sábado, 15 de abril de 2017

Día de silencio y de soledad, pero con María aprendemos a que no falte en nuestro corazón la esperanza de una vida nueva con Cristo resucitado

Día de silencio y de soledad, pero con María aprendemos a que no falte en nuestro corazón la esperanza de una vida nueva con Cristo resucitado

Hoy es un día de silencio; un día en el que se palpa la soledad. Como cuando un hogar falta la cabeza, el ser querido que nos lo ha arrebatado la muerte. Tras los primeros momentos de dolor lacerante donde brotan espontáneamente los gritos, las suplicas, el alboroto ante lo indescifrable queda el silencio, buscamos la soledad, rumiamos en nuestro interior, no queremos palabras, nuestra mirada se queda perdida tratando de vislumbrar quizás un mas allá.
Es el silencio que arranco en la tarde del viernes y se prolonga hoy en todo el día. La Iglesia también hoy esta en silencio tras la muerte de Jesús. Nos arrimamos quizás mejor a la madre, nos acercamos a ella sin mucho alboroto, también ella esta en silencio, en soledad, pero nos dejamos acariciar por sus ojos de madre. La miramos y sabemos que ella nos mira. No hacen falta palabras, en ese silencio y soledad sabemos que esta ella.
Madre del dolor, dolorosa, madre de las angustias, madre de la amargura, madre de la soledad la llamamos en este día, pero también tenemos que llamarla la madre de la esperanza. Ella espera, como esperaba el nacimiento de su Hijo tras el anuncio del ángel, ahora la resurrección. Ella tiene la certeza, la seguridad porque ha plantado como nadie la Palabra de su Hijo en su corazón, y sabe que lo anunciado por Jesús se cumplirá. De ella queremos en nuestro silencio y en nuestra soledad aprender esperanza.
Por eso nos acercamos a ella, queremos estar con ella, en silencio, a su lado, dejando que su corazón de madre nos hable directamente a nuestro corazón. Es nuestra Madre, así nos la regalo Jesús como ultimo regalo antes de su muerte. La acogemos, la dejamos entrar en nuestro corazón, queremos aprender de su amor para amarla también con el amor intenso de los hijos, porque nos sentimos amados, porque sentiremos siempre su presencia en nuestro caminar.
Son tantas las soledades en que nos vemos envueltos en la vida, pero sabemos que tenemos un remedio, que hay una madre que estará siempre a nuestro lado y entonces nuestras soledades serán menos soledades. Con ella aprenderemos a no angustiarnos ni amargarnos, porque aunque la llamemos madre de las angustias o de la amargura, nunca esa angustia perturbo su corazón de manera que perdiera la esperanza, aun en medio del mayor dolor. Queremos aprender de ella, queremos que ella nos vaya dictando en nuestro corazón en cada momento como hemos de vivirlo, para que, aunque haya silencio, no nos perturbe la soledad porque nos sentiremos acompañados.
Pero no miramos solo nuestra soledad sino con María aprendemos a tener una mirada mas amplia para ver la soledad de tantos que caminan a nuestro lado desorientados quizás, con vacío en su corazón. Aprendamos de María a acercarnos delicadamente también a esos hermanos; no será necesario quizás muchas palabras, sino solo nuestra presencia; que nuestra presencia les hable a su corazón para que no se sientan solos; que nuestra presencia vaya llena de cercanía y de amor para saber estar a su lado, para tender la mano en el momento oportuno, para saber tener esa mirada de aliento que levante el corazón oprimido. Aprendamos de María. Como ella hace con nosotros hagamos también con los demás.
Sigamos así en silencio que ya no es soledad, con el corazón lleno de esperanza. A quien ayer contemplar expirar en lo alto del madero y luego ser llevado hasta el sepulcro al que ahora nosotros nos hemos acercado sabemos que lo contemplaremos victorioso y resucitado. Esta noche habrá un nuevo amanecer y la piedra del sepulcro se correrá sola y ya dentro del sepulcro no vamos a encontrar sino unas vendas por el suelo y un sudario doblado aparte. Y es que el Señor resucito y para nosotros ha vencido a la muerte. La esperanza no nos puede faltar en nuestro corazón. Estemos atentos para que resucitemos con El, para que con El salgamos también de las negruras de nuestros sepulcros, para que con El renazcamos a una vida nueva. Maria nos ayuda en silencio a mantener esa esperanza para alcanzar esa vida nueva.

viernes, 14 de abril de 2017

El camino de la vida pasa por la cruz pero envuelto en el amor siempre nos conduce al triunfo de la vida y de la resurrección

