo llaman Maestro y Señor y en verdad lo es. ¿Cómo? En el ejemplo del servicio.

No sé, aquí me quedo pensando en mi vida, en mis actitudes y en mis posturas, en mi manera de hacer las cosas y de trabajar con los demás. ¿Estaré yo ciñéndome bien para estar disponible para el trabajo y para el servicio? Incluso cuando voy haciendo el bien muchas veces llevamos dentro de nosotros esos pensamientos y sueños por los que me siento grande porque quizás estoy haciendo cosas buenas.

Me quedo pensando en muchos tramos de mi vida en las que quizás he perdido el tiempo porque ese orgullo que llevamos dentro ha echado a perder muchas cosas buenas que aparentemente estaba haciendo pero que las malograba desde mi interior por mis orgullos y mis sueños.

Me quedo pensando en la Iglesia ¿qué imagen estaremos dando? ¿No habrá demasiados oropeles, no habrá demasiadas vestimentas lujosas, no habrá demasiados signos de grandeza y de poder en lugar de ceñirnos bien para ir a lavar los pies a la humanidad sufriente que nos rodea y que no sea solo por apariencia y espectáculo? Parece que predicamos mucho pero mucho olvidamos también el auténtico sentido del evangelio cuando nos habla de poder y autoridad que no puede ser otra cosa que servicio. Tendríamos que leer muchas veces más este texto que hoy se nos ofrece.


martes, 9 de julio de 2024

Dejémonos conducir como sordomudos que somos hasta Jesús para que ponga su mano sobre nosotros y nos sane abriendo nuestros oídos y nuestra vida

 


Dejémonos conducir como sordomudos que somos hasta Jesús para que ponga su mano sobre nosotros y nos sane abriendo nuestros oídos y nuestra vida

Oseas 8, 4-7. 11. 13; Salmo 113; Mateo 9, 32-38

Sordos, mudos, incomunicados; algunos por naturaleza, deficiencias que se convierten en dependencias, deficiencias que se van produciendo con el paso de los años que van produciendo también un aislamiento. Pero no siempre es la sordera o la incapacidad física, porque quizás muchas veces pudiera ser que seamos nosotros los que provocamos esa incomunicación.

El sordo y el mudo físico, vamos a decirlo así, tiene deseos de comunicarse, pero se le hace imposible porque no puede acceder a la forma de comunicación que tienen las personas que no tienen esa deficiencia. Bien sabemos la lucha que sostienen hoy en la sociedad para salir de esa incomunicación porque no se quieren sentir minusvalorados; sin embargo los oyentes, vamos a decirlo así, no siempre llegamos a comprenderlos y lo que hacemos es crear o mantener barreras. Pero tendríamos que pensar en esas otras formas de incomunicación que sin embargo muchos nos creamos en nuestro mundo.

El evangelio comienza hablándonos hoy de un endemoniado mudo que llevaron ante Jesús y Jesús lo curó causando admiración y alabanzas en la gente sencilla; algunos habrá, sin embargo que harán comentarios tergiversados queriendo romper el significado de aquel milagro realizado por Jesús. Jesus ha liberado a aquel hombre de un mal que había en su vida, su incomunicación porque es mudo y porque es sordo. La palabra endemoniado quiere expresar una posesión del mal, del maligno, del que Jesus quiere liberarlo, aunque no todos lo comprendan.

Pero puede ser una buena imagen para nuestras sorderas, para las incapacidades que nos creamos en la vida para comunicarnos con los demás. ‘Nos hacemos sordos’, es una expresión que muchas veces escuchamos refiriéndonos a quienes no quieren oír, no quieren escuchar. Oirán, porque lo sonidos de comunicación pueden llegar a sus oídos, pero no quieren escuchar, como se dice, se hacen sordos.

Y es algo que nos sucede más incluso de lo que pensamos; hay muchas maneras de no querer oír, no prestamos atención, no nos fijamos en quien nos habla, volvemos la espalda entretenidos en nuestras cosas cuando vemos que la situación podría complicarnos si nos llegamos a implicar, y mejor es no saber.