El camino de la vida pasa por la cruz pero envuelto en el amor siempre nos conduce al triunfo de la vida y de la resurrección

Meditación a la sombra de la cruz

Isaías 52, 13-53, 12; Sal 30; Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9; Juan 18, 1 - 19, 42
El camino de la vida pasa por la cruz pero cuando va envuelto en el amor siempre nos conduce al triunfo de la vida y de la resurrección. Es lo que hoy estamos contemplando. Hoy es un día para la contemplación. No son necesarias muchas palabras, solo es necesario sentarnos a la sombra de la cruz. Y ponernos a pensar, a meditar, a contemplar la vida, la nuestra y la de los demás, reflejadas en la sombra de la cruz de Jesús a cuyos pies queremos ponernos.
No es fácil, ponernos a su sombra, contemplar toda su tragedia. Cuantas veces en la vida la rehuimos. Acaso la revestimos con muchas joyas para hacerla mas agradable o la envolvemos en suaves sedas para no sentir su crudeza. Con cuantas cosas en la vida queremos disimular la cruz.
Ponernos a la sombra de la cruz de Jesús nos hace contemplar, si, con toda su crudeza lo duro que es una cruz. Es la cruz de Jesús con toda su tragedia de dolor, de sufrimiento, de injusticia, de la maldad de todos aquellos que quisieron llevarle a la cruz. Pero es la cruz que nos encontramos cada día en los caminos de la vida. serán nuestros sufrimientos cuando nos llega el dolor o la enfermedad; serán nuestros sufrimientos quizás en nuestras soledades que acaso por nuestro egoísmo nos hemos buscado nosotros mismos, o las soledades a las que otros nos han llevado; serán los fracasos cuando no hemos logrado aquello en lo que tanto nos habíamos empeñado, por nuestros errores, porque no supimos encontrar el camino para realizarlo; serán las incomprensiones, los desaires, los malos juicios que de nosotros otros hacen, las acusaciones con razón o sin ella que tanto nos duelen, los abandonos en que nos sumen tantos que se olvidan de nosotros o no nos tienen en cuenta. Muchas cosas que nos llevan a la cruz, que nos hacen sufrir. Es duro.
Pero, cuidado, no nos quedemos solo mirando nuestra cruz. Tengamos la valentía de mirar en torno para darnos cuenta de tantas cruces que cargan sobre los hombros de nuestros hermanos. Porque quizás nosotros también los hemos dejado solos, de tanto pensar solo en nosotros mismos. Miremos, si, cara a cara el dolor y el sufrimiento de tantos a nuestro alrededor, en sus enfermedades, en sus soledades, en su pobreza. Pensamos en los enfermos incurables, en aquellos a los que sobrevino cuando menos lo esperaban la enfermedad que parece que ya no tiene remedio y sufren desesperados, con angustia, sin encontrar fuerzas para seguir adelante.
Miremos, cara a cara, el dolor y sufrimientos de los que son injustamente tratados por la vida, decimos, por no atrevernos quizás a decir por la crueldad de los demás que los hace injustos, o por nuestra crueldad que nos hace perder la capacidad de la compasión. La cruz del sufrimiento de tantos que se sienten fracasados en la vida porque ven sus sueños rotos, porque han perdido la ilusión, porque todo lo que encuentran son los obstáculos que ponen los ambiciosos o los avariciosos que todo lo quieren para si y no quieren permitir que otros avancen en la vida.
La cruz del sufrimiento de los que se ven discriminados, de los que no son aceptados en la sociedad porque proceden de otros lugares, porque son de otra raza, porque tienen otra condición, porque tienen otras orientaciones en la vida, porque quizás un día cometieron unos errores y estarán siempre cargando con la culpa. La cruz y el sufrimiento de los que no se sienten perdonados, de aquellos a los que se le niega el saludo, con los que ya no se quiere contar y se les aísla en la vida para que coman el pan amargo de la soledad.
Nuestro pensamiento puede ir más allá para llegar a los lugares de la guerra o de los que parece que eternamente están condenados a vivir en la miseria y el hambre a lo largo del mundo por la insolidaridad de los que se creen más fuertes, o pudiera estar en sus manos el remedio o la solución a sus males. Es una cruz muy grande la que atraviesa de lado a lado nuestro mundo.
Miramos todas esas cruces y muchas más que hay seguro a lo largo del mundo, no somos capaces de ser exhaustivos, y al mismo tiempo queremos mirar la cruz de Cruz a cuya sombra nos hemos postrado. En esa cruz de Jesús están todos esos sufrimientos, todo ese dolor, pero en Jesús estamos contemplando algo mas que es el amor. Y porque contemplamos ese amor de Jesús sabemos que vendrá la victoria de la vida sobre la muerte, de la gracia sobre el pecado. Es lo que ahora tenemos que aprender de Jesús, a envolver, si, esa cruz con el amor para convertirla en ofrenda. Es lo que la va a transformar.
Por eso, ese silencio nuestro a la sombra de la cruz y esa contemplación que estamos haciendo la vamos a convertir en oración. Pedimos el amor, pedimos vernos envueltos en ese amor de Jesús para darle un sentido a nuestro dolor, a nuestra cruz. Vamos a pedir que el amor ilumine todas esas sombras dolor que hay en nuestro mundo para que haya una verdadera transformación de nuestra humanidad. Una humanidad, empezando por la nuestra, que tiene que hacerse más humana, y lo podremos realizar con la fuerza del amor.
Desgranemos ahora hecho oración ante la cruz de Jesús de nuevo todas esas cruces de sufrimiento que hemos contemplado y otras muchas mas que podamos conocer. Pidamos, si, que nosotros nunca más seamos causa de cruz para los demás por nuestra insensibilidad, nuestro desamor, nuestras incomprensiones, nuestras discriminaciones que también hacemos tantas veces, nuestra forma injusta de tratar a los demás, nuestra violencia. Que nos transformemos nosotros primero que nada porque pongamos verdadero amor en nuestro corazón.
Pidamos que se transformen los corazones, que en verdad seamos una humanidad nueva, que cambien nuestras formas de relacionarnos los unos con los otros, que creemos entre todos un mundo de mayor justicia y de mas fraternidad. Pidamos por los que sufren esos males para que en el Señor encuentren fuerza para cargar con su cruz y transformarla en oblación de amor encontrando un sentido y un valor a sus sufrimientos, al mismo tiempo que logran para los suyos un mundo mejor.
En Jesús a quien hoy contemplamos colgado de la cruz encontraremos la victoria, porque El nos esta enseñando a envolver nuestra vida en el amor. Con Cristo crucificado a quien contemplamos de manera especial en este día de viernes santo sabemos que llegaremos al triunfo y a la victoria de la vida en la resurrección.