Pensemos en cuántas actitudes y posturas negativas mantenemos nosotros en nuestra relación y trato con los que nos rodean, las discriminaciones que hacemos de las personas, la autosuficiencia con que caminamos por la vida, porque nadie me va a enseñar a mi lo que tengo que hacer, la superioridad con que nos acercamos a los demás a los que consideramos unos pobres que nada nos pueden decir o enseñar… ¡cuánta cerrazón llevamos en el corazón!

¿Dejaremos que Jesús llegue a nosotros y toque nuestra vida para que comencemos un nuevo estilo y sentido de apertura hacia los demás? Claro que también tendríamos que pensar en qué medida estamos cerrando también nuestros oídos a Dios. Será la pasividad con que escuchamos la Palabra de Dios, será nuestra falta de humildad para dejarnos sorprender por la Palabra de Dios que llega a nosotros, será nuestra mente ida y puesta en otros sintonías mientras se nos proclama la Palabra de Dios en nuestras celebraciones, será esa razón crítica con que analizamos y juzgamos desde nuestras ideas preconcebidas lo que nos dice el texto sagrado, pero también los comentarios y reflexiones que nos ofrecen los ministros de la Iglesia.

¿Quién y cómo podrá presentarnos a Jesus para que nos cure abriendo nuestros oídos y nuestra vida?


lunes, 8 de julio de 2024

Necesitamos sentir y descubrir lo que es la vida que hemos de vivir en plenitud y nos hace verdaderamente felices

 


Necesitamos sentir y descubrir lo que es la vida que hemos de vivir en plenitud y nos hace verdaderamente felices

Oseas 2, 16. 17b-18. 21-22; Salmo 144; Mateo 9, 18-26

Como tengamos salud, lo tenemos todo. Eso nos decimos muchas veces. Y no queremos la enfermedad ni el sufrimiento. Aunque muchas son las ambiciones que tenemos en la vida, - porque ¿quién no quiere sacarse la lotería con lo que podríamos tapar tantos huequitos, como decimos tantas veces? ¿Quién no quiere que las cosas le salgan bien, prosperen sus negocios, o vea el fruto de su trabajo? ¿Quién en el fondo no quiere tener éxito en la vida, ganar en prestigio, poder alcanzar grandes puestos que son como logros o triunfos en la vida? – sin embargo nos decimos que teniendo salud, lo tenemos todo. Nos aparece en un momento determinado la enfermedad y nos sentimos como descolocados, no sabemos cómo reaccionar, perdemos la calma y la serenidad, nos sentimos aburridos en la vida. Pero ¿solo esa salud corporal es verdaderamente lo importante?

Seguramente podemos llegar a darnos cuenta que detrás o por encima de esa salud corporal hay otra cosa que sí puede llenar la vida. No estamos enfermos, pero estamos tristes porque quizás nos duelen los desaires que nos puedan hacer los demás. No tenemos ninguna enfermedad a la vista ni en nosotros ni en los que amamos, pero quizás no tenemos auténtica paz en casa, en las relaciones entre los más cercanos y sentimos en nuestro interior que realmente nos falta algo que nos pueda hacer más felices. Y así podemos seguir haciéndonos más comparaciones pero es necesario sentir y descubrir lo que verdaderamente es la vida que hemos de vivir en plenitud.

Hoy el evangelio nos ofrece un episodio que realmente se desdobla en dos a lo largo de su desarrollo. En principio viene un padre angustiado; ¿por qué su angustia? Su hija está en las últimas o acaba de morir – según el relato de uno u otro de los evangelistas – y pide la presencia de Jesús en su hogar; quiere que vaya le imponga las manos a su hija para que haya vida.

De camino una mujer se atraviesa, vamos a decirlo así, en el camino; viene con su enfermedad, sus hemorragias que no se curan, a pesar de haberse gastado todo lo que tenía en médicos y medicinas; pero aquella mujer tiene una confianza plena en Jesús, por eso se atreve a tocar el manto de Jesús intentando que ni siquiera El lo note. En aquella mujer hay muchos miedos y temores; su enfermedad la hacía impura y no podía presentarse en medio de la gente; después al sentirse curada sigue aún temiendo el verse descubierta, por eso intenta pasar desapercibida entre la gente hasta que no le queda más remedio que reconocer lo que ha hecho y presentarse ahora ante Jesus.