jueves, 13 de abril de 2017

Como Jesús nos despojamos y nos ceñimos para lavar los pies de los demás en el servicio y el amor


Como Jesús nos despojamos y nos ceñimos para lavar los pies de los demás en el servicio y el amor

Éxodo 12, 1-8. 11-14; Sal 115; 1Corintios 11, 23-26; Juan 13, 1-15
‘Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones’, así les mandaba Moisés celebrar la pascua al pueblo judío.
‘Haced esto en memoria mía… os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis… Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva…’ Así nos dice Jesús, así nos lo recuerdan los evangelistas, nos dice San Pablo que hemos de hacer para siempre recordando, viviendo, haciendo presente la Pascua del Señor. Es lo que hoy celebra la Iglesia en este día que se inicia el Triduo Pascual y que llamamos Jueves Santo.
Ya no es un cordero sacrificado que recuerda la salida de Egipto. Ahora es el Cuerpo entregado, la Sangre derramada, Sangre de la Alianza nueva y eterna lo que comemos en el banquete pascual. Pero no son solo recuerdos sino que tendrá que hacerse vida en nosotros. Porque lo que Jesús realizo lo hemos de realizar nosotros también.
Allí lo más sublime que contemplamos es el amor de Dios en la entrega de Jesús, que realizara con gestos y signos, pero que realizara en la entrega de si mismo expresando el más sublime amor. Es el amor del que entrega su vida por el amado. No hay amor más grande. Es el amor del que nos sentimos inundados, pero en el que tenemos que aprender a amar nosotros también. Por eso hoy es el día del amor verdadero, ese amor que nos hace hijos y que nos hace hermanos.
Por eso en los prolegómenos de la pasión, del momento de su entrega suprema, Jesús quiso realizar unos gestos y unos signos que nos señalaran una vez mas por donde tiene que ir nuestro amor. Sabia que había llegado la hora de la suprema entrega. Sabía que había de pasar de este mundo al Padre. Nos amaba y nos amaba con un amor supremo que se iba a manifestar en su entrega y que iba a ser modelo de nuestro amor. De ahí los gestos y los signos que va a realizar en esa cena pascual.
No era una simple ablución o purificación lo que Jesús iba a realizar. Se despojo de su manto, se ciño la toalla a la cintura, se puso a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido. No es cualquier cosa. Se sorprenden los discípulos, Pedro casi se niega a que Jesús le lave los pies, pero ante cada uno Jesús esta postrado a sus pies.
Dos palabras, despojarse, ceñirse. Sobraba el manto como nos pueden sobrar muchas cosas que nos impiden un movimiento ágil; de cuantas cosas tenemos que aprender a despojarnos cuando queremos amar de verdad. Seria un contrasentido que nos pusiéramos a realizar obras de servicio adornados de lujosos mantos y de ricas joyas o anillos en nuestras manos. Las cosas superfluas no nos son necesarias, se pueden convertir en un estorbo. Solo desde la humildad y poniéndonos de verdad a la altura del otro es como podremos mostrar en verdad nuestra cercanía, nuestra sintonía de amor. La sintonía del amor es sutil y delicada y no puede haber ruidos que entorpezcan el encanto de su sonido.
Pero además Jesús se ciño la toalla a la cintura. Se ciñe bien, se ajusta bien el cinturón el que esta dispuesto a trabajar, a hacer algo verdaderamente útil, a luchar por algo que merece la pena, a comprometerse seriamente por el otro, por la justicia, por la verdad. Esa toalla ceñida a la cintura de Jesús y que además le servia para limpiar y secar los pies de los discípulos puede significarnos muchas cosas. Nos ceñimos con el cinturón de la verdad, de la justicia, del amor, del compromiso, de la paz. Es grande la lucha que hemos de realizar contra tantas injusticias y miserias, contra tanta falsedad y tanta vanidad, para romper ese cascaron de la insensibilidad y del egoísmo que nos hace insolidarios e injustos.
Y Jesús nos dice ‘os he dado ejemplo… para que vosotros también lo hagáis…’ nos ha dado ejemplo porque ceñido así no solo se ha postrado a los pies de los discípulos para lavárselos, sino que le veremos subir mañana a lo alto del calvario, a lo alto de la cruz para realizar la suprema entrega. Es la entrega de Jesús para que se realice de verdad ese Reinado de Dios. Cuando nosotros nos estemos despojando y ciñendo de la misma manera estaremos ya viviendo en ese Reino de Dios, estaremos haciendo presente ese Reinado de Dios.
Y ahí esta el otro signo maravilloso que Jesús nos dejara en la tarde del Jueves Santo, en la noche de la Cena Pascual. Un día había anunciado que comeríamos de su pan que era su cuerpo entregado para poder tener vida. Ahora nos realiza el signo. ‘Toma el pan, esto es mi cuerpo entregado… toma la copa llena de vino que reparte entre todos… esta es mi sangre derramada… comed… bebed… hacedlo en memoria mía… cada vez que bebáis de esta copa estáis anunciando la muerte del Señor…’
Así sencillamente nos realiza el signo. Sencillo pero comprometido. No lo podemos realizar de cualquier manera. Tendrá verdadero sentido para nosotros si en la vida vamos realizando los mismos gestos y signos de Jesús en su amor. Hacerlo en la memoria del Señor es querer hacerlo como lo hizo Jesús. Si nos despojamos de verdad, si nos ceñimos a la manera de Jesús tendrá verdadero significado para nosotros la Eucaristía. Nunca puede estar separada del amor. Nos manifiesta siempre lo que es el amor de Dios, la entrega de Jesús, pero nos compromete a vivir en ese mismo amor, con esa misma entrega. No habrá eucaristía sin amor, sin compromiso por el amor.
Es lo que hoy celebramos en este día del Jueves Santo con que iniciamos el Triduo Pascual de la muerte y la resurrección del Señor. Vivámoslo con intensidad.

miércoles, 12 de abril de 2017

Seamos conscientes del misterio grande que vamos a celebrar sintiendo esa presencia maravillosa del Señor en nosotros tal como El quiere llegar a nuestra vida

Seamos conscientes del misterio grande que vamos a celebrar sintiendo esa presencia maravillosa del Señor en nosotros tal como El quiere llegar a nuestra vida

Isaías 50,4-9ª; Sal 68; Mateo 26, 14-25
‘¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?... Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua…’ Es la pregunta que también nos hacemos en este miércoles santo, vísperas ya de comenzar a celebrar el triduo pascual.
‘¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?’ ¿Cómo tenemos que prepararnos para la celebración de la Pascua? Una pregunta importante para hacernos y para que actuemos no dejándonos arrastrar por el ambiente que nos rodea. ¿Dónde vas a ir en Semana Santa? ¿Qué vas a hacer en Semana Santa? Es una pregunta socorrida que hemos escuchado a muchos en estos días; incluso en los medios de comunicación, en las redes sociales tan en boga hoy son comentarios, anuncios, publicidad que se repite. Pase una buena semana santa en… y nos dan oportunidad de muchas cosas, de muchos lugares a visitar, de muchas cosas en las que podemos pasar unas vacaciones. Ojala se sepa encontrar también en medio de esas jornadas de descanso tiempo para una reflexión mas profunda sobre la vida.
Respetamos el pensamiento y el actuar de muchos, de la sociedad en la que estamos inmersos y esa es la realidad. Pero también en un ambiente religioso y eclesial se nos pueden ofrecer muchas posibilidades. Y nos hablan de semanas santas famosas, de interés turístico incluso a nivel nacional o internacional. Y se nos ofrecen imágenes de todo tipo desde un ámbito religioso y costumbrista. Es una tradición que no se puede perder, es una frase que también escuchamos y quizás nos podemos quedar en eso, una tradición.
Dios puede llegar y llega a muchos corazones también a través de esos medios y signos externos, pero es cierto que tendríamos que estar muy atentos a ese paso de Dios por nuestras vidas a través quizás de esas imágenes que tendrían que ser una verdadera catequesis, un verdadero kerigma como anuncio de una verdad de salvación. No siempre, sin embargo, sintonizamos debidamente y nos quedamos en lo externo y a la larga se nos puede quedar en algo superficial, como una semilla caída sobre un terreno duro y repisado o sobre abrojos o zarzales que impiden que pueda dar verdadero fruto.
Por eso la pregunta sigue estando presente. ‘¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?’ ¿Cómo tenemos que prepararnos para la celebración de la Pascua? también en nuestros templos en estos días hay un ajetreo tremendo de preparación de cosas para que todo salga bien, para que todo este en su punto, para que las celebraciones sean hermosas, para que nuestro monumento al Santísimo en el Jueves Santo sea el mas hermoso. ¿Son solo esos los preparativos que hemos de hacer? Porque entretenidos en todas esas cosas puede pasar el Señor por nuestro lado y no nos demos cuenta, se nos pase desapercibido y al final no haya pascua en nosotros.
Es ahí, pues, donde hemos de detenernos. Los preparativos no se nos pueden quedar en cosas externas. Todo eso nos ha de ayudar, pero es algo más profundo en lo que hemos de detenernos. Es ahí en el fondo del corazón donde hemos de preparar el lugar para la cena de Pascua, es nuestro corazón el que hemos de preparar.
Seamos conscientes del misterio grande que vamos a celebrar. Pensemos en ello. Sintamos esa presencia maravillosa del Señor en nosotros, en nuestro corazón, en tantas cosas o personas a través de las cuales quiere llegar a nuestra vida. Es importante que llegue el Señor a nuestra vida para que nos purifique, para que nos revitalice, para que haga surgir con toda fuerza de nuevo el amor en nosotros, para que aprendamos a caminar sus caminos, para que sepamos también abrirnos mejor a los demás. Así habrá verdadera pascua en nosotros.

martes, 11 de abril de 2017

Arden en nuestro corazón los buenos deseos, pero pesan también nuestras negaciones, nuestras cobardías, nuestras traiciones, nuestros pecados pero hagamos pascua en nosotros renaciendo a nueva vida

Arden en nuestro corazón los buenos deseos, pero pesan también nuestras negaciones, nuestras cobardías, nuestras traiciones, nuestros pecados pero hagamos pascua en nosotros renaciendo a nueva vida