¿Es solo la enfermedad o la muerte en sentido físico lo que está afectando a estas personas? Hay angustias y otros sufrimientos del espíritu, hay miedos y desconfianzas que le hacen ocultarse; hay una paz que falta en el corazón; hay un no terminar de reconocer lo que se es también con sus debilidades, hay una turbación del espíritu que parece difícil de curar. Todavía Jairo siente desconfianza cuando aun yendo ya Jesús de camino le vienen a anunciar que ya no hay nada que hacer.

Pero cuando aquella mujer reconoce toda su situación y es capaz de manifestarse con libertad también delante de los demás, no sólo ha recobrado su salud sino que ha recobrado su dignidad, su confianza en sí misma, su propia valoración. ‘Tu fe te ha curado’, le dice Jesús; pero solo le ha curado de sus hemorragias sino que la ha curado dentro de sí misma, pero ahora sí que se sentirá otra mujer en toda su grandeza.

Te he dicho que te basta la fe, le dice Jesus a aquel hombre que parece que lo ve todo perdido. Todo cambia a la llegada de Jesús a aquella casa; no se necesitan aquellas plañideras, no hay porque seguir con crespones de duelo, pero ha renacido la vida, hay que volver al ritmo y a la armonía de aquel hogar donde los padres se vuelven a sentar con los hijos para comer juntos, con todo lo que eso puede significar. ‘Dadle de comer a la niña’, les dice Jesus cuando la levanta de su postración. Jesús viene a levantarnos de nuestra postración, esa postración de nuestras angustias y desánimos, de nuestras desesperanzas y de verlo todo negro, de nuestras pasividades y desalientos, de seguir arrastrándonos por la vida cuando podemos caminar con dignidad por nosotros mismos.

Es algo más que la salud física, del cuerpo, o la liberación de una enfermedad; hay otras cosas que pueden hundirnos y de lo que Jesús quiere levantarnos, es esa paz que quiere poner en nuestros corazones, ese buen ánimo para enfrentar la vida aún cuando aparezcan momentos duros y difíciles.

¿Comprenderemos lo que es verdaderamente importante y nos hace plenamente felices?


domingo, 7 de julio de 2024

Ungidos para ser profetas tenemos que con arrojo y valentía dar testimonio del evangelio en medio del mundo nos escuchen o no nos escuchen

 


Ungidos para ser profetas tenemos que con arrojo y valentía dar testimonio del evangelio en medio del mundo nos escuchen o no nos escuchen

Ezequiel 2, 2-5; Sal. 122; 2Corintios 12, 7-10; Marcos 6, 1-6

¿Y ese quién es? Es una pregunta fácil que nos hacemos  cuando surge entre nosotros alguien que comienza a destacar quizás por la preocupación que siente por los demás, por los problemas que nos encontramos alrededor y trata de poner mano a la obra buscando salidas y soluciones. Nos preguntamos quien es, pero realmente sabemos mucho de él, porque conocemos su familia, de quien es hijo, donde vive, lo que ha hecho y no se cuantas cosas más; no es que no lo conozcamos, sino que no queremos reconocerle, porque ya sacaremos algo de su familia, de su pasado, de los errores que haya cometido en su vida, y por ahí comenzamos una tarea de desprestigio porque quizás pensamos que nos pueda hacer sombra. Nos sentimos tan poderosos como para eso.

Jesús se había ido dando conocer recorriendo toda aquella región de galilea; conocidos eran sus signos y milagros, porque esas cosas que nos parecen más espectaculares siempre son noticias que corren con mayor facilidad; fijémonos en el nivel o criterio de muchas de las noticias que se nos dan en los medios de comunicación. Las cosas espectaculares aparecen siempre en la primera página.