Isaías 49, 1-6; Sal 70; Juan 13, 21-33. 36-38
El evangelio hoy esta cargado de especial dramatismo. La escena corresponde a momentos de la cena pascual. Jesús esta rodeado de sus discípulos más cercanos y más queridos en momentos en que es inminente la pasión. El lo sabe. Los discípulos intuyen que algo va a suceder, aunque no han terminado de comprender las palabras de su maestro. Comienzan los titubeos, las deserciones, y los anuncios de negación. Son momentos tensos.
Como nos pueda suceder a veces en la vida en que por una parte nos sentimos solos porque o bien nos fallan los amigos o los que creíamos amigos o nosotros mismos hemos hecho algo que pueda desconcertar a los que están cercanos a nosotros, nos sentimos desorientados por no saber que va a suceder, o los problemas se nos acumulan en nuestro entorno. Buscamos respuestas y todo parece ser silencio en nuestro entorno.
Sentimientos así podíamos decir que se entrecruzaban entre los que estaban alrededor de aquella misma mesa preparados para la cena pascual. Las palabras de Jesús que parecen enigmáticas sin embargo hacen que se comiencen a suceder muchas cosas. ‘Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar’, anuncia Jesús. Se crea la tensión entre todos. ‘Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía’. Casi como en un susurro, acercándose a su pecho el discípulo amado se atreve a preguntar. ‘Señor, ¿Quién es?’
Jesús dará un poco de pan untado a Judas Iscariote, aunque el signo sea incomprensible para todos, lo mismo que las palabras de Jesús. ‘Lo que tienes que hacer hazlo en seguida’. Judas sale a la noche, aunque la noche la llevaba ya en su corazón, aunque los discípulos piensan si va a preparar algo que aun falta para la fiesta de Pascua. Es el comienzo, es cierto de la Pascua, porque será el momento de la entrega; será la traición de Jesús, pero será la entrega de Jesús; será el comienzo de la pasión que le llevara a la muerte, pero es el principio de la verdadera Pascua que va a tener lugar, porque en verdad es el paso de Dios en medio de los hombres, mas importante que aquella pascua que cada año recordaban y celebraban los judíos de su salida de Egipto.
Pero la tensión no termina porque Jesús habla de una marcha a un lugar que los discípulos ahora no podrán ir. No podrán ir porque mas tarde ellos mismos le abandoran y huirán allá en Getsemaní. Pedro, sin embargo, insiste porque el quiere estar con su maestro y dirá que será capaz de dar la vida por El. Pero Jesús le hablara de su cobardía y su negación aunque ahora se muestre tan valiente. ‘¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces’, le dice Jesús.
Estamos nosotros también dispuestos a celebrar la Pascua con Jesús. Arden en nuestro corazón los buenos deseos, pero pesan también nuestras negaciones, nuestras cobardías, nuestras traiciones, nuestros pecados. Pero aunque nos encontremos revueltos interiormente en esa tensión entre nuestro pecado, nuestros buenos deseos y nuestras promesas de amor, ha de predominar por encima de todo esa mirada llena de amor que Jesús nos dirige. No nos recrimina, nos mira y nos llama, nos muestra su ternura y su amor y nos esta invitando a que también nosotros nos recostemos sobre su pecho como se atrevió a hacerlo el discípulo amado.
Jesús también tiene sus secretos para nosotros, eso que quiere decirnos allá en lo más íntimo de nuestro corazón y que tocara nuestras fibras más sensibles, porque estará señalándonos cosas muy concretas de nuestra vida en las que hemos de hacer pascua, cosas de las que tenemos que morir para renacer, para resucitar, para llenarnos de nueva vida.
Dejémonos cautivar por esa mirada de amor. Busquemos la manera de caminar con El, pero sintiendo la seguridad que con la fuerza de su Espíritu podemos hacer ese hombre nuevo en nosotros. Somos débiles y tropezamos muchas veces, negamos no solo tres sino muchas veces en tantas cobardías de nuestra vida, pero hemos de hacer de verdad pascua en nosotros. Tenemos que morir con Cristo para con Cristo resucitar a nueva vida.

lunes, 10 de abril de 2017

Ojala seamos capaces de llenar nuestro mundo de esa nueva fragancia del amor que nace de nuestro encuentro con Jesús.

Ojala seamos capaces de llenar nuestro mundo de esa nueva fragancia del amor que nace de nuestro encuentro con Jesús.

Isaías 42, 1-7; Sal 26; Juan 12,1-11
‘Y la casa se llenó de la fragancia del perfume’. El perfume, ese líquido aromático que se usa para desprender un olor agradable. No nos gustan los malos olores, tratamos de suavizarlos con algún perfume; hay muchas variedades y podríamos decir que hay perfumes para todos los gustos; nos hacen sentir una sensación agradable y es agradable estar al lado de quien huele bien o en un lugar suavemente perfumado. Es como la naturaleza que nos da diferentes perfumes, los árboles, las flores en toda su diversidad, el mar, la montaña, cada lugar tiene su perfume y nos puede llenar de paz y serenar nuestro espíritu.
Pero un perfume no es solo quitar una mala sensación por un mal olor, sino que puede convertirse también en una ofrenda de amor, un signo de amistad, una expresión de esa cercanía que queremos sentir con alguien que nos es agradable. Regalamos perfumes a quien amamos, los recibimos con agrado de quien sabemos que nos quiere bien, nos hace recordar hermosos momentos vividos con alguien, porque todos tenemos nuestro olor con el que nos podemos hacer recordar y que pueden motivar muchos recuerdos y sensaciones vividos.
‘La casa se lleno de la fragancia del perfume’, nos dice el evangelio hoy. Jesús estaba participando en una comida en Betania, Marta como siempre servia, allí estaba Lázaro a quien Jesús había resucitado, y por allá apareció María, la que sabia ponerse a los pies de Jesús, ahora con un frasco de caro perfume de nardo purísimo. Ya sabemos lo penetrante del olor del nardo; y María lo derramo entero a los pies de Jesús. Muchas cosas quería expresar aquella mujer a Jesús, a quien tanto amaba; podía estar el recuerdo de su vida anterior y su encuentro con Jesús, podría ser el recuerdo de aquellos momentos vividos a sus pies escuchando sus palabras, podría ser la expresión de la gratitud por la vuelta a la vida de su hermano Lázaro por la obra de Jesús.
Habrá siempre alguien interesado que no sabe interpretar los signos y los gestos. En este caso no vendrá la interpelación desde los que querían quitar de en medio a Jesús sino de uno de sus propios discípulos, pero en quien estaba entrando la negrura en su corazón. Aquel dinero gastado en el perfume se podría haber empleado de otra forma; y se quiere justificar en querer darlo a los pobres, pero ya el evangelista nos descubre cuales eran las intenciones torcidas de quien se presentaba ahora con cara de bueno. Jesús quiere quitar hierro a la disputa que se puede crear y resalta lo que aquella mujer hace, explicando que de alguna manera se esta adelantando a lo que habría que hacer con su sepultura, pero que con las prisas del viernes en la tarde no podrán realizar debidamente. Pero es que Jesús lo que quiere resaltar es el amor de aquel corazón.
Nos aprestamos nosotros a celebrar la pasión y la muerte de Jesús. Hemos iniciado ya el camino de la semana santa y nos acercamos a los días del triduo pascual. Creo que hoy podríamos tomar el camino de María de Betania y querer acercarnos a Jesús para perfumar también sus pies, esos pies que nos señalan los pasos que nosotros hemos de ir dando, de ir siguiendo. Podemos ofrecer también nosotros un perfume que tiene que ser necesariamente el perfume de nuestro amor.
Primero quizás tendríamos que quitar de nosotros los malos perfumes, el mal olor del pecado que hayamos dejado meter en nuestra vida. Busquemos a Jesús con el perfume del perdón que nos purifica. Pero intentamos ya comenzar a dar ese buen olor de Cristo porque de Cristo nosotros nos impregnemos en su amor. Es en Cristo donde podemos encontrar ese perfume. Es en su amor en el que tenemos que sentirnos envueltos para que lleguemos a dar ese buen olor de Cristo.
Nardos, rosas, jazmines, miles de flores olorosas en las que tenemos que sumergirnos para llenarnos de ese buen olor del amor. Un olor de amor que tenemos que expresar de mil diferentes maneras entre aquellos con los que convivimos, con aquellos a los que podemos o tenemos que acercarnos y a los que encontraremos cada uno en sus propias circunstancias de su vida; a cada uno, según su necesidad o su carencia, según lo que vive o lo que ansia en su corazón nosotros nos acercaremos con los gestos de nuestro amor, unos gestos bien individualizados, personalizados, porque de forma muy concreta amaremos a cada uno.
Ojala seamos capaces de llenar nuestro mundo de esa nueva fragancia del amor que nace de nuestro encuentro con Jesús.

domingo, 9 de abril de 2017

Está cerca la hora y hemos de levantarnos para hacer el camino de la cruz con Jesús que es nuestra cruz y la de nuestro mundo y se haga verdadera Pascua para todos


Está cerca la hora y hemos de levantarnos para hacer el camino de la cruz con Jesús que es nuestra cruz y la de nuestro mundo y se haga verdadera Pascua para todos