Ahora Jesús va a su pueblo, donde se había criado, donde lo conocían de siempre, desde que era niño. Sienten admiración y en cierto modo orgullo porque uno de su pueblo, aquel pueblo medio perdido de Galilea del que nadie hablaba – en la Biblia nunca había aparecido nada en referencia a Nazaret – ahora se está dando a conocer. Pero aunque se hacen preguntas saben bien quien es, el hijo del carpintero, el hijo de María, por allí andan todos su parientes. Pero El no había ido nunca a ninguna escuela rabínica de Jerusalén. ¿De donde saca todo esto? Son las preguntas que siembran duda. Siembra dudas y estarán socavando los cimientos de cualquier cosa que quieras construir.

Y se escandalizaban de él’, comenta el evangelista. ‘Y no pudo hacer allí ningún milagro, por su falta de fe… pero jesus seguía recorriendo los pueblos y aldeas de Galilea’, viene a concluir el evangelista.

Aquello que habíamos escuchado al profeta en la primera lectura. ‘Te escuchen o no te escuchen… tendrán que reconocer que hubo un profeta en medio de ellos’. La misión ha de cumplirse, el anuncio de la Buena Nueva tiene que hacerse. Tenemos que verlo en nuestra vida, en nuestra historia de hoy, en la misión que los cristianos tenemos en medio del mundo, en la misión de la Iglesia que ha de trasmitir la sabiduría del evangelio de Jesus al mundo de hoy, al mundo en que vivimos.

Escucharán o no escucharán, habrá rechazo o habrá un sutil sordera para no escuchar una palabra de salvación, como le decían a Pablo en Atenas cuando fue al Areópago, ‘de eso nos hablarás otro día’, mientras se daban la vuelta y le daban la espalda. Encontraremos, es cierto, quien no quiera escuchar, a quienes les hieran en los oídos las palabras de esperanza del evangelio con toda su novedad y con toda su riqueza.

Hoy le damos más valor a otras cosas y nos cuenta buscar hondura para nuestras raíces, o levantar la cabeza bien en algo para descubrir altos valores. Disfruta del día, nos dicen, y eso parece que es lo importante para muchos, pasarlo bien sin tener ninguna preocupación que nos empañe nuestras ‘alegrías’, y si algo aparece que nos pudiera turbar ya tenemos nuestros sucedáneos que nos llenen de una felicidad superficial y caduca.

Y cuidado que nos contagiamos fácilmente de ese espíritu del mundo, cuidado que queremos hacer nuestros arreglos y mezclas como se solía decir para poner una vela a Dios y otra vela al diablo. Cuántas componendas nos hacemos para decir que cumplimos, pero no dejamos resplandecer los verdaderos valores del evangelio. Tenemos que estar atentos. Nos cuesta muchas veces porque somos débiles y también tenemos nuestros tropiezos, pero eso no tiene que debilitarnos; reconozcamos humildemente nuestra debilidad y será más creíble nuestra palabra, porque estaremos dando testimonio de que es posible el cambio y la conversión, de que es posible comenzar de nuevo una y otra vez a pesar de los tropiezos que tengamos. ‘Mi gracia te basta’, escuchaba Pablo en su interior cuando sentía ese aguijón que le pulsaba por dentro y pedía a Jesús verse liberado de él. Y Pablo siguió adelante, porque sentía que el espíritu de Dios estaba con El para cumplir su misión.

Nosotros también hemos sido ungidos para ser con Cristo sacerdotes, profetas y reyes. Y a pesar de nuestros tropiezos y debilidades tenemos que presentarnos como profetas ante el mundo que nos rodea con el testimonio de nuestra palabra y de nuestra vida. Tenemos también que ir a otros lugares para seguir haciendo ese anuncio de la Buena Noticia, como Jesús que recorría toda Galilea. También nos conocerán aunque les cueste reconocer la misión que llevamos, también dirán de nosotros quienes somos o lo que según ellos somos recordando tropiezos y debilidades, pero nuestro testimonio no lo podemos callas. Tenemos que ser ese faro de esperanza para nuestro mundo para conducirlo hasta la luz de Jesus, hasta la luz del evangelio. No podemos desistir.