Isaías 50,4-7; Sal 21; Filipenses 2,6-11; Mateo 26,14–27,66
‘Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos!’ Así les decía Jesús en el huerto a los discípulos que estaban adormilados. ¿Será también lo que nos quiere decir Jesús hoy cuando comenzamos esta semana de Pasión? ‘Mirad, está cerca la hora…’
Lo que en el camino de Galilea a Jerusalén les había anunciado tantas veces y a los discípulos tanto les había costado comprender, ahora lo proclama ya inminente. ‘Está cerca la hora’. Era el inicio de la pasión. Es el inicio de nuestras celebraciones pascuales para las que nos hemos venido preparando a lo largo de toda la Cuaresma. Decimos Semana Santa, semana grande, semana de pasión que culminara en la celebración del tiempo pascual. También nosotros podemos andar confundidos y no terminar de entender los anuncios que Jesús nos hace. Es necesario espabilarnos, despertarnos de ese sueño en que nos sumergimos tantas veces en nuestra insensibilidad.
A nosotros también nos dice ‘¡Levantaos, vamos!’ Tenemos que subir también a Jerusalén pasando hoy por la bajada del monte de los Olivos para entrar en la ciudad santa, pasar por el huerto de Getsemaní, hacer todo el recorrido de la calle de la Amargura, subir con Jesús al Calvario, ponernos al lado de su cruz, mas aun, tomar la cruz, la nuestra y la de Jesús.
La cruz que veremos cargar a Jesús y en la que va a ser clavado es nuestra cruz. El la tomo antes que nosotros, que tantas veces quizás la hemos rehusado, de la que nos queremos echar atrás. Cuanto miedo le tenemos a la cruz, pero ¿Por qué? El puso amor, nosotros habíamos puesto nuestro pecado, pero en ella están puestas también todas las angustias y sufrimientos de todos los hombres – una lista muy larga podríamos hacer de pobreza, de hambre, de dolor, de guerras, de rivalidades y enfrentamientos, de injusticia… -, y ahora nos toca poner también amor para que sea redentora, para que sea en verdad transformadora para nosotros y para nuestro mundo, para que sea camino de salvación para todos.
Este domingo inicio y puerta de la semana santa lo llamamos Domingo de Ramos en la Pasión del Señor; y es que queremos hacer nuestra entrada como lo hizo Jesús en la ciudad santa; lo aclamaban las gentes, gritaban los niños, alfombraban el camino con los mantos y las ramas de los olivos y las palmeras en una entrada triunfal en Jerusalén. Todo tendría que sonar a música de paz y de triunfo - olivos y palmeras -, porque llegaba el Hijo de David, el que venia en nombre del Señor. Son los sencillos y los humildes, los niños y los pobres los que lo entienden y de los que saldrán los mejores cánticos de alabanza al Señor. Que no se callen esos gritos de paz para que no se oigan los gritos de tantas piedras de violencia.
No se ahogaran, sin embargo, estos gritos con los que cinco días mas tarde van a resonar ante el Pretorio de Pilatos, pero unos y otros hemos de entenderlos en su justo sentido. Nos pueden parecer contradictorios y un contrasentido que quienes un día entrando en la entrada en Jerusalén gritaban unas cosas, mas tarde parece que gritaran lo contrario. Unos y otros aunque parezcan de distinto signo nos van a proclamar una única y misma verdad,  quien es de verdad Jesús y el sentido de su muerte.
Es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, como un día lo señalara el Bautista allá en el Jordán. Es el Cordero inmolado cuya sangre nos purifica y nos da vida; es el Cordero inmolado cuya sangre derramada va a ser la Sangre de la Alianza Nueva y Eterna; es la Sangre que caerá sobre nosotros para sellar esa Alianza, para hacer nacer en nosotros eso hombre nuevo que nos comprometa a hacer un mundo nuevo.
‘¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!’, gritaran ante el Pretorio los que buscaban su muerte sin comprender bien lo que decían y el alcance que tenían aquellas palabras. Será la Sangre que engendrara un hombre nuevo, un mundo nuevo. Nosotros, si, queremos entender y darle su verdadero sentido. Nosotros queremos entender ese camino de la cruz, ese camino de la pasión y de la muerte que va a emprender Jesús. Sabemos como nosotros tenemos que emprender ese camino al paso de Jesús porque como hemos dicho esa cruz es nuestra cruz, y es la cruz del sufrimiento, de la pasión que sufre nuestro mundo. Nosotros, si, queremos entender el sentido de esa Sangre derramada.
‘¡Levantaos, vamos!’ nos decía Jesús en Getsemaní y nos esta diciendo a todos en este día. Emprendamos el camino con Jesús en esta semana que nos lleva a la Pascua, pero que sabemos bien que ha de ser el camino pascual por el que ha de discurrir siempre nuestra vida.
Caminemos al paso de Jesús con la cruz, la nuestra y la de nuestro mundo, que es la cruz que Jesús va llevando delante de nosotros. Si lo hacemos así y ponemos toda nuestra vida y todo nuestro amor veremos surgir en nosotros un hombre nuevo, haremos posible también que nuestro mundo sea mejor, estaremos así construyendo de verdad el Reino de Dios, llegaremos a vivir en profundidad todo el sentido de la pascua.